Obispo de Cuernavaca denuncia en Europa ultraviolencia de México



*En la décima edición de la “Noche de los Testigos” patrocinada por la Fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada del 12 al 19 de marzo.

*Mons. Ramón Castro Castro visita Francia, Luxemburgo y Roma.

Guillermo Gazanini Espinoza / La situación que vive México dada la lamentable violencia, corrupción e impunidad, ha hecho que miles de ciudadanos se encuentren bajo asedio de grupos criminales y de políticos contrarios a la elemental justicia y al sentido del servicio público. Los hechos violentos escalan a niveles inauditos y el número de muertos es el más alto para una nación en paz que no se encuentra en situación de guerra. Morelos, según estadísticas y cifras de observatorios y organismos defensores de los derechos humanos, es la entidad donde el bienestar social y procuración de justicia son vulneradas, está en los diez primeros lugares entre los estados del país con mayor incidencia delictiva.

Diversos líderes han levantado la voz denunciando la lamentable situación de Morelos, hoy en disputa no sólo por grupos criminales, también a causa del poder político que renovará los poderes locales en las próximas elecciones. Mons. Ramón Castro Castro, obispo de Cuernavaca, vive este calvario todos los días siendo la voz de quienes sufren impactados por la tremenda violencia infectada de corrupción.

El testimonio de Mons. Castro está ahora más allá de las fronteras nacionales. Gracias al apoyo de la Fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, el “Mensajero de la paz”, como ya se le viene conociendo, une su voz a la de otros testigos que viven condiciones de persecución del cristianismo en otras partes del mundo donde la guerra e intolerancia hacen de los cristianos blanco del odio que los pone en los linderos del execrable genocidio.

Desde el 12 y hasta el 19 de marzo, Mons. Castro Castro, junto con otros testigos de Egipto (Mons. Kyrillos William Samaan, obispo católico copto de Assiuot) y de Argelia (Padre Paul-Elié Cheknoun) visitan diversos lugares de Francia (Montpellier, Rouen, La Roche Sur Yon y París), Luxemburgo, finalizando en Roma este 19 de marzo en la iglesia de san Luis de Francia para denunciar en Europa la persecución y genocidio coptos, la supervivencia de la Iglesia en África o la situación de violencia en México que ha cobrado la vida de más de una cincuentena de sacerdotes y agentes de pastoral en la décima edición de la “Noche de los Testigos”.

En entrevista a La Vie, publicada el 6 de marzo, justo al inicio de esta visita europea, el obispo de Cuernavaca no dudó en afirmar que la violencia en México es resultado de un “colapso social profundo”. Como afirmaría para el semanario francés, México “es considerado como uno de los países más violentos del mundo. Los sacerdotes que son parte de esta realidad social no están fuera de este contexto histórico. Además, algunos de ellos tuvieron la voluntad y el valor de defender la justicia y denunciar la corrupción… "Donde hay poca justicia, es peligroso tener razón.”

Castro Castro ha padecido en carne propia estos graves efectos de la violencia que se traducen una persecución “sofisticada” en su contra. Según manifestó a La Vie, la lucha por la verdad le ha causado infundadas acusaciones con la intención de disminuir la autoridad moral del prelado que, por el contrario, “se ha consolidado”. La forma como se le ha pretendido desacreditar van desde las acusaciones infamantes basadas en mentiras como haber defendido a sacerdotes pederastas, malversación de fondos para la reconstrucción de catedral de Cuernavaca hasta velados intentos contra su vida como aquél cuando deliberadamente “se dañó el neumático delantero derecho de mi automóvil. Si no hubiéramos notado el daño a tiempo, esta intimidación podría haber causado un accidente fatal”.

Sin embargo, el sucesor de Sergio Méndez Arceo, obispo de los pobres y del aggiornamento en Cuernavaca y de Juan Jesús Posadas Ocampo, víctima de la violencia caído en Guadalajara hace 25 años, no teme por su vida. Sin escoltas o guardias policiales permanentes, el obispo sólo lleva consigo un dispositivo que, en caso de emergencia, permite la asistencia inmediata de la policía federal.

Mons. Castro Castro explora estas causas de la demencial violencia en la Noche de los Testigos. Para él, México saltó de la violencia a la “ultraviolencia”. Como declaró a la La Vie, “la diferencia entre violencia y ultraviolencia no es una cuestión de cantidad sino sobre todo de tipo de violencia. Sabemos que matar a una persona es un crimen, pero matarla y destruir su cuerpo con ácido, cortarle la cabeza, descuartizarla o colgarla muerta en un puente, acompañada de un mensaje relacionado con el tráfico de drogas, son actos que van más allá de la violencia… Estas actitudes muestran que no es posible responder de la misma manera a la violencia y la ultraviolencia… debemos ir más allá, en la raíz de esta furia extrema y deshumanizante. Si realmente aspiramos a la justicia, debemos sanar el corazón humano en sus profundidades, teniendo en cuenta el cambio de época que estamos viviendo y la pérdida de valores que produce…”

La noche del viernes 16 de marzo, cientos de personas se reunieron en la catedral de Notre Dame para escuchar el testimonio de la Iglesia que sufre por el odio del fundamentalismo y las nuevas formas de persecución ante la pérdida del respeto a la vida de cualquier ser humano. En esa lista de países estuvo México asolado por el tráfico de drogas, la guerra entre carteles, la corrupción política e impunidad. La Noche de los Testigos rindió homenaje a sacerdotes y religiosos caídos. Entre ellos, cuatro mexicanos asesinados en 2017: Joaquín Hernández Sifuentes de la diócesis de Saltillo; Felipe Altamirano Carrillo de la prelatura del Nayar; José Miguel Machorro Alcalá, de la diócesis de Papantla y quien prestaba su ministerio en la arquidiócesis de México y Luis López Villa de la diócesis de Nezahualcóyotl.



Mons. Ramón Castro testificó ante cientos de parisinos, el viacrucis de México y Morelos, a nombre de los mexicanos sin voz quienes sufren injusticia y persecución, sometidos al poder del narco y del crimen organizado, por la corrupción e inseguridad donde se vive la dramática situación de familias quienes han perdido a sus seres queridos, algunas sin más opción que ser esclavos forzados de esos poderes, del dolor y tragedia de las fosas clandestinas de Jojutla y Tetelcingo y cómo, por la verdad, en ese Estado sufriente se infama, persigue en colusión con los tres poderes estatales. Mons. Castro ejerce un ministerio de escucha y acompañamiento sufriendo también por la persecución de la calumnia y difamación. La respuesta son las Caminatas por la Paz contra la cultura de la violencia a fin de evadir el silencio cómplice en todo este sistema de muerte con el mensaje pacífico de verdad y de justicia por la dignidad de las personas.



Pocos recordarían que hace dos años, justamente el 17 de marzo, se cumplieron dos años del “enérgico llamado” de los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social (CEPS-Cáritas) a las autoridades del gobierno federal y de Morelos repudiando la rampante degradación del Estado para “esclarecer las situaciones de amenaza e intimidación de que han sido víctimas diversos agentes de pastoral de la Diócesis de Cuernavaca”. Al final los obispos expresaron su solidaridad al obispo Castro Castro, preocupados por las intimidaciones y amenazas en su contra formulando a la opinión pública estas preguntas: “¿Dónde se encuentra el estado de Derecho en nuestro país? ¿Qué otras personas e intereses se hallan en el trasfondo de este ataque tan violento y desproporcionado? ¿Se tratará de otro hecho que quedará en la impunidad total?”

Dos años después, la situación no parece ser la mejor en Morelos y México entero y Mons. Castro Castro denuncia en Europa las condiciones del Estado ultraviolento con la esperanza de renovar y hacer mejor las cosas. Para el Mensajero de la Paz, “el desafío que enfrenta la sociedad no es policial, ni siquiera militar”, implica una naturaleza más profunda y determinante: tiene que ver con la misma ética cultural y política: “No debemos acostumbrarnos a la violencia y la inseguridad; juntos podemos, a través de formas evangélicas, buscar y consolidar la paz”.

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