Francisco Javier Molina, escolapio en República Dominicana “Para ser un buen hijo de Calasanz uno tiene que tener dos cosas: humildad y paciencia”

(Diócesis de Albacete).- Francisco Javier Molina García, tras dieciséis años en la educación, dirección, organización y gestión del Colegio Escuelas Pías de Albacete, emprende ahora una nueva etapa como escolapio en República Dominicana.

-Después de dieciséis años en el Colegio Escuelas Pías de Albacete (Escolapios), se va ahora a República Dominicana, a trabajar en la obra educativa que tiene allí la Orden a la que pertenece, fundada por San José de Calasanz, pionero de la educación popular y cristiana. ¿Desde cuándo es escolapio?

Desde los 20 años de edad, que fue cuando pedí mi admisión al noviciado de los Escolapios. Tengo 52 años, pues treinta y dos llevo de escolapio, y en abril de este año he cumplido veinticinco años como sacerdote. Y sí, soy escolapio de Albacete, de esta ciudad, pues yo nací en la calle Tejares y estudié en el Colegio de Escolapios, desde los 6 años hasta los 14.

-¿Cómo le surge esa llamada? ¿Por qué toma esa decisión?

Yo iba a estudiar Ingeniería Técnica de Telecomunicaciones en el centro de Enseñanzas Integradas de Alcalá de Henares, pero en septiembre de aquel año, en vez de irme a hacer esa carrera, me fui al Seminario a hacer el noviciado directamente. Tuve una experiencia en Pascua, también en ese verano... yo desde pequeño tuve la suerte de tener grupos de referencia en el colegio: grupos cristianos, el grupo scout. En realidad, los amigos que sigo teniendo se gestaron ahí y yo creo que fui creciendo como cualquiera que va siendo instruido en la educación en la fe. En mi casa esa referencia no la tenía tan clara -tampoco en contra-, pero en el colegio sí.

-Y tuvo que hacer un discernimiento para ver si era para usted la vocación de ser escolapio, pues ya tenía unas opciones de estudiar algo que le gustaba.

Y tenía también una cierta relación con una chica que conocía de hace tiempo. Sí, tenía que hacer un discernimiento. Fue en torno a los 19 años cuando después de estar trabajando mucho tiempo con niños en los scouts, sobre todo con lobatos, cuando me planteé que en la Iglesia hacía falta también un servicio presbiteral. Yo fui al noviciado y allí viví el discernimiento. Me fui pensando que estaría unos dos o tres meses... y como ves, no ha sido así, seguí hacia adelante y tomé la decisión de ser escolapio.

-Y durante este tiempo de escolapio, ¿dónde ha estado?

Hice el noviciado en un pueblo de Valencia, en Algemesí, luego estuve estudiando primero en Valencia, dos años; después en Salamanca; regresé a Valencia; estuve un año en República Dominicana, y me ordené en Valencia. Hice el servicio militar, estuve trabajando y luego mi último período ha sido en Albacete, desde los últimos dieciséis años. Me mandaron a esta ciudad para dos años, pero he estado dieciséis.

-¿Y qué tal esta etapa aquí en su tierra?

Te voy a confesar que vine un poco forzado, porque yo en Valencia por entonces estaba muy metido en diferentes cosas: con universitarios, trabajando con una ONG... era el momento de las ONGs, en el ámbito de ayuda al desarrollo, sobre todo de cooperación. Con catequistas, estaba metido en catequesis de Comunión. Daba clase, y quería también hacer el doctorado de Pedagogía. Y en ese momento me pidieron que viniera a Albacete porque yo era de aquí y hacía falta un director en el colegio y luego también porque mis padres vivían aquí aunque no me necesitaran en ese momento y bueno, pues finalmente, después de resistirme tuve que obedecer y vine. Y la experiencia para mí ha sido la verdad que gratificante, muy gratificante.

-Entonces, el balance es positivo.

Sí. Haber podido devolver yo un poquito de lo mucho que recibí aquí, esto es muy gratificante, porque yo estuve muchos años en el colegio de pequeño, y la verdad que los alumnos de Albacete te hacen fácil el servicio de educar y evangelizar. Me cuesta marcharme, si digo que no me cuesta mentiría. Sí, para mí el balance ha sido positivo, creo que no me he guardado nada de lo que pude hacer, me he sentido estimado por mucha gente, cosa que también valoro y que uno también necesita, y bueno, pues un episodio cerrado en este momento, pero bien, yo creo que estuvo bien aunque no lo entendiera en un primer momento.

-Y ahora se abre una puerta en República Dominicana, donde ya estuvo un año y ahora vuelve.

Sí, estuve un año antes de ordenarme de sacerdote, en el Colegio de Santo Domingo. Ahora voy a otra zona, a La Romana, ciudad mucho más popular, de grande como Albacete y más extensa, porque las edificaciones son bajas. Siempre he anhelado ser escolapio en algún contexto más pobre o con más necesidad, de hecho estuve dos veces en África, que me cautivó el corazón, fue en Guinea Ecuatorial. Ahora he podido optar por ir a América y voy contento: para mí es un regalo trabajar allí, donde también es muy importante educar y evangelizar, tareas muy propias del carisma escolapio y podré estar más volcado a la pastoral que a la educación, organización y gestión de centros, que es a lo que más me he dedicado en Albacete.

-Un regalo poder transmitir ese carisma escolapio al estilo de San José de Calasanz.

Bueno, el listón de Calasanz es muy alto, porque él fue muy, muy generoso, un hombre bueno y audaz. Tuvo mucho coraje y arrojo, supo dar una respuesta. Yo me conformaría con ser honesto y coherente con la vocación que he recibido e intentar colaborar con lo que otros han hecho antes que yo. Voy a La Romana a integrarme en lo que otros han iniciado, a aportar lo que sé. Para ser un buen hijo de Calasanz uno tiene que tener dos cosas en las que él insistía mucho: ser humilde, o sea, ir sin pretensiones a ningún sitio, -yo creo que eso es clave y lo intento vivir así-, y la paciencia, tener mucha paciencia. Sí, yo quiero intentar ser un hijo de Calasanz y un hijo de Dios allí, dando lo mejor que pueda, con la mayor humildad y paciencia.

-Muchísimas gracias desde Albacete por todos los alumnos que han pasado por el colegio durante estos dieciséis años y que vaya todo muy bien.

Gracias a vosotros y gracias a esta Diócesis de Albacete a la que me siento muy vinculado. Siempre me he sentido muy querido por los obispos que he tenido el gusto de conocer: a D. Victorio Oliver, a D. Francisco Cases y a D. Ciriaco Benavente en el último tiempo y, bueno, pues os pido que os acordéis de rezar por mí. Yo rezaré por esta diócesis y por este lugar, porque también tengo mucha familia aquí.

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