De señores a servidores



Editorial CCM / La 105 Asamblea de la Conferencia del Episcopado Mexicano finalizó este viernes 13 de abril. Tuvo notables connotaciones que impactarán en el futuro del catolicismo del país y redefinirán el papel del casi de centenar de obispos pastores de un 82 por ciento de la población nacional que, por lo menos en nombre, aún se dice católica.

Acostumbrados al orgullo por ser la Iglesia mayoritaria, anteriores generaciones de obispos actuaron en una especie de zona de confort para medir el terreno de forma calculada sin comprometer intereses y componer con el poder político. En la historia reciente de nuestro país, los movimientos del episcopado fueron demostración del músculo eclesiástico para recuperar el protagonismo erosionado tras los episodios históricos de sangre.

El reconocimiento jurídico trajo consigo una nueva forma de vida para las iglesias, acentuaría sus obligaciones y, en el plano más importante, reconoció el derecho de libertad religiosa con todas sus consecuencias, aunque en esto todavía faltan algunos pasos como la reglamentación del artículo 24 constitucional para separar la libertad de religión y convicciones como derecho humano de la regulación específica en materia de asociaciones religiosas.

Sin embargo, la 105 Asamblea de la CEM deja lecciones concretas. La aprobación del Proyecto Global de Pastoral 2031-2033 (PGP 2031-2033) ofrece la oportunidad de trazar líneas comunes de acción pastoral ante los desafíos de una sociedad cada vez más cambiante y sometida a diversos problemas en donde la acción de la Iglesia debe manifestarse no de forma autoritaria, autorreferencial, prepotente y soberbia, sino desde la dinámica evangélica de la caridad, la misericordia y la paz. Tras dos años de trabajos, los amplios consensos para lograr este documento no deben quedar en el papel, ahora el paso más arduo y difícil es que los diagnósticos y lineamientos ahí descritos sean conocidos por la amplia población católica que ni siquiera conoce quién es su párroco.

Si bien la aprobación del PGP 2031-2033 fue el principal cometido de la Asamblea, otros dos temas ocuparon a los obispos. Tras las grandes polémicas sobre las actuaciones del obispo de Chilpancingo-Chilapa, Mons. Salvador Rangel Mendoza recibió el espaldarazo a su labor pastoral definida como valiente. Ante la debilidad y ausencia del Estado, la influencia moral y el poder evangélico de la Iglesia tiene preponderancia como factor de paz aun cuando le vaya la vida misma de sus ministros como ha sido en este sexenio particularmente violento con veintiún sacerdotes asesinados.

Desde luego no queda en segundo plano la pasarela de candidatos a la presidencia de la República. Quizá el más grande dilema de los prelados está en saber quién tiene las propuestas reales y objetivas para responder a las urgencias planteadas a los candidatos (derechos humanos; justicia, solidaridad y participación, sistema económico y estado de derecho); sin embargo, la queja de los obispos no fue omisa al manifestar la “indignación y graves realidades de exclusión que nos sacuden y violentan”.

Los frutos de la 105 Asamblea de la CEM deben darse al corto plazo. De inmediato, como lo ofrece el diagnóstico, la sacudida a las estructuras eclesiásticas viene de una realidad secular que parece rebasar la capacidad de actuación y respuesta de los obispos. Por lo pronto, esta misma los lleva a examinar su papel ante una sociedad cada vez más escéptica y herida aún en sus convicciones íntimas. Considerar el camino para pasar de señores a servidores.
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