Separados y divorciados en la Iglesia Grupos SEPAS, misión en las fronteras de la vida cristiana

(Luis Miguel Modino).- La misión de la Iglesia es hacerse presente en la vida de cada persona, independientemente de sus circunstancias. Uno de los colectivos que, hasta ahora, tienen poca cabida en la vida de la Iglesia son los separados y divorciados, pues en la mente de muchos no casa bien ser católico y divorciado.

Dentro de la 70 Semana Española de Misionología, que con el tema "Familia y Misión" será clausurada este jueves en Burgos, en el ámbito de una mesa redonda que ha llevado por título "Misión en contextos familiares diversos", ha sido presentado el trabajo de los Grupos SEPAS, vinculados al Centro Arrupe de Valencia.

Se trata de un grupo de acogida, escucha y acompañamiento, una red de apoyo para quienes buscan en la Iglesia propuestas concretas tras la separación o el divorcio. Como han reconocido Julián Ajenjo y María Soler en su presentación, los separados y divorciados, se sienten desamparados en la fe y cuando acuden a una parroquia, se encuentran con que nadie sabe lo que hacer con ellos, cómo ayudarles a sanar sus heridas y redescubrirse.

No podemos ignorar la realidad social en España en lo que hace referencia a la familia y al matrimonio. Datos oficiales señalan que en 2016 el número de divorcios en España fue de 119.889, lo que representa el doble de los matrimonios. El Papa Francisco, en el número 78 de Amoris Laetitia insiste en la necesidad de acompañar a todos los fieles, independientemente de su situación canónica en lo referente al matrimonio, aspecto éste que ha creado no pocas controversias dentro de la propia Iglesia Católica.

Nacidos en 2014, por lo que podemos decir que se adelantaron a la propuesta del Papa Francisco, los grupos SEPAS quieren ser respuesta ante la incertidumbre y la angustia provocada por el cambio de casados a solteros, lugar donde se encuentre cariño para poder crear las bases que les permita caminar en esta nueva etapa de la vida. Todo ello a partir de la fe, en la que se quiere encontrar luz que contraste con las tinieblas en que se hallan.

Llevar a cabo este trabajo pastoral, esta misión, es andar encima de arenas movedizas, en ámbitos de frontera, pero al mismo tiempo es hacer actual la forma de vivir y actuar de Jesús que habla con todo tipo de familias. Frente a su forma de ver la realidad, ante la que siempre preguntaba a aquel con quien se encontraba, cuando nos encontramos con los otros, especialmente cuando se trata de alguien que vive situaciones diferentes o que no responden a cánones que nosotros mismos determinamos, damos por supuesto muchas cosas.

Frente a esta actitud, siguiendo una idea de Ignacio Ellacuría, es necesario conocer la realidad, hacerse cargo de ella y cargar con ella. Según relataban los ponentes, quien pasa por una situación de divorcio o separación, se hace algunas preguntas: ¿Quién soy yo? ¿Qué hago yo ahora con mi vida? ¿Por qué a mí? En la medida en que se van respondiendo a esas preguntas, mediante un proceso de discernimiento, la persona va haciéndose cargo de su propia realidad.

Desde una actitud cristiana, los grupos SEPAS ayudan a vivir la separación no desde el conflicto y sí desde el encuentro, a recuperar la posibilidad de generar vínculos, a tener esperanza como piedra que construye un nuevo presente.

Sin duda este tipo de experiencias muestran que es posible un nuevo modo de actuar con quienes durante mucho tiempo han sido estigmatizados por la propia Iglesia y a ver este tipo de situaciones con ojos de misericordia para con personas concretas, que muchas veces, sin ser culpables, se convierten en víctimas. Nunca olvidemos que el papel de la Iglesia es acompañar para ayudar a la gente a aprender a ser felices y retomar el pulso de la vida con alegría y esperanza.

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