ACLARACIONES AL TEMA ANTERIOR

Aclaro tres cosas, que ya han aparecido en los comentarios:

1. Cuando digo - casi al final - que "Para Pablo, la fe no relaciona con el "otro mundo", he querido decir: "Para Pablo, la fe nos relaciona con el "otro mundo". Ha sido una errata, una más, por descuido y prisas indebidas.

2. No es correcto atribuir a Pablo que él defendió la justificación por la fe, en contra de las obras... Eso no lo dijo ni Lutero. La Iglesia Católica y las Iglesias de la Reforma han suscrito un acuerdo sobre este asunto, que fue capital en las controversias del s. XVI. Utilizando el lenguaje de Pablo, "el hombre se justifica (se rehabilita ante Dios) por la fe, independientemente de la observancia de la Ley" (Rom 3, 28). Pero esa fe debe ser una fe coherente y, por tanto, ha de traducirse en una conducta.

3. A algunos puede sorprender que el Dios de Pablo no coincida con el Dios de Jesús. Es comprensible esta sorpresa. Pero eso no nos debe ni escandalizar, ni parecer absurdo. Porque Dios es inabarcable para el entendimiento humano. Y por eso, nada tiene de extraño que Pablo (que era un ser humano) entendiera a Dios de manera menos completa que lo que entendió y explicó Jesús. El Dios de Pablo es el Dios de Abrahán. Pablo, como buen israelita, entendió a Dios como lo podía entender un israelita de aquel tiempo. El Dios de Pablo no es falso. El Dios que Pablo tenía en su cabeza, como el que cada cual tiene en la suya, es siempre e inavitablemente un Dios incompleto, que no es abarcable en su totalidad. Porque Dios nos trasciende, es el Trascendente. Lo más que podemos conocer de Dios es lo que se nos ha revaldo en Jesús. Pero ya he dicho que Pablo no conoció a Jesús totalmente, sino parcialmente. Pablo conoció al Jesús glorificado, pero no conoció al Jesús terreno, antes de su glorificación mediante la resurrección. Pablo conoció al Jesús que, mediante la resurrección "fue constituido" Señor e Hijo de Dios (Rom 1, 4). Pero no conoció al Jesús anterior a la resurrección. Y sin embargo, la historia humana del Jesús terreno es constitutiva de la revelación que Dios nos hizo de sí mismo en Jesús. Este punto capital no es tenido en cuenta debidamente por muchos cristianos y por no pocos teólogos. Por eso hay tantos creyentes que, al referirse a Jesús, no se atreven a decir Jesús, sin más; no les gusta eso. Y se aferran a llamarlo Jesucristo o Nuestro Señor Jesucristo. Eso es una deformación que urge subsanar entre los cristianos.
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