La imagen lo dice todo: el Papa Francisco, sentado en la octava fila, acude como un feligrés más a la misa que ayer tuvo lugar a su predecesor, Pío X, en una de las capillas de San Pedro.
En una ceremonia a la que asistieron una veintena de fieles, Francisco participó de la Eucaristía, pero no en el altar, sino como un fiel de a pie. Escuchó las lecturas, tomó la comunión y recibió la bendición del celebrante, antes de regresar a sus cometidos como Pontífice. Una muestra más de que este pontificado es único.