Madre Teresa de Calcuta, canonizada Y Vicente Ferrer, ¿para cuándo?

(Josemari Lorenzo Amelibia).- Por fin ha llegado el día de la canonización de la Madre Teresa de Calcuta. Hacía tiempo que era esperada y deseada. Al parecer sufrió en su vida algo normal: su fe sentía desazón, angustia, temor... pero nunca llegó a una duda positiva. Algo parecido a lo que le sucedió a la otra Teresa, la del Niño Jesús. Hubo una pausa prolongada para ver luz en este proceso. Al fin, nuestro papa Francisco supo discernir y abrió gozoso el camino un tanto cerrado en el proceso. Hoy está en los altares. Damos gracias a Dios.

Vicente Ferrer

Admiro a las personas como Teresa de Calcuta. Mujer albanesa llena de ilusión en su alma. Se hizo religiosa, de esas que se dedican a la enseñanza. A sus 36 años, cuando yo tenía 12, el año 46, ella marchaba a la India con otras compañeras. Iba a impartir clases de Geografía a niñas ricas. Pero su vocación se trocó mediante una fuerte gracia de Dios. Nos cuenta que iba en un tren de escasa velocidad y observaba desde allí la extrema pobreza de las gentes. Su corazón grande se inflamó, porque Dios lo tocó con su gracia. No pudo aguantar llevar una vida cómoda.

Hoy canonizan a Teresa de Calcuta. Cuando llegó a la India a dar clases, unos días de retiro espiritual acabaron con su transformación. Pidió al obispo que le dispensara de pertenecer a aquella congregación; le costó, pero al fin salió para dedicarse a los más pobres: los enfermos, a los más miserables. Empezó su misión durmiendo en el convento de las Hermanitas de los Pobres de Calcuta. Desde allí visitaba los barrios marginales, donde abrió una escuela para niños, debajo de un árbol. La fuerza de Dios estaba en ella a pesar de su debilidad. Era Teresa poca cosa: pequeñita y cargada de espaldas; ocupaba muy poco su persona. Y es una santa de las grandes. Que nos ayude a ser generosos.

Vicente Ferrer

Pero me viene a la mente otro santo que tal vez nunca será canonizado. En mi corazón lo veo en el Cielo, en un lugar destacado. Pero... nuestros dirigentes eclesiales tal vez no opinen lo mismo. Su obra de amor no desmerece de la de Calcuta. Incluso en cierto sentido es mayor, porque impidió la pobreza, la enfermedad y la muerte en algún millón de personas. Me refiero a Vicente Ferrer. Fue jesuita y se salió. Se casó con todas las de la ley; creó una familia y su obra social de amor y de prevención la pobreza fue inmensa.

Era Catalán, de Barcelona. Nació el 9 de abril de 1920. En el templo catedral empezó a conocer a Dios. Fue movilizado hacia el frente popular en la guerra civil española. Y tomó parte en la batalla del Ebro; con tal suerte que no hubo de disparar ningún tiro; además allí vio de cerca la barbarie, la muerte, el dolor. Y recibió una gracia actual, una iluminación del Señor tan grande que influyó para siempre en su vida religiosa.

Vio la pobreza reinante y esto le impactó hasta los huesos. Empezó construyendo - incluso hacía de albañil - un hospital y un colegio. Barruntó entonces por dónde iba a orientar su vida. No era capaz de evangelizar así, por las buenas, sin hacer antes algo para mitigar el hambre y la miseria. Antes de hablar de Dios - se decía - he de cubrir estas primeras necesidades vitales.

Pero sus métodos comenzaron a no gustar a los superiores de la Compañía de Jesús ni a las autoridades civiles. Las autoridades civiles temían que aquel hombre caritativo se inmiscuyera en la vida de la gente: tarde o temprano se harían católicos y el hinduismo, la religión local, se vendría abajo. No se podía permitir la estancia de aquel hombre en la India. Los religiosos por su parte quisieron reconducirlo: que dé clases, que predique, que... pero el padre Vicente no tenía corazón para dejar morir en la miseria a aquellas personas a las que amaba desde el primer momento. ¡Y le obligaron a emigrar! Cientos de miles de personas se manifestaban en las calles y plazas de Bombay contra la salida del "Father". La revista "Life" hablaba de él ya como del santo desconocido. Fue propuesto entonces para Nobel de la paz. Indira Gandhi tomó cartas en el asunto. Dijo: "El Padre Ferrer marchará una temporada de vacaciones, pero después volverá".

Cambio de rumbo

La Compañía quiso atarle corto, y las autoridades seguían resistiéndose a que regresara. Pero al fin se quedó en una de las zonas más pobres de la India. Se asentó en Anantapur. Y no fue a dar clases como le pedían los compañeros. Su corazón no podía resistir al ver tanta miseria: se creía llamado a poner remedio. Después, ya llegará con facilidad la evangelización: ante todo que la gente pueda vivir. En resumen, no fue comprendido por los superiores de la Compañía de Jesús. Él debió de sentirse frustrado en este aspecto. Pero a nadie maldijo. De nada se quejó. Lo suyo era amar, hacer algo para que aquella gente pudiera vivir.

En 1969 conoció a una mujer joven: Anna Perry, periodista inglesa, veintidós años más joven que él. Y se casaron por lo civil el 4 de abril de 1970. Enseguida lo expulsaron de la Compañía. Más tarde, en cuanto pudo, se casó por la Iglesia. Tuvo tres hijos. Moncho sigue hoy con la obra de su padre junto con Anna, la madre. Pronto, pues, estuvo en orden toda su situación eclesial. Y la obra siguió. Al menos ya no pondrían trabas sus superiores antiguos, y los civiles tampoco. ¡A seguir trabajando!

El milagro fue de la Providencia que le dio fuerza y le asistió para que no fracasara. Él siempre confiaba en Dios; jamás lo alejó de su memoria, y continuaba "sin otra luz y guía que la que en el corazón ardía". Discurrir, "pelear", moverse, pedir a Dios... todo junto y sin desfallecer. En una ocasión se le presentó un joven, tipo raro en una moto rara. Lo recibió con cariño sin saber quién era. Otro, no hubiera recibido a aquel esperpento. Pero él lo hizo con amor. La sorpresa fue enorme: aquel muchacho era hijo de una de las grandes fortunas del mundo. Al marcharse le entregó una donación pingüe. ¡La Providencia actuaba en un caso extremo! Pudo salir Vicente de uno de los grandes baches de su obra. Creó la CDT (Consorcio para el Desarrollo Rural). En España el año 96 la FEF, La fundación Vicente Ferrer. Y poco a poco, sin prisa, pero sin pausa comienzan los números de su obra, el milagro de la transformación del desierto en terreno cultivable. He aquí algunas cifras:

Números cantan

A lo largo de estos años se han construido, mediante su acción y dirección, 39000 viviendas; 230 embalses entre grandes y pequeños; un centro de terminales de sida; un centro de planificación familiar; 14 clínicas rurales; 1696 escuelas con 158000 alumnos de primaria y secundaria; centros abundantes para gente discapacitada; 70000 mujeres se unen para participar en cualquier aspecto de la vida; se conceden micro créditos para poder comenzar pequeños negocios. La obra hoy está en pleno rendimiento, apoyada por muchos miles de españoles que colaboran en la ONG. Pasan de dos millones y medio de personas las que gracias a este hombre de Dios ha cambiado la miseria por el bienestar relativo, la pre muerte por la vida.

Cuenta José Bono que le preguntó en cierta ocasión cuál era su religión. Y así contestó Vicente: «Creo que el mundo y la pobreza tienen arreglo, creo que la única solución vendrá del amor. Ésa es mi religión» Y de él decía el mismo Bono: "Vicente, eres un ejemplo para la Humanidad, no por lo que has dicho, sino por lo que has hecho"

Final

Una embolia cerebral lo dejó en marzo, hace tres meses, postrado. Después de algún breve tiempo de lucidez mental ha entregado su alma al Señor el día 18 de junio del 2009. En su anterior enfermedad, cuando él pensaba que le había llegado la muerte, no quería volver; deseaba ir ya a Dios, pero el Señor lo ha mantenido varios años de propina para consolidar la obra. Su memoria no se extinguirá. Donde hay caridad y amor allí está Dios. Y en la vida y obra de Vicente Ferrer ha habido mucha caridad, mucho amor. El pensamiento y la acción de este hombre siempre han estado ligados a Dios, Padre, Providencia. Siempre entregado a su prójimo. Solía decir Vicente: "Yo he hecho un pacto con la Providencia y nunca me ha fallado". Aquel sacerdote misionero supo anteponer las necesidades vitales de los nativos a sus propósitos espirituales. Él supo por qué. De todas las maneras está abonado el campo ahora para la evangelización.

En aquellos momentos le expulsaban del país porque no querían ninguna predicación cristiana. La mayor predicación, la del amor, ya está hecha. Ahora que empiecen la segunda parte aquellos que puedan. Mejor terreno no van a encontrar. El espíritu cristiano está allí ya del todo.

Probablemente la Iglesia no lo canonizará por ahora. Tendrán que pasar muchos años. Pero Ferrer ha hecho un gran milagro de cuarenta años: transformar a dos millones y medio de personas de indigentes en normales. ¡Milagro de amor! Vicente Ferrer tenía ya nombre de santo. Pero dejemos que aquellos a quienes corresponde lo declaren al cabo de los años. Esperamos. Aunque ¡qué pena! De parte de los dirigentes de la Iglesia española no he escuchado ni he leído una línea laudatoria para este hombre de tanta o mayor categoría que Teresa de Calcuta. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos ilumine a todos.

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Son dos casos paralelos: el de Teresa y el de Ferrer. De Teresa está ya definida su estancia por siempre con Dios en el Cielo. De Vicente, lo esperamos, incluso privadamente nos encomendamos a él. Solo un papa puede canonizarlo y creemos que por ahora, ninguno lo hará. Dios nuestro Señor sabe quién es más santo. Yo, a los dos aprecio, admiro, respeto y reverencio. Los dos son estímulo para mi pequeñez.

Gigantes.


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