El Padre Ángel predica y da trigo

Lleva toda una vida dedicada a los más pobres. La obra del Padre Ángel, Mensajeros de la Paz, tiene la categoría del legado de otros grandes santos eclesiales, como Vicente Ferrer o Madre Teresa de Calcuta. La sociedad le mima y la Iglesia le quiere, como uno de los máximos exponentes de la capacidad samaritana de la institución, junto a Cáritas o Manos Unidas. Y, sin embargo, algunos obipos lo siguen mirando de reojo. Primero, porque es un cura libre, que no se casa con nadie. O sólo se casa con la defensa de los niños, de los pobres y de los ancianos. Y segundo, porque no se calla, porque dice siempre lo que piensa, aunque, a veces, tenga que pedir perdón y reconocer que se ha equivocado. Un santo pecador y, por lo tanto, humano.

El Padre Ángel es un profeta. De los pocos que nos quedan en España. Y como tal realiza gestos proféticos, que llaman la atención y que sacuden las conciencias. Y que pueden desencadenar ese esperado tsunami de solidaridad promovido por la Iglesia samaritana.

Siempre a pie de obra, sabe que la gente sufre y llora y lo pasa mal. Y, a veces, no come. Y para no pasar de largo, predica con el ejemplo. Convencido de que lo que sobran son mesas de despacho y lo que faltan son mesas para dar de comer a los pobres, desmantela los despachos de la sede de su organización (incluido el suyo propio) y convierte el local en un comedor para los pobres.

Gesto fuerte, gesto de profeta, gesto de un cura entregado, en cuerpo y alma, a la causa de los pobres. ¡Ojalá sirva de revulsivo y toda la Iglesia jerárquica española se ponga en la misma onda!

El Padre Ángel pide, en concreto, a los obispos que conviertan sus catedrales en comedores y que ellos mismas sirvan a las mesas de los pobres. ¿Iluso, imprudente, irreal, demagógico...? Sus enemigos (que también los tiene) dirán lo que quieran, pero si los obispos hiciesen algo así, no sólo saldrian en los papeles como ejemplos consumados de caridad, sino que se convertirían en motores de arranque de ese gran movimiento de solidaridad que está esperando los que ya lloran y sufren y no tienen ni para comer.

¡Anímense, monseñores! Llamen al Padre Ángel y pregúntenle cómo lo hace. Y sigan su sabio consejo de profeta de los pobres. Amén.

José Manuel Vidal
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