En gratitud al Pastor...



La evaluación de este largo pontificado podrá generar voces a favor y en contra, pero nunca indiferencia. El Sr. Cardenal afrontó desafíos de la mano de sus colaboradores, problemas más complejos, y donde la Iglesia debe activar su creatividad pastoral y de apertura para la atención de nuevos problemas que no se resuelven con recetas viejas.

Guillermo Gazanini Espinoza / Desde la fe.- La tarde del 26 de julio de 1995, Norberto Rivera Carrera inició un ministerio en actitud de misión y peregrinaje, pero también de gratitud hacia Santa María de Guadalupe y a Dios, quien se fijó en él a pesar de sus limitaciones para realizar semejante tarea: llamado a ser sucesor de Fray Juan de Zumárraga en momentos de profundas transformaciones de una década de retos y dificultades, muy similar a nuestros tiempos, donde las propuestas de reformas y cambios políticos prometían una nueva era de justicia, equidad y participación. A él se le entregaba un gran talento que no debía desperdiciar ni esconder, sino multiplicar.

Los gestos definieron una nueva ruta para la Arquidiócesis de México. Ante Ernesto Corripio Ahumada, el joven Arzobispo tuvo la gran deferencia de inclinarse y besar el anillo, símbolo de la potestad episcopal que ostentó. Símbolos y palabras, que convergieron en la manifestación popular de fe por la acogida, siempre en señal de esperanza por el nuevo pastor. Las crónicas de la época, quizá todavía en el recuerdo de fieles y sacerdotes que lo recibieron, eran de júbilo en lo que implica siempre el comienzo de algo nuevo.

Clérigos y laicos sostenían símbolos religiosos en sus manos, en señal de optimismo al recibir a quien, como lo llamaron, es “nuestro nuevo Arzobispo”, “portador de la buena nueva”, diría el primer nuncio apostólico. Las opiniones coincidieron en que el mensaje del nuevo Arzobispo fue abierto, incluyente y sensible a las dificultades de violencia y económicas del país, al manifestar la preocupación por la crisis y la vulnerabilidad de sectores desprotegidos.

Iniciaba así un gobierno pastoral dedicado a instruir a través de un magisterio profundo sobre los problemas más urgentes de la Arquidiócesis, como las orientaciones sobre la Nueva Era de 1995, las Cartas a los jóvenes, las Cartas a la familia o las Pastorales sobre el cuidado de los enfermos, la atención a discapacitados y las Orientaciones Pastorales anuales para fortalecer la Misión Permanente en concordancia con los propósitos del II Sínodo de 1992, para poner al día la misión de la Iglesia, o bien documentos que desentrañaron el significado espiritual y de fe, como el dedicado a propósito del Bicentenario del fin de la construcción de Catedral en 2013.

Heredera de un impresionante patrimonio religioso y cultural, la Arquidiócesis de México tiene bajo su cuidado notables edificios y monumentos. Consciente de esta importancia de fe en las piedras que guardan la memoria, Don Norberto impulsó obras importantes de restauración de templos y edificios, la rehabilitación de la Catedral Metropolitana a punto del colapso y el mantenimiento del arte sacro con la inversión de millonarios recursos; la reconstrucción de la antigua Basílica de Guadalupe, abierta al culto desde el año 2000 como Templo Expiatorio de Cristo Rey, santuario especial para la adoración a Jesús Eucaristía.

La modernización de la Universidad Pontificia demuestra el cuidado por una sólida formación intelectual de los estudiantes; la creación de dos seminarios, el Redemptoris Mater del Camino Neocatecumenal y el Hispano de Santa María de Guadalupe, que fortalecieron la formación de las vocaciones, diversificando sus propósitos, no sólo para la propia Arquidiócesis, también en atención espiritual a los migrantes con sacerdotes preparados en México para servir en diferentes diócesis de los Estados Unidos; se consolidó la reorganización arquidiocesana de las zonas de pastoral o vicarías territoriales y la presencia de obispos auxiliares, algunos de ellos promovidos al pastoreo de importantes diócesis del país, sin dejar de lado los cientos de sacerdotes que ha ordenado. Algunas particularidades inciden en la atención de los reclusos en los centros de readaptación social, el fomento del ecumenismo al crear el Consejo Ecuménico de México en mayo de 2015 y la pastoral de la caridad con la instalación de comedores comunitarios para pobres y necesitados.

Su vocación por los medios de comunicación impulsó la creación de órganos arquidiocesanos informativos como la agencia SIAME, Desde la Fe y ECO Semanal, cuyos editoriales han repercutido a nivel nacional e internacional, y la oficina de comunicación que también se encarga de la difusión nacional de L´Osservatore Romano, el semanario del Papa, aspecto importante puesto que desde la Arquidiócesis Primada de México se mantiene informada a la Iglesia católica mexicana de las actividades del Santo Padre.

Don Norberto recobró prácticas piadosas que volvieron a las calles como la procesión de Corpus, la Noche Santa, las procesiones de Navidad y el rezo del santo rosario en lugares multitudinarios, devolviendo tradiciones en decadencia debido al secularismo laicista de una sociedad plural y crítica.

Algunos hechos notables para la Iglesia fueron la celebración del VI Encuentro Mundial de las Familias en la Ciudad de México y la presentación del compendio de Doctrina Social Cristiana, además de las visitas del Papa Juan Pablo II en 1999 para la entrega de la Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America, y en 2002 por la canonización de san Juan Diego, celebración que fue un logro esencial después de las controversias entre defensores de las apariciones y los antiaparicionistas por afirmaciones como las que pretendían a Juan Diego como puro símbolo del indigenismo y ser un personaje ficticio.

La visita del Papa Francisco, en febrero de 2016, abrió expectativas y motivó la esperanza en el pueblo de México, no sin controversias cuando los medios habrían de decir que el Papa y Norberto Rivera estaban en franca confrontación. Fue durante la Misa Crismal del Jueves Santo de 2016 cuando el Cardenal zanjó la cuestión, afirmando su lealtad y obediencia al Santo Padre, quien lo ha distinguido con importantes encargos en la Santa Sede, entre ellos, en la asesoría de los asuntos económicos.

Pero no todo fue color de rosa. Norberto Rivera soportó ataques y difamaciones de grupos radicales de izquierda que lo agredieron personalmente, como aquel 7 de octubre de 2007 al salir de la Catedral. La cadena de agresiones registra los hechos lamentables de irrupción violenta en Catedral, como el de noviembre de 2006, lo que obligó al cierre del recinto y, posteriormente, a su apertura bajo resguardo de la Policía Federal y las fuerzas locales. Igualmente, el 24 de abril de 2011, un grupo fanático interrumpió la celebración de la Misa del domingo de Resurrección, profanando imágenes sagradas, lo que motivó al endurecimiento de medidas de seguridad. Aún hoy, el Cardenal afronta graves problemas de intolerancia contra su persona, y las redes sociales son vehículo de descarga de furia desmedida y agresiva contra él, con acusaciones infundadas. En 2002 escribiría: “Agradezco de corazón a todos los que con la verdad y caridad hacen crítica a la Iglesia ayudando así a su crecimiento y purificación, pero lo que es inaceptable es la sistemática difamación y burla de que es objeto”.

La evaluación de este largo pontificado podrá generar voces a favor y en contra, pero nunca indiferencia. El Sr. Cardenal afrontó desafíos de la mano de sus colaboradores, problemas más complejos, y donde la Iglesia debe activar su creatividad pastoral y de apertura para la atención de nuevos problemas que no se resuelven con recetas viejas.

Consciente de esta realidad, intuyó que la Iglesia debe cambiar, pero no es responsabilidad de un solo hombre. En 1995 llamó a demostrar gestos de unidad. Cuánto más hoy en una sociedad fragmentada y vacía de identidad ante lo superfluo y vacuo. Esto exige la promoción de novedosos métodos bajo la vitalidad y frescura de la alegría del Evangelio.

Al final, su ministerio, que es el de Cristo, comienza a abrirse a nuestro juicio para observar el fecundo magisterio y obras conseguidas por el impulso y celo sacerdotales de Norberto Rivera, padre y sacerdote, hermano y servidor para mostrar a Cristo, Luz de las Naciones, conforme lo escrito en el libro del profeta Ezequiel: Ser el Pastor que busca a la oveja perdida, hace volver a la descarriada, cura a la herida, robustece a la débil… Para apacentarlas en la justicia ante el acoso del mal en una sociedad despedazada por la violencia.

Hoy, la Arquidiócesis Primada de México da un justo tributo de agradecimiento al Pastor, quien termina esta misión y peregrinaje con los talentos multiplicados. La célebre homilía de los “Sentimientos Encontrados”, magnífica pieza exegética pronunciada por Mons. Florencio Armando Colín, el 13 de enero de 2018, en Basílica de Guadalupe, sintetizó las características de quien apacentó a la Arquidiócesis por 22 años, “un verdadero y difícil cambio de época” en el cual fue “llamado y ungido” para afrontar problemas con “valentía, firmeza y fortaleza”. Como hace dos décadas, la Iglesia ahora se congrega para dar el justo reconocimiento en agradecimiento por la tenacidad y fe de Don Norberto a pesar de que la tormenta parecía hundir la barca (Mt 4, 39-41) para dar testimonio de aquel quien es Luz de las Naciones (Lc 2, 32), gratitud que se extiende a sus señores padres, don Ramón Rivera Cháidez y doña Soledad Carrera Villanueva; a los sacerdotes y obispos que le impulsaron en su vocación: Mons. José Soledad de Jesús Torres Castañeda, Mons. Antonio López Aviña y el Santo Padre Beato Paulo VI, quien le impuso las manos.

“Por ello elevamos nuestra oración mediante una profunda acción de gracias para que el Señor, justo juez le recompense todos sus esfuerzos”. Nuestra gratitud hacia usted, Padre y Pastor.

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