Megamisión de 72 hrs para realizar "obras buenas" La descafeinada megamisión del cardenal Carlos Aguiar

La descafeinada megamisión del cardenal Carlos Aguiar
La descafeinada megamisión del cardenal Carlos Aguiar

Entre las actividades "misioneras": recoger basura, plantar árboles, promover el reciclaje y reutilización de desperdicios, proteger y cuidar animales, acompañar a personas reclusas, pobres, adultos mayores, enfermos y discapacitados; compartir conocimientos (¿sobre qué?) y apoyar en actividades de albergues y refugios.

Con la convocatoria del arzobispo Carlos Aguiar del pasado viernes 16 de agosto llega la megamisión, un llamado afieles católicos para ejercer al voluntariado en una jornada de 72 hr en “cinco ambientes” para que en octubre próximo se dé respuesta a la intención del Papa Francisco del mes extraordinario para conmemorar el centenario de la promulgación de la Carta Apostólica Maximum illud del Papa Benedicto XV del 30 noviembre 1919.

A manera de ONG y con un nada ingenioso emblema que recuerda al de una televisora católica, la megamisión quiere enrolar una buena de cantidad de voluntarios para realizar obras sociales que pretenden ser sencillas a través de buenas acciones. Con un concepto reducido y estrecho, la misión sufre ahora una mutación para ser activismo de voluntarios quienes serán capacitados en dinámicas o ideas de acciones. Serán tres días consecutivos en cinco ambientes “que concluirán con un rally y un concierto en el Centro Histórico”. Toda persona está interesada en hacer buenas acciones, dirían los coordinadores de la megamisión y, de acuerdo con la convocatoria del arzobispo Aguiar, visitaremos a las personas con alguna discapacidad, las que viven en situaciones de pobreza, los privados de libertad, y los enfermos en hospitales, así como a las comunidades y zonas de nuestra urbe que sufren algún daño ecológico. Según Álvaro Lozano Platonoff, vicario de pastoral de Carlos Aguiar, “las acciones sociales que haremos son sencillas, pero son detalles de amor que fortalecen la vida de alguien que está pasando por momentos difíciles”. 

El pasado fin de semana, el edulcorado semanario arquidiocesano dio sesgados detalles para el reclutamiento de voluntarios. No pasan inadvertidas las actividades propuestas que parecen el producto de consensos y no de pastoral seria, documentada, doctrinal y profunda. Las novedosas actividades de los voluntarios serán recoger basura, plantar árboles, promover el reciclaje y reutilización de desperdicios, proteger y cuidar animales, acompañar a personas reclusas, pobres, adultos mayores, enfermos y discapacitados; compartir conocimientos (¿sobre qué?) y apoyar en actividades de albergues y refugios.

A diferencia de otras convocatorias que en el pasado llamaron a misionar con toda la extensión de la palabra, esta última fue recibida por un presbiterio escéptico, desinformado y marginado en su preparación. Para una buena parte de los sacerdotes, estas actividades son ocurrencias generadas desde la improvisación de encerronas de vino, botanas, café y diagramas en pizarrón blanco para acciones bondadosas en cinco rubros: ecología, cárceles, pobreza, discapacidad y hospitales.

No es temerario decir que esto nace sin espíritu cristiano aunque quiera revestirse de catolicismo. Esto mueve a la reflexión para desentrañar qué está pasando en la arquidiócesis de México, por qué se está poniendo a la Iglesia de rodillas ante movimientos que la detonan desde dentro hasta diluir el mensaje revelado y de salvación que la carta del Papa Benedicto XV enseñó y que, parece, ni siquiera han leído los coordinadores de la eufemística megamisión.

Para no aportar una opinión particular exclusivamente, se echó mano de la opinión de sacerdotes curtidos y con años de experiencia pastoral en la arquidiócesis. Hombres que han trabajado por décadas, conocen y saben de la historia de esta Iglesia y cómo, en el pesado, los antecesores a don Carlos tuvieron una amplitud y altitud de miras para llevar a la Iglesia a un estado de misión con un propósito que no sólo quedó en el reduccionismo de las obras buenas que puede realizar cualquier persona que esté dada de alta en movimientos ambientalistas, como voluntario en comedores comunitarios, sea miembro de confraternidades carcelarias, activo en organizaciones sanitarias o trabajando en favor de políticas públicas para la inclusión de discapacitados.

Los momentos en los que la arquidiócesis de México estuvo en Misión consolidaron procesos profundos, no improvisados; se jugaba el futuro del catolicismo y gracias a esas verdaderas misiones, se pudo salvar a la Iglesia de la erosión secular. Fue esfuerzo de muchos y no sólo de una camarilla; fruición de sabios y expertos pastoralistas, no de disparates de advenedizos y chacoteros voluntaristas; de larga preparación y reflexión, no el resultado de algunas reuniones de sentimentalistas y ocurrentes para las narcisistas selfis en redes.

Cardenal Miranda. Misión recristianizadora
Cardenal Miranda. Misión recristianizadora

Hace más de medio siglo, la arquidiócesis de México trazó un camino en la evangelización al proponer la Gran Misión 1962-1963 convocada por el arzobispo Miguel Darío Miranda el 1o de mayo de 1962, en el marco del año del Concilio y de sus bodas de plata episcopales.

En ese entonces, la Iglesia mexicana preparó a sus delegados quienes serían padres conciliares. Fue un estado de misión declarado en la arquidiócesis para despertar la conciencia de clérigos y laicos sobre la importancia del Concilio y la reevangelización a través de los organismos diocesanos y de las parroquias El cardenal Miguel Darío Miranda solicitó de párrocos, capellanes y vicarios todo su empeño pastoral y llevar a cabo la “magna obra” que representó la Gran Misión de 1962.

En el año de la apertura del Concilio, la arquidiócesis celebró el Día de la Fe, el 12 de octubre, uniéndose a las intenciones de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Se ordenó la solemne profesión de fe en parroquias, vicarías fijas y capellanías en la hora de mayor asistencia de fieles disponiendo, además, días de oración, los lunes por la Gran Misión; los miércoles, la oración de la misa de Jesucristo Sumo y Eterno sacerdote y los viernes las misas votivas del Espíritu Santo por el desarrollo del Concilio Vaticano II. Aun son recordadas las palabras del cardenal Miranda: “Nuestra Misión mirará sobre todo a recristianizar a México empezando por la familia, y justamente en la raíz del cristianismo, esto es en la fe. Una vez vivificada esta raíz, el sentido moral florecerá de nuevo”.

Corripio Ahumada. Vivificar el cristianismo
Corripio Ahumada. Vivificar el cristianismo

Otro momento que vive aún en la conciencia de muchos sacerdotes y fieles fue en el marco de la celebración de los 450 años de las apariciones de Santa María de Guadalupe.La Gran Misión Guadalupana (1980-1981) promovida por el cardenal Ernesto Corripio Ahumada se propuso intensificar la evangelización a través de la formación de pequeñas comunidades para fomentar en cada persona la vivencia de su fe y de su experiencia de ser Iglesia.

Abarcó dos años. Se contagió el entusiasmo misionero a los obispos auxiliares, decanos y párrocos. La convocatoria no fue para reclutar voluntarios sino para florecer en religiosos y laicos la tarea esencial de hacer misión. Dividida en tres etapas, las comunidades a las que se les llevó el mensaje tendrían que caminar por sí mismas para despertar la conciencia de que todos, sin excepción, eran importantes. Se imprimieron temas en fichas con las tres verdades que el Papa propuso en Puebla: Cristo, el hombre y la Iglesia.

El momento más recordado se dio el 12 de diciembre de 1981. La magna celebración eucarística fue la clave que siguió empujando este estado de misión, no a través de un concierto o rally. En Basílica de Guadalupe, la imagen televisada de san Juan Pablo II fue el momento más emotivo por tener de nuevo al Papa mexicano: Vuelvo así, peregrino de fe, como aquella mañana del 27 de enero de 1979, a continuar el acto mariano que tuve en el Santuario del pueblo de México y de toda América Latina, en el que desde hace siglos se ha mostrado la maternidad de María. Por ello, siento que este lugar sagrado donde nos encontramos, la Basílica de San Pedro, se alarga con la ayuda de la imagen televisada hasta la Basílica guadalupana, siempre corazón espiritual de México y de modo particular en esta singular circunstancia… Bien querría que mi presencia entre vosotros hubiera sido también física; mas no siendo posible, os he enviado como Legado mío al Cardenal Secretario de Estado Agostino Casaroli, para que sea una prolongación mía durante estas celebraciones y signo de mi particular benevolencia…

Cardenal Rivera. Organización misionera.
Cardenal Rivera. Organización misionera.

La inercia de esa Gran Misión puso a la arquidiócesis en estado de sínodo para una restructuración y replanteamiento de su tarea. Con el cardenal Norberto Rivera Carrera, en el umbral del tercer milenio, se recuperó el sentido de Nueva Evangelización de san Juan Pablo II y el llamado a la conversión motivando la esperanza. La Misión 2000 comprendió tres etapas: 1999, 2000 y 2001 que se consideró la preparación, realización y proyección. El llamado Itinerario pastoral fue el preámbulo de la ambiciosa labor para la Pastoral de Conjunto en el marco de la Misión.

En una proyección realista, el cardenal Rivera escribía a los fieles de la Iglesia local lo que pretendía con este impulso de la misión: no vamos a esperar resultados sorprendentes, pero sí quiero exhortarlos a que intensifiquemos el esfuerzo de continuidad pastoral, clarificando y asumiendo las etapas y los elementos indispensables para ir consiguiendo en nuestras comunidades una mayor capacidad evangelizadora, según las circunstancias de cada ambiente pastoral. Es mi esperanza que de ahora en adelante estas formas eclesiales e integrales de acción misionera sean el modelo de nuestra pastoral de conjunto en el futuro para realizar una evangelización intensiva con un renovado espíritu y organización misioneros, teniendo en cuenta las prioridades del II Sínodo Arquidiocesano y la continuidad de sus programas pastorales.

La Misión 2000 no debería terminar en el Año Jubilar. La fase del kerigma debería dar paso a fases con mayor amplitud para alcanzar a más personas. Se organizaron equipos misioneros en el que los decanatos serían piezas fundamentales. Llevar a la arquidiócesis en un estado de Misión permanente para evangelizar las culturas y que prefiguraba las riesgosas tentaciones en las que, parece, hemos caído actualmente: Llevar el evangelio a la realidad urbana no de una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces.

La megamisión de don Carlos adolece de todo este bagaje histórico y parece que no hay genios a la medida que emulen aquellas etapas. Ramiro Jiménez, conocido por su actividad en FB y redes sociales, simpatizante de la ideología homosexualista, fue de los primeros sacerdotes de la arquidiócesis en correr a Tlalnepantla para besar la mano de don Carlos al saberse su designación al arzobispado de México. Presumiendo su amistad con el cardenal a través de redes como era su costumbre, le llegó la recompensa a la medida: organizar la megamisión en tiempo récord; sin embargo, el caso del padre Francisco Javier Bautista y el asesinato del joven Leonardo Avendaño, truncaron sus ambiciones al haber sido separado de su responsabilidad debido a supuestas líneas en la investigación. Rebajado a ser vicario en un templo al sur de la Ciudad de México, Ramiro Jiménez fue sustituido por Manuel Sánchez, director de la pastoral juvenil vocacional del arzobispado.

También hay otros nombres en este bodrio misionero. Uno de ellos, Álvaro Lozano Platonoff, cura de buena cuna, ahora enfrenta antipatías y rebeliones del presbiterio arquidiocesano. El flamante vicario de pastoral de la curia aguiarista ha sido sumamente cuestionado por su falta de pericia para la tarea. Recientemente enviado a Colombia para ser capacitado urgentemente, Lozano tiene encima captar a los suficientes reclutas voluntarios que acompañarán al cardenal Aguiar para salir a las calles y tomarse las acostumbradas fotos para hacer nota.

Cardenal Aguiar. Para la foto.
Cardenal Aguiar. Para la foto.

Si la megamisión no ha pegado es porque no contagia y en su esencia hay otras cosas que dejan un amargo sabor en lugar de reflejar la sincera alegría, no como de fotos prefabricadas para portada de un semanario. Lo más preocupante es presenciar cómo en esta arquidiócesis, para reducir la fe y aprovecharse de la buena voluntad de los fieles, el cardenal y sus aguiaristas ponen a la Iglesia al servicio de las modas complacientes de herejías bendecidas por don Carlos: ecologismo, panteísmo, neopelagianismo, relativismo, filantropismo, agnosticismo, modernismo… Todo eso no hace Evangelio. 

Como nunca cobran validez las palabras de un Papa santo que ahora necesita ser revisado:  “Un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar ni aun la propia persona del divino Redentor…”

Eso es la descafeinada megamisión del arzobispo Aguiar Retes. Y con razón ya se le va conociendo como la megaficción.

Megamisión. Descafeinada.
Megamisión. Descafeinada.

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