No hay nadie que haga tanto por los demás y que lo 'venda' tan mal como la Iglesia

Las familias y la Iglesia católica son, sin duda alguna, los dos principales amortiguadores de esta crisis que está dejando al borde de la cuneta de la exclusión a más de 11 millones de españoles. Los más apologetas llegan a decir que la Iglesia le da al Estado más de lo que de él recibe. Sin exagerar tanto (la exageración conduce al descrédito), está claro que la institución tiene desplegada en todo el territorio nacional una enorme red samaritana. Nucleada fundamentalmente en torno a parroquias (con sus correspondientes cáritas), colegios, congregaciones religiosas e instituciones de todo tipo y cariz. Un enorme mosaico de la solidaridad, cuya encomiable labor no llega al gran público.

Y no llega, porque no se comunica. O no se comunica bien. Y, cuando se les pregunta por esta falta de comunicación en positivo de la labor eclesial, los responsables institucionales miran ara otro lado o llegan a asegurar incluso que la labor caritativa de la iglesia es suficientemente conocida, valorada y querida por el pueblo.

Y no les falta cierta parte de razón, pero sólo parte. Es verdad que mucha gente conoce la labor de Cáritas y de las parroquias. Especialmente, los que la necesitan y se acercan a ella o los que están más cercanos a la vida de la Iglesia. Pero no los demás. Y los demás es la inmensa mayoría de la población de este país. Es hora de salir de la endogámica tesis de creer que lo que a nosotros nos llega le llega a todo el mundo. Porque no es cierto. Entre otras cosas, porque lo que no sale en los medios no existe. Es como si no existiese.

La mayoría de la gente de este país (la que no va a misa ni practica) tiene una imagen eclesiástica vaga y deformada. Cree, a grandes rasgos, que la Iglesia española es rica, poderosa y casada con el PP y exclusivamente preocupada por lo que pasa en las alcobas de la gente. También sabe que algunos curas y, sobre todo, Cáritas ayudan a los pobres. Les suena algola música, pero desconocen por completo la letra. La desconocen, porque nunca han necesitado los servicios de la Iglesia y transitan, como la mayoría dle pueblo español (por mucho que lo niegue Camino), por la mala imagen que la institución transmite.

La Iglesia sale en los medios cada vez menos. Y, cuando sale, es para mal. Sólo sale por algún motivo de morbo o de espectacularización de la información. Y no sale por otro motivo. Y no porque no pueda, sino porque no quiere o no sabe "venderse".

Porque la verdad es que la institución (encarnada en la Conferencia episcopal española) sigue teniendo tirón y capacidad de convocatoria de medios y de profesionales. Reunir en Madrid media docena de periodistas es una hazaña. Pues bien, en la última rueda de prensa a la que asistí (el pasado día 15 de febrero) había nada menos que 33 periodistas y más de diez cámaras de televisión.

¡Todo un lujo! Un lujo desaprovechado. Porque la CEE sigue muda y "rouca", como su presidente y su portavoz. El primero no aparece nunca y el segundo se prodiga cada vez menos. ¿Por qué no aprovechar el tirón y la capacidad de convocatoria de la CEE para comunicar más y mejor? Más a menudo, mucho más a menudo, sabiendo que la Iglesia sale en los medios de alcance nacional, fundamentalmente si comunica desde la sede del episcopado.

Hace falta una nueva política comunicativa eclesial: abierta, clara, transparente, dialogante. Con un portavoz sencillo, afable, cercano, que transmita confianza, credibilidad y hasta cariño. Que proponga y no imponga, que hable de la Iglesia del sí, con la sonrisa puesta y sin el ceño fruncido, como dice el cardenal Dolan. Y que publicite (sin pasarse) lo mucho y bueno que hace la institución en todos los campos, pero especialmente en el de la solidaridad. Y si para eso tiene que convocar una rueda de prensa a la semana, para eso le pagan y le eligieron de portavoz de la institución. Un portavoz que no portavocea es como la sal insípida.

Porque, en estos momentos, no hay nadie que haga tanto por los demás y que lo 'venda' tan mal como la Iglesia católica. Y ya sé lo de la mano izquierda que no debe saber el bien que hace la derecha. Pero también sé que la Iglesia que no comunica es poco Iglesia o menos Iglesia.

José Manuel Vidal
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