Sor Lucía Caram, la monja enamorada de Dios y de los pobres

Por donde va, arrasa. Sor Lucía Caram vive feliz su ser y su hacer de monja de Dios y de los pobres. Y se le nota y lo contagia. Ayer lo demostró, una vez más, en un congreso sobre la felicidad. Y eso que, al lado tenía personajes de reconocido prestigio, como Matthieu Ricard, monje budista que pasa por ser 'el hombre más feliz del mundo', el periodista Jaume Sanllorente, Rafael Matesanz, fundador de la Organización Nacional de Trasplantes, el premio Príncipe de Asturias Juan Luis Arsuaga, el escritor y divulgador científico Eduardo Punsetla o la oncóloga pediatra Blanca López Ibor. Pero en el Teatro del Canal abarrotado de público, la más larga, más sentida y más atronadora ovación fue para la dominica contemplativa.

Quizás porque dice lo que piensa y lo que siente. Transmite sinceridad y autenticidad. Y eso llega a la gente, que lo capta rápidamente, en un mundo donde las formas y la imagen suelen primar y tapar el fondo. Y es que Lucía Caram es una monja poco habitual. Como persona, es un dechado de cualidades humanas. Como dominica, tiene las cosas claras y un buen bagaje teológico y doctrinal. Como contemplativa, está anclada en la oración y en la relación con Dios. Pero, a pesar de ser monja de clausura (en su convento de Manresa), lleva camino de convertirse en una estrella mediática y en un icono de la solidaridad.

Porque, como ella misma dice, "mi clausura es el mundo". Y su pasión: los pobres. Los de aquí y los de Tucumán (Argentina) su patria chica. Para los de aquí y los de allá creó una Fundación, que está creciendo como la espuma. Y llevando alivio, consuelo, esperanza, alojamiento y comida a los más necesitados. Un contemplativa en la acción, al más puro estilo de los grandes santos y místicos, como Charles de Foucauld o la Madre Teresa de Calcuta.

De verbo cálido y fácil, como buena argentina, transmite, llega a la gente, sintoniza de inmediato, conquista y seduce. Y, además, conoce perfectamente los medios de comunicación, por dentro y por fuera. Y tiene una lista extraordinaria de contactos. Dentro y fuera de la Iglesia.

Lo tiene todo: base, fundamento, madera, medios y proyección. No tardará en convertirse en un nuevo icono de la solidaridad eclesial. En Cataluña, ya lo es. Le falta dar el salto al resto del país y al mundo globalizado. Haría bien la Iglesia en facilitarle el camino y apoyarla a fondo. Aunque sea libre y diga lo que piensa. O porque es libre y dice lo que piensa. Su ortodoxia y su ortopraxis están fuera de toda duda. Monjas como ella no abundan. Y la Iglesia necesita testigos-iconos de la caridad y de la justicia. Como ella y como el Padre Ángel.

Se mueren los viejos profetas, luchadores del Reino. Pero surgen otros. Enhorabuena, Sor Lucía. Es un orgullo ser tu amigo y tenerte de colaboradora de RD.

José Manuel Vidal
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