Phyllis Zagano, profesora de Hofstra University de NY Defensora de la ordenación de mujeres, en la Comisión sobre las Diaconisas

(Cameron Doody).- El Papa Francisco estableció ayer la Comisión de Estudios sobre el Diaconado de las Mujeres -encargada con el análisis de la posibilidad de que se reinstaure en la Iglesia la figura de la mujer diaconisa- y entre sus miembros se encuentra al menos una defensora de la ordenación de mujeres, tanto al diaconado como al sacerdocio: la profesora estadounidense Phyllis Zagano.

Además de ser profesora de la Hofstra University en el estado de Nueva York y bloguera del National Catholic Reporter, Zagano es también autora de numerosos libros sobre el papel de las mujeres en la Iglesia.

En septiembre del 2015 dio una presentación en el marco de la conferencia del grupo Women's Ordination Worldwide ("La ordenación de las mujeres para todo el mundo") en Filadelfia, y este mayo ofreció una conferencia virtual en el portal de Futurechurch ("La Iglesia del futuro"), una organización que aboga por la participación plena y activa de todos los católicos en la toma de decisiones en la Iglesia.

Pero los argumentos que sostiene Zagano a favor de que se les ordene a las mujeres van más allá de gestos de reivindicación y activismo, como sería de esperar de una académica que ha dedicado muchos años de su vida a la investigación sobre el tema.

Partiendo desde la observación de que en su Carta a los Romanos (16.1) el apóstol Pablo llama a Febe "diácona", y no "diaconisa" -usando la misma palabra que se emplea para los varones diáconos- la profesora Zagano demuestra que mujeres como Febe estaban involucradas, de modo igual que los hombres, en servicios en la Iglesia primitiva como la evangelización, la catequesis, la unción de los enfermos y la oración litúrgica. No solo eso, porque como Zagano evidencia los ritos de las Constituciones Apostólicas codificadas por los Concilios de Nicea (325) y Calcedonia (451) -y, más claramente, el ceremonial contenido en el manuscrito bizantino del siglo VIII conocido como "Barbarini 336"- especifican que a las mujeres se les ordenaba sacramentalmente, en estrecha proximidad al altar.

Para la profesora Zagano, entonces, el meollo del asunto es que si durante una parte sustancial de la historia las mujeres podían ser diáconas, de forma igual que los várones -y si el diaconado forma parte del sacramento de orden sacerdotal- entonces las mujeres ya han participado en ese sacramento. Pero si la disciplina de la Iglesia no permite, por el momento, que a las mujeres se les ordene presbíteros, aún se podría recuperar la sacramentalidad de su ministerio histórico como diáconas.

Si no se les permite actuar, como hacen los sacerdotes varones, en persona de Cristo Cabeza de la Iglesia -in persona Christi capitis- podrían conducirse, por ejemplo, in persona Christi servi, en persona de Cristo Serviente, descripción del ministerio del diaconado formulada por la Comisión Teológica Internacional en el 2002. Es vital, explica Zagano, que las mujeres puedan identificarse con Cristo, porque la alternativa implicaría no solo que los hombres y mujeres difieran ontológicamente sino que hubiera una parte de la naturaleza humana que Jesucristo no habría redimido, por no haberla asumido en sus carnes.

Esto sería un resumen de los argumentos que la profesora Zagano traerá a las reuniones de la Comisión de Estudios sobre el Diaconado de las Mujeres. Pero por el momento, la académica se limita no a enzarzarse en argumentos sino a expresar sus deseos para el trabajo de la Comisión. "Espero participar en una discusión seria no solo acerca de la historia de las mujeres en el diaconado sacramental en el cristianismo, sino de las posibilidades para el futuro", afirmó la profesora este martes a una reportera de The New York Times.

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