Padre Genaro Miguel Chávez Vázquez: En el 19-S, la parroquia se convirtió en memorial para todos...



*A seis meses del sismo del 19 de septiembre, el párroco de Nuestra Señora del Carmen y San José cuenta sobre las lecciones ante la tragedia del colegio Enrique Rébsamen

*El espacio parroquial se convirtió en punto de referencia moral indiscutible de ayuda y solidaridad

Guillermo Gazanini Espinoza / Seis meses después del sismo del 19 de septiembre (19-S) que impactó el centro del país, aún quedan muchas cosas pendientes. Cientos de damnificados esperan el fin de la reconstrucción para volver a sus viviendas y, en lo posible, encontrar el punto de normalidad como fue antes de aquella tarde cuando la tierra se estremeció.

La zona cero del sismo fue el colegio Enrique Rébsamen al sur de la Ciudad de México. 19 niños y 7 adultos quedaron sepultados bajo el peso de los escombros, fue uno de los puntos mediáticos que lucró con el dolor donde se especuló y, al final, aparecieron el cúmulo de irregularidades administrativas y omisiones que tuvieron este fatídico desenlace.

De inmediato, la ayuda ciudadana se hizo presente en la zona del colegio mucho antes que la de las mismas autoridades. Destacó la presteza de la Iglesia católica cuando el joven pastor de la parroquia de Nuestra Señora del Carmen y San José en Villa Coapa, padre Genaro Miguel Chávez Vázquez (México, 1976) ordenado presbítero hace catorce años, fue de los primeros en asistir al lugar siniestrado para acompañar a papás, mamás y familias en el penoso proceso de rescate. Otorgó los últimos auxilios espirituales a los niños y, mientras pasaban las horas, su parroquia fue de los principales puntos de encuentro y solidaridad para los damnificados del sismo. Las lecciones del 19-S son evidentes. La tradicional parroquia católica se transformó en casa de campaña de encuentro y solidaridad por su indiscutible calidad moral cuando, en otros ámbitos ligados a la tragedia, emergían irregularidades e historias de corrupción. A decir del joven sacerdote, “el espacio parroquial fue referente de fe y de encuentro” en medio de la desolación cuando las fuerzas del ser humano fueron eclipsadas por el poder de la naturaleza. Aquí les ofrecemos esta entrevista al padre Genaro Miguel Chávez Vázquez.


¿Qué sucedió el 19 de septiembre cuando ocurrió el sismo?

Llegaba después de haber comprado algunos materiales para la parroquia. El sismo me tomó en el estacionamiento del templo. Cuando pasó fui a atender a las personas en la oficina. Un hijo de uno de nuestros colaboradores estaba en el colegio Enrique Rébsamen. Me dijo que iba a la escuela debido a la intensidad del movimiento telúrico. Encendí la radio para saber qué pasaba, me enteré de que la zona de Villa Coapa fue muy golpeada y había caído el colegio Enrique Rébsamen. Junto con nuestros trabajadores fuimos a la escuela, justo donde esta persona iba por su hijo.

¿Qué hicieron al llegar al lugar del siniestro?
Nos encontramos con el derrumbe. Papás, mamás y maestras no sabían qué hacer; los vecinos llegaron primero a ayudar, dos horas después lo hicieron los equipos de emergencia. La Secretaría de Marina está cerca, ahí también hubo derrumbes y por eso los servicios de auxilio tardaron en llegar, además de que la zona tiene colonias cerradas que impidieron su rápido acceso. Algunos voluntarios iniciaron la remoción de escombros y sacaron algunos niños quienes estaban en las plantas superiores. En cuanto llegó el ejército y marina fueron relevados, además arribaron equipos de bomberos y de protección civil por los riesgos de colapso. Mucha gente comenzó a llegar. Fue muy difícil puesto que a mi me tocó recibir los cuerpos de los primeros niños para darles los auxilios espirituales y absolverlos. Me tocó identificarlos para hacer las listas, para esto se necesitaba buscar entre sus ropas algún nombre, credencial o cualquier forma de identidad. Estuve prácticamente hasta las ocho de la noche, acompañando a algunos papás de la comunidad. Seminaristas del Conciliar llegaron para ayudar, pero no pudieron hacer mucho.

Después de la ayuda que prestaste espiritualmente en los momentos más delicados, ¿Qué hizo tu parroquia para asistir a las familias afectadas?
Por la tarde, cuando se veía la magnitud del problema, ordené habilitar uno de nuestros salones para cualquier necesidad desde la recepción de personas heridas o damnificadas y ayuda. Por la noche, junto con los seminaristas, hicimos de nuestra parroquia albergue para vecinos que tuvieron que desalojar sus casas o departamentos cercanos al colegio Rébsamen. También solicitaron espacios para concentrar cobijas, comida y herramientas para retirar los escombros. Organizamos este centro de acopio y el templo fue habilitado como un dormitorio. Conforme pasaban las horas, los mismos jóvenes, a través de las redes sociales, corrieron la voz de que nuestra parroquia estaba recibiendo ayuda para el Rébsamen y la zona de Villa Coapa.



Conforme pasaban las horas, las noticias reportaban la presencia del cardenal Norberto Rivera Carrera. ¿A qué obedeció que el arzobispo estuviera en el Colegio?
Yo no me enteré de su presencia. Después supe que fue a visitar la zona que llamó mucho la atención por la muerte de 19 niños, todo un grupo de segundo año. La maestra murió y sólo una alumna se salvó. No había nada más. Tengo cercanía con varios papás de ese grupo y más bien fue la coincidencia de las anomalías administrativas que quisieron imputarse al cardenal.

Eres párroco de la zona del colegio caído. Los padres de familia vieron en su parroquia un lugar de atención y acogida espiritual…
Desde ese día me tocó acompañar a los papás conforme iban recibiendo la noticia de sus hijos fallecidos. En el lugar les decían y ahí les entregaban sus cuerpos. Generamos la cercanía con ellos. Al día siguiente, se dio de forma natural la celebración de los funerales, el depósito de las cenizas en la parroquia y particularmente de uno quien era muy cercano a la comunidad parroquia. Al domingo próximo siguiente se hizo el funeral general en el jardín de la parroquia con la presencia del obispo auxiliar. Un homenaje que comenzó el acompañamiento a las familias durante el novenario y al mes de la tragedia con la celebración de la misa. Una de las familias, un padre médico, tuvo la inquietud para saber cómo ayudar más. Se organizó una brigada que se llamó “Amigus” -porque el niño fallecido se llamó Gustavo- para el acopio de alimentos y ropa. Hicimos una primera brigada que llevó ayuda a Tepexco, Puebla y luego a otra zona cercana a los volcanes para entregar insumos y proporcionar asistencia médica, este padre de familia invitó a sus compañeros del Hospital Ángeles Acoxpa. Posteriormente siguieron con esa labor con otras brigadas a Xochimilco, Jojutla y a la fecha hacen esa labor de ayuda inspirados en sus hijos.

A seis meses de la tragedia, ¿Qué otras iniciativas de ayuda han nacido en tu parroquia?
La principal es el acompañamiento espiritual a las familias. Después de que pasó la primera parte de la emergencia, recibimos la ayuda de los centros de acopio que cerraron. Ahora acompañamos a los vecinos de la zona que aún no resuelven la situación de sus viviendas, si las van a demoler o reestructurarlas. Estamos hablando de casi cien familias y sólo una persona vive en la parroquia debido a que perdió todo y no tiene ningún lazo familiar. Igualmente se apoyó económicamente a personas para ayudarles con sus mudanzas; fuimos enlace con una ciudad de Estados Unidos en el estado de Washington que envió ayuda de la comunidad mexicana. Una religiosa y cuatro laicas de esa ciudad trajeron ropa y ayuda económica, las hospedamos en la parroquia.

La zona cero de la tragedia fue el Colegio Rébsamen e incluso hubo una desafortunada manipulación mediática. ¿Qué lecciones tenemos al respecto?
Lo más complicado fue el acompañamiento. La ayuda desbordó en el aspecto psicológico y moral, pero desgraciadamente hizo más daño porque no hubo una sola línea o canal. Los papás, desde el inicio, exigían que lo mediático quedara fuera. En la misa del domingo inmediato al temblor, me tocó pedir a los medios que desalojaran el jardín porque el ambiente estuvo muy tenso. Si los medios no salían, el funeral quedaría en suspenso y accedieron a fin de respetar la intimidad de ese momento tan doloroso. Fue muy importante esa cercanía espiritual y revitalizar la fe ante este hecho incomprensible, sin embargo, no faltaron oportunistas de la tragedia, pseudopsicólogos, personas de otras religiones que querían ayudar, pero provocando más confusión en esta parte espiritual. El papel de la parroquia fue importante para conjuntar en un solo camino el acompañamiento a padres y familias. Hoy, muchos niños, incluso de niveles superiores, están traumatizados por los hechos, no han podido reintegrarse a la vida escolar.



Después de la tragedia, y ante los cambios en el arzobispado, se habla de una renovación del concepto de parroquia. Es claro que tu comunidad parroquial fue referente de respuesta espiritual inmediata en un desastre de índole urbano…
Lo principal fue que la gente buscó la parroquia como garantía de ayuda segura. Incluso gente no católica se integró para realizar trabajo de apoyo antes que en las instituciones públicas. Aún más, las mismas entidades públicas buscaron apoyarse en la parroquia al verse rebasadas. No se hizo convocatoria, la gente llegó a la comunidad a ofrecer sus servicios; esa noche, los jóvenes crearon redes de información para saber cuáles eran las necesidades de ayuda, de centros de acopio en Ciudad Universitaria o la situación de condominios en calzada de Tlalpan. La gente tuvo organización con un punto de referencia a la parroquia por la indiscutible calidad moral para sostener esa coordinación teniendo ese espacio físico para realizar con libertad toda esa ayuda.

A seis meses después de la tragedia, ¿Qué hace falta?
La parte material no hace falta, hubo exceso de insumos. Como pasa en estas situaciones, en la etapa de reconstrucción, la ayuda acaba. Ahora hablamos de urgencias económicas, algunos vecinos deben pagar la demolición de su edificio porque es una zona que se edificó hace 40 años y no había seguros para las viviendas. No han tenido los apoyos gubernamentales prometidos y la situación financiera es comprometida al respecto.

El 19 de marzo, ¿Habrá algún evento especial en la parroquia?
Sí, sin embargo, cada mes se procura la celebración donde los papás han tenido al espacio parroquial como referente de la fe y de encuentro para continuar adelante en este proceso de recuperación. Están involucrados otros aspectos como el legal para dar seguimiento a la situación de esas familias, la cuestión del colegio y del apoyo al grupo de padres que proyectan una brigada a Juchitán con el resto de los insumos que están resguardados en la parroquia.

Finalmente, esta tragedia no es cosa fácil. La respuesta de la Iglesia fue inmediata. ¿Cuál es el mensaje de esperanza?
La Iglesia está cerca de ellos, es más que una institución o la parte jerárquica, la comunidad viva respondió y estuvo al pendiente, no es una búsqueda de intereses sólo de fe, está inmersa en las realidades del dolor, de solidaridad viva en un testimonio que no quedó atrás, de personas que siguen de cerca la situación de las familias y los niños. La parroquia se convirtió en un memorial para todos. En el decanato todas las comunidades estuvieron unidas, nos enviaron ayuda económica y en especie. Una parroquia del Ajusco se organizó y los fieles, durante dos semanas, dieron las tres comidas a voluntarios y a personas que se hospedaron con nosotros. La solidaridad del decanato se demostró en la cercanía de los párrocos para responder a la emergencia que vivimos. Ahí estuvo la fraternidad sacerdotal.


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