Sentarse a calcular

Cálculos recomendados

Sentarse a calcular

Se diría que lo propio del Evangelio  es animarnos a la generosidad sin condiciones y que, en cambio,  una postura calculadora estaría en sus antípodas y no se consideraría  propia de un seguidor de Jesús. Sin embargo, en una de sus parábolas él mismo recomienda ese cálculo de manera insistente: “Si uno de vosotros piensa construir una torre, ¿no se sienta primero a calcular los gastos y ver si tiene para acabarla?” (Lc 14,28) Es decir  que el cálculo es rescatado de la lista de actitudes negativas y trasladado a la de “recomendables”. Lo mismo pasa con pensar en la propia conveniencia porque lo que se espera de un cristiano es que busque solamente la voluntad de Dios. Pero de nuevo el Evangelio introduce una variante en nuestros piadosos discursos y leemos en él estas palabras de Jesús a los suyos: “Os conviene que yo me vaya… (Jn 16,7). Si somos sinceros, hasta nos suscita cierta inconfesable incomodidad: “Si sabré yo lo que me conviene y lo que no, con lo poco que  me gusta que lo decidan desde fuera sin preguntarme…”

 Quizá esto nos sirva de aprendizaje para acercarnos al Evangelio con la actitud de Moisés cuando subía al encuentro del Señor en el Sinaí: iba con las tablas de piedra lisas y vacías de todo contenido, convencido de que quien tenía algo que decir era Él, que lo que había que escribir en las tablas era cosa suya y por eso, cuantos menos discursos llevara él preparados, mejor. “Cada mañana, con la cabeza despejada y serena, acojo las palabras sagradas” dice Erri de Luca. “He llegado a entender que acogerlas no significa aferrarlas, sino ser alcanzado por ellas, estar tan tranquilo que me deje agitar por ellas, tan indiferente y sin planes personales previos que pueda recibirlos de ellas, tan soso que me deje salar por ellas. Así he hospedado en mi casa las palabras de la Escritura sagrada”.

21 RS, Noviembre 2019

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