"El estilo para conducir la nave" Juan Pablo I, un hombre santo para la época de la televisión

(Guillermo Gazanini).- No podía dejar de lado este 37 aniversario de la elección de don Albino al trono de Pedro, el Papa que insistió en la humildad y servicio, en el primerear y salir por los alejados. ¿Coincidencias con el estilo Bergoglio? Quizá no. Más bien es el estilo con el que debería ser conducida la nave, el de Cristo, que muchas veces fue eclipsado por el de la Iglesia de los príncipes.

Cuando Luciani fue llamado a suceder al primero de los apóstoles, se decía, había llegado el tiempo de los servidores para sacar las reformas del Concilio y desmantelar la Iglesia de la parafernalia y pastorear en fidelidad al Evangelio y la Tradición. Sociólogos, periodistas y expertos dirían del perfil del Papa moderno en 1978: "Un hombre santo para la época de la televisión, un hombre con esperanza y alegría, un santo que sepa sonreír".

En la noche del 26 de agosto de 1978, los fieles en San Pedro quedaron cautivados por la sonrisa de un Patriarca que venía dejando su humanidad por el bien de los demás. Un hombrecillo sí, pero su simplicidad, calor humano y estilo hicieron transparente la gracia del Señor. Como Francisco, la primera acción innovadora fue su mismo nombre. El Arzobispo de Malinas-Bruselas, Cardenal Suenens, el 25 de octubre de 1978, alabaría la sencillez del nuevo Papa como auténtico estilo en la vida de la Iglesia que pondría final a una herencia del pasado, grave como manto de plomo sobre los sucesores de Pedro. Para los tradicionalistas, Luciani fue causa de prurito cuando rechazó la coronación y dejó la sedia gestatoria; sin embargo, el pastor llegó a los corazones cuando tocó las fibras más íntimas del ser humano explorando los eventos más cotidianos y dramáticos de cada persona.

Para leer el artículo completo, pinche aquí.

Volver arriba