Homilía con dolor José Moreno: "Nos toca acercarnos a tu cruz y a tu mesa, y ver que el pan está partido"

Esperanza
Esperanza

"Alfonso es hoy para nosotros la imagen del Dios crucificado y resucitado"

"Buscaremos la vida y nuestro amor será fecundo, seremos mucho más que dos. Y aparecen los tesoros de Miri y Clara"

"Soportando lo que los trabajos tienen de deshumanizadores y conocedor del Evangelio y la persona de Jesús, alejado de la institución"

Cómo nos gustaría Señor, que nos visitaras esta mañana, como hiciste con Marta y María cuando murió su hermano Lázaro y nos devolvieras a Alfonso… pero no, nos toca abrazarnos a tu cruz y a tus pies clavados, a tu cuerpo diezmado y entregado para dar vida a los otros. Nos toca acercarnos a tu mesa y ver que el pan está partido para ser repartido. Símbolo de una vida y de una muerte, misterio del hombre y misterio del Dios encarnado, el que fue una señal envuelto en pañales y acostado en un pesebre, que terminó sus días crucificado por haber pasado haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal, el que fue resucitado y se hizo eterno en su amor, para poder ser esperanza de todos los rotos y tristes de la historia, para ensalzar y glorificar a todos lo que en su vivir serían benditos del Padre.

Desde dónde situarnos hoy, desde quién vivir este momento. Dónde y cómo nos hablas tú Señor, en este momento en que solo habita en nosotros el silencio del dolor, de la pregunta, del misterio, de la oscuridad… Pregunta en la desolación no puede ser otra: ¿Dónde estás, tú, mi Dios… dónde Alfonso?  Y sentimos tu invitación divina a escucharnos en el mismo que aparentemente crucificado, se hace sacramento de tu presencia en el dolor de su ausencia, Alfonso es hoy para nosotros la imagen del Dios vivo, del amor divino en lo humano. El misterio de la fe, sigue repitiéndose para nosotros, el crucificado es el lugar del resucitado. Es en la señal de los clavos y de la lanzada donde tu vida se hace presente y nos invita a la esperanza en medio del dolor.

Tu imagen

“Envuelto en pañales y acostado en un pesebre…”. El niño inquieto, seguro, firme, responsable y trabajador… el joven vivo y despierto… el luchador, el estudiante universitario, el joven profesional… En su familia de acogida, amado y cuidado: sus padres, su hermano. Ahí la alegría y el dolor, la muerte y la vida, la maternidad y la orfandad. Todo traducido en retos para vivir y no darse por vencido. Superando el dolor con amor y preparándose a amar y querer hasta la profundidad de una vida entregada sin límites. 

“Donde está tu tesoro allí está tu corazón…”

Todo traducido en retos para vivir y no darse por vencido

De la verdadera y limpia amistad al amor más puro, el encuentro del enamorado. Nadie me mira como tú, a nadie veo como te veo a ti amada… la ilusión del amor en la opción por el otro. Te amaré eternamente, hasta que la muerte nos separe. Buscaremos la vida y nuestro amor será fecundo, seremos mucho más que dos. Y aparecen los tesoros fecundados de Miri y Clara, esos ojos llenos de luz que os han iluminado y que hablan de eternidad, de amor más fuerte que la muerte, cuando parece que ésta viene a separaros. Nada os podrá separar del amor auténtico, aunque sea en el duelo y el dolor de la ausencia.

“Vivir en Nazaret… junto a los suyos”

En esta tierra y con este pueblo, con esta gente, arraigados a lo natural, a lo sencillo, a lo fraterno y familiar… a que sus hijas vivieran con los suyos. El amor a lo propio y el deseo de lo sencillo, de lo cotidiano, del amor. Queriendo escapar de la vorágine del mercado sin entrañas, soportando lo que los trabajos tienen de deshumanizadores y aspirando a una conciliación de amor y cariño en la familia y en la tierra. Esas idas y venidas… esa presencia…

Verdaderamente en ti he encontrado el reflejo de una fe tan verdadera como sencilla. Conocedor del Evangelio y de la persona de Jesús, alejado de la institución. En el amor te acercaste el rostro de un Dios enamorado que apostaba por la vida. Esperabas el reencuentro con tu madre resucitada, la vida tenía que tener sentido, el amor no podía ser no auténtico, y para ser verdad tenía que ser más fuerte que la muerte. Y eso sólo Dios podía hacerlo. Y ahora, de la noche a la mañana, como el ladrón que no se espera, te arrebatan la vida de esta orilla y tenemos que aprender a verte en la otra. A entrar en comunión contigo, como tú entrabas con tus seres amados. Qué difícil. Ahora tu comunión con Dios es directa, sin ninguna mediación, y nosotros nos quedamos con tu vida y tu persona en el recuerdo, queriendo comulgar con la historia y ojalá con la esperanza. Enséñanos a creer en la resurrección, desde esta cruz.

Esperabas el reencuentro con tu madre resucitada, la vida tenía que tener sentido, el amor no podía ser no auténtico

“Tomad y comed: esto es mi cuerpo…”

A Jesús nadie le quitó su vida, la entregó libremente. Y llega tu muerte y tú sigues dando testimonio de tu presencia resucitada desde el primer momento, ahí está tu firma sellada de una alianza eterna, tú eres donante. No quieres que nada quede infecundo, si el grano de trigo no cae en tierra y muere no da fruto… y tu último gesto es de siembra fecunda, de cosecha de vida en tu propia muerte, no hay mayor testimonio del crucificado, que ha resucitado, que se resiste a una muerte de vida… La vida continua y tú te apuntas a ella. No puede haber mayor anuncio de resurrección. Por eso Dios quiere que escuchemos tu voz y tu amor en este momento de dolor y desolación radical.

De la noche a la mañana, como el ladrón que no se espera, te arrebatan la vida de esta orilla y tenemos que aprender a verte en la otra

“Venid vosotros benditos de mi Padre… entra Alfonso en la gloria y prepara estancia de amor y alegría a los tuyos, a tus preferidos.

No te inquietes por las dificultades de la vida,

por sus altibajos, por sus decepciones,

por su porvenir más o menos sombrío.

Quiere lo que Dios quiere.

Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades

el sacrificio de tu alma sencilla que,

pese a todo,

acepta los designios de su providencia.

Poco importa que te consideres un frustrado

si Dios te considera plenamente realizado,

a su gusto.

Piérdete confiado ciegamente en ese Dios

que te quiere para sí.

Y que llegará hasta ti, aunque jamás lo veas.

Piensa que estás en sus manos,

tanto más fuertemente cogido,

cuanto más decaído y triste te encuentres.

Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz.

Que nada te altere.

Que nada sea capaz de quitarte tu paz.

Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.

Haz que brote,

y conserva siempre sobre tu rostro,

una dulce sonrisa,

reflejo de la que el Señor

continuamente te dirige.

Y en el fondo de tu alma coloca,

antes que nada,

como fuente de energía y criterio de verdad,

todo aquello que te llene de la paz de Dios.

Recuerda:

cuanto te deprima e inquiete es falso.

Te lo aseguro en el nombre

de las leyes de la vida

y de las promesas de Dios.

Por eso,

cuando te sientas apesadumbrado, triste,

adora y confía.

Teilhard de Chardin sj


Nuestra oración: “Padre en tus manos encomendamos a nuestro hermano Alfonso y con él nuestro espíritu”

Vida, cruz, muerte y resurrección
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