El arzobispo de Guayaquil quiere que la Iglesia salga a las villas-miseria Monseñor Cabrera: "El camino del Papa va calando y moviendo incluso a los más escépticos y desconfiados"

(José M. Vidal).- Luis Gerardo Cabrera Herrera es una especie de mirlo blanco entre la jerarquía ecuatoriana. Por su pasado franciscano y por su sensibilidad social se emparenta con la línea de los grandes obispos-profetas ecuatorianos, como Leónidas Proaño. Desde hace unos meses rige la diócesis de Guayaquil, la más numerosa de Ecuador. Desde allí saluda la 'primavera' de Francisco, que "va calando y moviendo incluso a los más escépticos" y, como el Papa, apuesta por "redoblar la presencia de la Iglesia en las villas-miseria".

¿Cómo se siente casi recién estrenado arzobispo de Guayaquil? ¿Está consiguiendo ya 'querer mucho' a su gente, como se proponía en su homilía de toma de posesión?

En dos meses, me siento bien en medio de las personas con las que he podido entrar en contacto; su cercanía y confianza hacen que el diálogo sea más abierto y dinámico. Si bien nadie ama lo que no conoce, en el campo en el que me muevo, es curioso, existe una apertura para que uno se sienta parte de su familia; diría que nuestra gente comienza amarnos antes de conocernos.

¿Siendo el pastor de la diócesis más poblada de Ecuador, su cargo reviste un plus de responsabilidad eclesial y social?

Por supuesto, la responsabilidad es mucho más grande. Basta pensar en el número de habitantes y en la complejidad y amplitud de servicios sociales y religiosos, lo cual constituye un gran desafío para buscar nuevas estructuras de servicio. Lo que me da seguridad y serenidad, sin embargo, es la presencia de cientos y hasta miles de personas que trabajan con una gran voluntad y generosidad extraordinaria.

Acaba de visitar Monte Sinaí, una enorme villa-miseria. ¿Se le ha encogido el corazón? ¿La Iglesia intensificará su presencia allí como 'hospital de campaña'?

El contacto directo con la realidad social y económica es el punto de partida para cualquier acción pastoral. Junto con la vivienda, pude constatar varios programas que llevan adelante, como salud, educación, alimento, elaboración de calzado. Es un espacio donde la Iglesia debe mantener su presencia y redoblar sus esfuerzos para ayudar a las personas a que tomen conciencia de su dignidad y de sus capacidades y superen las limitaciones mediante la organización y la solidaridad.


¿El Ecuador resiste a la ola secularizadora? ¿Podrá superar la 'crisis del petróleo'?

Ecuador, como todos los países, vive esta ola secularizadora, que intenta fragmentar y oponer lo religioso a lo social, a lo político, cultural y científico. Es un problema sobre todo del mundo intelectual que aún no logra sintetizar (poner juntos) varios saberes, en gran parte, por una serie de prejuicios. Para muchos sectores de la sociedad, lo religioso debe reducirse al ámbito exclusivamente privado e individual. Pero la realidad es otra. El ser humano es una unidad de pensamiento, sentimiento y acción, de espiritualidad y compromiso social, de temporalidad y trascendencia.

En cuanto a la crisis del petróleo que, según algunos expertos, es la más grave desde sus orígenes, pienso que sí será posible salir adelante. Las dificultades, por lo general, son un estímulo para buscar nuevas soluciones, de tal modo que no se dependa únicamente de estos recursos no renovables. Lo importante es no perder la calma, creer en nuestras propias posibilidades y continuar con las acciones de solidaridad crítica y creativamente. Los trabajos que se realizan en Monte Sinaí son un ejemplo de autogestión y solidaridad.

¿A orillas del Pacífico y sufriendo los efectos de El Niño, se agradece todavía más la apuesta por la 'casa común' y por la ecología integral del Papa Francisco?

La Encíclica del Papa Francisco "Laudato si" está en una fase de asimilación en varios sectores. Aún debemos trabajar mucho por conocer el alcance de la misma. No será fácil llevar a cabo iniciativas orientadas a respetar y cuidar el medio ambiente, sobre todo, por los intereses económicos y políticos de los grandes monopolios. Sin embargo, constatamos un gran entusiasmo, particularmente en los jóvenes, para proteger a la casa común de las más diversas formas de contaminación y explotación irresponsable de sus recursos.

¿Tiene vitalidad la Iglesia latinoamericana para convertirse incluso en un referente para la Iglesia universal?

Por el momento, la mayor parte de los cristianos católicos se encuentra en América Latina. Además, la Iglesia cuenta con una valiosa reflexión y una acción pastoral muy experimentada, desde donde ha afrontado los grandes desafíos religiosos, sociales, económicos y culturales. Esto ha hecho que muchos países de Europa, Asia y África y de otros continentes estén pendientes de lo que ocurre entre nosotros. El espíritu misionero y la solidaridad con los pobres, que el Papa Francisco promueve a nivel universal, son algunas de las opciones claras de la Iglesia latinoamericana.


Como padre sinodal, ¿qué espera de la exhortación postsinodal del Papa?

Si bien del documento final del sínodo sobre la familia fue dado a conocer, es de esperarse que el Papa Francisco, a la luz de toda la rica reflexión que se dio en los grupos y en las sesiones plenarias, ofrezca algunas orientaciones para la formación y el acompañamiento pastoral de las familias en sus más variadas circunstancias. Miro con mucha esperanza la apertura para dialogar sobre estos temas con mucha libertad a partir de las realidades en las que la familia se debate.

¿La revolución tranquila de Francisco es imparable e irreversible?

Los cambios dentro de la Iglesia y de la sociedad no son tan rápidos ni profundos como uno se imagina. Dependen de las personas; por ello, necesitan de tiempo para interiorizarlos, confrontarlos con lo que se vive y buscar los cauces apropiados. La presencia del Papa, sus palabras, gestos y acciones, sin lugar a duda, nos ayudan a soñar en un nuevo modo de vivir la fe cristiana, la solidaridad con los necesitados, la comunión entre nosotros. Pero estos sueños hay que concretizarlos y esto depende, en gran parte, de nosotros. Lo importante es asumir sus grandes intuiciones y comprometernos con ellas con toda pasión, inteligencia y voluntad.

Da la sensación de que a algunos jerarcas de la Iglesia les cuesta ponerse al paso del Papa. ¿Por qué?

En gran parte se debe a la ley de la inercia. Fácilmente nos acostumbramos a un estilo de vida, a unas prácticas pastorales, que nos llevan a pensar que son las únicas y terminamos casi canonizándolas. Si aparecen nuevas propuestas, nos resistimos pensando que son novelerías o que no tienen incidencia en la vida. Sin embargo, el camino trazado por el Papa Francisco, poco a poco, va calando y moviendo incluso a los más escépticos y desconfiados. La frescura del evangelio siempre será una fuerza que rompa las estructuras mentales y pastorales más rígidas.

El obispo de Camiri (Bolivia) acaba de proponer unos Estados Unidos de Sudamérica. ¿Es necesario y factible algo así?

Como propuesta, me parece interesante; muchas fronteras geográficas, culturales, económicas y políticas desaparecerían. Pero habría que preguntarse si los grandes grupos de poder de cada uno de los países están dispuestos a abandonar sus prebendas y privilegios. Es un sueño que valdría impulsarlo e iniciar el diálogo en todos los niveles de la sociedad, de tal manera que la propuesta vaya cristalizándose en sus aspectos jurídicos, políticos y económicos.


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