“Quiero mantenerme libre”, Mons. Cristóbal Ascencio García, Obispo electo de Apatzingán




Guillermo Gazanini Espinoza. Religión Digital. / Tepatitlán de Morelos, 25 de noviembre.- El padre Cristóbal Ascencio García, nacido en Josefino de Allende, Jalisco, en marzo de 1955, fue electo, a los 59 años, cuarto Obispo de Apatzingán, diócesis creada por Juan XXIII, el 30 de abril de 1962. Su formación y ministerio sacerdotal abarca cualquier aspecto de las cuatro dimensiones exigidas para los presbíteros de la Iglesia. Formador y responsable de la filosofía y teología en el seminario de San Juan de Los Lagos, director espiritual, rector y especialista en derecho canónico por la Pontificia Universidad Gregoriana, además de ejercer el ministerio de exorcista y de juez eclesiástico en su diócesis. Recientemente, Monseñor Felipe Salazar Villagrana, Obispo de San Juan de Los Lagos, lo designó párroco de San Francisco de Asís en Tepatitlán de Morelos, Jalisco.

Esta semana platiqué con el padre Cristóbal, un hombre bondadoso, cuya convicción sacerdotal y fe se refleja en la serenidad y temple de su ministerio. Su nombramiento, quizá, llama la atención por las difíciles condiciones de Michoacán y de la diócesis de Apatzingán que, a principios de este 2014, era considerada la “plaza y joya” de los grupos del crimen organizado que tenían sometidos a la Tierra Caliente. Recordamos cómo, en noviembre pasado, el Obispo Miguel Patiño, de quien fue conocida su renuncia al gobierno pastoral y aceptada por el Papa Francisco el mismo 17 de noviembre, había escrito una carta donde denunció la condición de estado fallido y, posteriormente, la persecución a la que se vio sometida la diócesis, incluso bajo amenazas del crimen organizado para atacar y quemar la Catedral.

A casi un año de esos hechos, se presume de una pacificación de Apatzingán intervenido por autoridades de la federación y aún sin reponerse de los grandes azotes, de los destrozos de su economía y la recomposición del tejido social.

La llegada de un nuevo pastor siempre es signo de esperanza, especialmente de un hombre que quiere llevar la Buena Noticia de Salvación, sabe que ser libre es condición sin la cual no puede generarse la liberación. En San Francisco de Asís, Tepatitlán, la serenidad que percibí del Obispo electo durante esta generosa platica, es fruto de una confianza total en Dios quien le dará la fuerza para cumplir con su tarea en el delicado ministerio que iniciará en 12 de febrero de 2015. Una serenidad para ser testigo de la luz y audaz para afrontar a los poderes de este mundo, dentro y fuera de la Iglesia.

Aquí la entrevista al padre Cristóbal Ascencio García, cuarto Obispo de Apatzingán.

Usted ha tenido una larga trayectoria en todos los ámbitos de la vida de un presbítero y ahora, el Papa lo nombra Obispo. Cuando recibe la noticia ¿cuál fue su primera idea, qué pasó por su mente en ese momento?

La primero que vino fue “Es voluntad de Dios”. Cuando el Nuncio Apostólico me dijo, “el Papa Francisco lo nombra a usted como Obispo de Apatzingán”, recibí la noticia con serenidad, no dije ¿por qué yo? Es voluntad de Dios. Me preguntó si aceptaba y dije: Si Dios quiere esto, lo acepto con mucho gusto. No me puse a pensar en otras cosas, por qué esta diócesis y no otra, si Dios me quiere para Obispo, aquí estoy.

La diócesis de San Juan de Los Lagos tiene algo. Hace dos meses, el padre Gerardo Díaz fue nombrado Obispo de Tacámbaro, vecino a la diócesis de Apatzingán. ¿Ya platicó con él?

Sí, fue de los primeros en felicitarme. El próximo lunes, el señor Arzobispo de Morelia me invita a una reunión de la Provincia y, desde luego, habrá oportunidad de platicar con los demás obispos; pero sí, fue uno de los primeros en felicitarme y pensó que estaba desanimado, me habló para darme ánimos; yo le agradecí, no platicamos muy largo, fueron unos quince minutos.

Pasa a la condición de ser padre de los presbíteros, el que guía a los presbíteros. Hablemos primero del clero; su antecesor, el Obispo Miguel Patiño, en el cincuentenario de la diócesis de Apatzingán, habló de dos elementos esenciales: eficacia pastoral y unidad en el clero. En esa diócesis tenemos una situación sui generis del presbiterio, sacerdotes metidos en la acción política y otras circunstancias. ¿Cuál será su actitud ante este presbiterio, que les animará a tener en cuenta?

Mi primera actitud ante el presbiterio y la diócesis será escuchar y observar por mí mismo, darme cuenta de la situación real. Mi pensamiento no es llegar y dar normas y criterios, lo primero es empaparme de la realidad que vive el presbiterio; sin lugar a dudas puede ser una la que conozcamos quienes estamos fuera y otra diferente conforme la realidad que ahí se vive. Quiero observar y vivir cercano al presbiterio desde luego sin apresuramientos, pero conociendo la realidad de los sacerdotes, el ambiente y a cada uno. Una vez que haya visto por mí mismo y observado, si considero oportuno, daré criterios para ayudarme y ayudar a ser lo que somos: Pastores del Pueblo de Dios que debemos conducir según los criterios dados y que no hemos inventado, los del Evangelio y del Buen Pastor.


Mi actitud será estar con ellos, conocer y después, en un acto de discernimiento, junto con los equipos presbiterales, el consejo de consultores, señalar lo que tenemos que decir inspirados, ante todo, por el Evangelio. Llego para vivir mi fe en Cristo, como cristiano, sacerdote y Obispo y desde el principio, acompañar.

Aunque es difícil en la situación que vive Apatzingán, por ejemplo, los presbíteros que legitiman las autodefensas, ¿usted llegará a apoyarlos, tendrá en cuenta su actividad como forma de pastoral?

Primero hay que ver si la acción de estos hermanos sacerdotes está en la línea de la pastoral social, del magisterio de la pastoral y si es así, habrá que alentarlo. No estar en política de partidos ni ser instrumentos de ciertos grupos sino al servicio del Pueblo de Dios y de la comunidad. Todos somos seres políticos, pero los sacerdotes no hemos de inmiscuirnos en política de partidos y estar atentos para no ser manipulados; entonces hay que confrontar con la doctrina social de la Iglesia, la pastoral social y alentar. Todo lo que sea semilla evangélica, yo estaré para alentarlo en la diócesis de Apatzingán; todo lo que es semilla del Evangelio hay que abonarle para que crezca.

El Papa Francisco ha dicho a todos sus colaboradores, a sus hermanos en el episcopado y a los presbíteros que hay que oler a oveja. En Tepatitlán usted ha mostrado un ánimo de no confrontar sino de fortalecer a la gente en la esperanza y vivir la fe. Y echa mano de una actividad fundamental que es la piedad popular. ¿Esa es una de las formas para llegar a las periferias?

Sin lugar a dudas, llega a las periferias y al centro también. Me ha tocado estar en parroquia de centro en estos tres meses y medio y veo que aquí, lo mismo que en las periferias porque he estado en barriadas y en comunidades campesinas, hay una experiencia enriquecedora. Veo que la piedad popular llega a todos y cada quien nos toca. Aquí en el centro he visto que es un medio para llegar a las personas de cualquier parte.

Hay otra cosa que llama la atención, las fallas o vicios de la fe. Aún cuando tenemos el tesoro de la piedad popular, mucha gente confunde devociones y esto es un aspecto que hay que pulir en las parroquias. ¿Qué vicios de la fe observa que hay que corregir para fortalecernos en la esperanza?

En la religiosidad popular hay mucho que purificar. Por ejemplo, que las personas distingan muy bien la imagen de la realidad. Algunas personas se quedan en la imagen de Cristo o de la Virgen en cualquiera de sus advocaciones y no van a la realidad. Veneramos tanto la imagen del Señor de la Misericordia y dejamos de lado el sacramento de la Eucaristía, la hostia consagrada, donde Cristo está realmente presente. Dejamos de adorar a Cristo en la Eucaristía por venerar una imagen, esto hay que purificarlo aquí y en muchas partes. Algo más de la fe, pensado en religiosidad o piedad popular es, en este camino, vivir la coherencia, que nuestro obrar y actuar corresponda con aquello que profesamos. Si creemos en Dios que es comunión de personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, lo mostremos en la vida, en la comunión con los demás, con los cercanos, la unidad que vemos en la Trinidad dándole coherencia a nuestra vida con el Evangelio que proclamamos.

Emergen expresiones religiosas que son gancho para los católicos. A unas cuantas calles de esta parroquia, lo que podría ser inusitado en una ciudad de raigambre católica, se abren templos de otras denominaciones religiosas. ¿Qué nos está fallando teniendo en cuenta que estos nuevos movimientos satisfacen la sed de fe de los católicos que dejan la Iglesia?

Sin pretender agotar la respuesta, nos está fallando presentar nuestra propuesta evangélica de forma personalizada, menos masiva y más personal. Nos falta la atención personalizada de los fieles, no sólo somos cerebro y voluntad, también corazón. Tenemos un cúmulo de emociones y sentimientos. A veces en nuestra fe católica nos ha faltado llegar al corazón y ofrecer el Evangelio en respuesta a las necesidades que tenemos. Lo que el Papa nos dice en su magisterio es insistir y llegar al corazón viviendo la ternura y la bondad. En las comunidades de una diócesis, esto es lo que hemos trabajar, un rostro de Iglesia que sea cercana, facilitadora, sin quitar la exigencias para bien de las personas; facilitadora de la salvación e instrumento donde las personas puedan acceder a Cristo con facilidad sin quitar lo que pide desde la formación catequética. Fortalecer la cercanía física y moral, emocional. En mi servicio he visto que esto hace mucho bien, purifica y va respondiendo a lo que la gente espera de sus pastores y agentes de pastoral.

Hay contrastes. La gente que se va de la Iglesia dice que no tuvo la atención personalizada, como usted ya lo afirma, ni tampoco la formación y conocimiento de la Biblia y que en su nueva iglesia ahora conocen la Palabra de Dios y, por el otro lado, está un criterio de laxitud, es decir, que los sacerdotes no tengan concepciones férreas de imposición de dogmas, simplemente dejar ser sin posiciones extremas olvidando el equilibrio, propiciando la fe a la carta.

Cuando dejamos la fe a la carta podemos simplemente buscar respuestas humanas, de alguna manera los pastores debemos estar en cercanía con estos grupos y personas para hacer una propuesta evangélica, no abrir una inmanencia donde busco mi satisfacción o lo que me interesa de momento impidiendo la trascendencia, llegar al que está más allá, pero también es cercano, a Jesucristo que nos invita a ir más allá de nosotros.

Para cerrar el tema de los nuevos grupos religiosos, tendrá usted un reto muy difícil que, si bien está presente en la diócesis vecina de Tacámbaro, impacta en Michoacán y es la Nueva Jerusalén la cual, en 2012, generó un conflicto muy duro en cuestiones educativas.

No conozco exactamente la realidad para tener un juicio certero, pero creo que este grupo pide ser comprendido, ver las causas y orígenes de esta situación. Tenemos que ser muy abiertos, pero también listos para decir una palabra que sea salvadora, no para condenar sino para buscar la Verdad e iluminar desde ella.

Vamos a los grupos específicos que atiende como presbítero, pero concentrarán más su atención como padre y pastor en Apatzingán, los niños y los jóvenes. Las condiciones en las que nos encontramos son de verdadera emergencia hacia esos sectores. Niños abusados, explotados, jóvenes olvidados. ¿Qué les debemos a los niños y jóvenes y qué necesitamos hacer por ellos, de forma urgente, en la Iglesia?

A los niños les debemos, sobre todo, mucha protección, cuidarlos. Los niños necesitan de los papás y de las instituciones empezando por la Iglesia católica, pero también necesitan ser alimentados con experiencias de salvación; los niños son muy sensibles a lo sagrado, necesitan ser alimentados, no sólo de verdades, también de experiencias de fe para que experimenten el amor de Dios. Hablando como cabeza de Iglesia, necesitamos asegurarles esta protección, seguridad en el campo de lo moral; la seguridad física y jurídica le tocará al Estado, pero nosotros debemos darles protección moral y alimentarlos con la Palabra de Dios aprovechando que ellos descubren el mundo.

Los jóvenes, otro campo diferente, necesitan testimonios creíbles, claros de fe, necesitan guías que propongan a Jesucristo, Nuestro Salvador, Maestro y Hermano cercano, reflejado en los pastores, testimonios de fe vivos. No hay que descuidar la pastoral juvenil. A pesar de tantas cosas que se dice de ellos, aquí en Tepatitlán doy gracias a Dios por la respuesta de los jóvenes, de grupos que, acompañados por el sacerdote, avanzan dando testimonio, deseosos de ser formados, acompañados, de dejarse conducir, dóciles al espíritu. No abandonar la pastoral juvenil y buscar los medios necesarios para que los jóvenes perciban que nos interesamos en ellos, su bien, sin ningún interés, para que vivan en Cristo una vida plena buscando su atención integral empezando por la promoción espiritual. Es un trabajo desafiante por todos los retos de la juventud, pero estoy convencido de que no se debe abandonar.

Otra deuda es con los migrantes. México vive una crisis humanitaria y se ha convertido en su tumba. La Iglesia ha sido migrante y es particularmente sensible a esta realidad.

Es conmovedora esta situación por la que pasan los migrantes. Aquí no somos paso de mayor afluencia de hermanos que vienen de Centroamérica, pero me conmueve el corazón y hay que hacer algo, no sólo pensar en darles de comer sino qué debemos hacer para que sean tratados humanamente. No hay que descartar el compartir, pero hay algo más, el respeto de los derechos, de la vida, de no ser ultrajados y violentados en su persona. Es muy doloroso y se transforma en un grito para nosotros que dice Aquí estoy, qué hacen por mí.

Usted es perito en derecho canónico y juez en el tribunal eclesiástico lo que le lleva a conocer de cerca las problemáticas del matrimonio y de las familias. ¿Qué urgencias hay en la familia, tomando en cuenta esta experiencia?

Urge la madurez de las personas, madurez humana, formación en el hogar y en las instituciones, en las escuelas, esto está siendo descuidado. Para formar una familia, en la unión de un hombre y una mujer, se requiere la madurez afectiva y humana. Tengo la convicción de que la propuesta bíblica de matrimonio y familia es de salvación y yo estaré para apoyarla como Dios nos la presenta. Si se abandona, sería para mal de la comunidad cristiana y del mundo entero. La propuesta que Dios nos ha hecho es muy sabia en el sentido de la complementariedad entre un hombre y una mujer. Defender y promover esta propuesta, estoy convencido, es para salvación de la misma humanidad y preservarla, familia unida por el amor y abierta a la vida.

Al Cesar lo que es del César y A Dios lo que es de Dios. Esa región de Michoacán donde está la diócesis que va a gobernar se encuentra bajo el cuidado de las autoridades de la federación para recomponer el tejido social perdido. ¿Qué relaciones piensa trabar con las autoridades? ¿Serán de acercamiento, serán de cuestionamento o de interpelar a la manera de Cristo?

Me vislumbro como pastor y al ir a aquella Iglesia lo hago para todos. Quiero interesarme por todos, las autoridades, los grupos que haya, quiero sentirlos como la parte que el Señor me ha encomendado para anunciarles el Evangelio. Quiero estar cerca d todos evitando caer en la manipulación, quiero mantenerme libre ante las personas. Solo la persona que es libre puede ayudar a la liberación, entonces estaré dispuesto, con mi servicio de pastor, a colaborar al bien integral de la comunidad. Al ser necesarias las acciones conjuntas, estaré dispuesto a esto. Y cuando se necesite confrontar o decir una Palabra del Evangelio, para las autoridades o para los grupos, habrá que decirla. Desde luego se requerirá la parresía, la valentía del Evangelio para decirlo porque de otra manera no estaremos haciendo el bien. Voy con ese ser para todos, construir el Reino de Dios desde la Verdad, desde la justicia, no desde otra situación, en ningún momento apoyar la corrupción sino la transparencia. Estoy seguro que lo único que nos hará libres es la Verdad y esa es Cristo, de ahí quiero partir. Si alguien no acepta al obispo, no acepta el mensaje, respeto su mentalidad, pero yo quiero que lo que hagan y digan brote del corazón que quiere proponer el Evangelio.

Recuerdo que Monseñor Miguel Patiño denunció duramente las condiciones de Michoacán y el Estado fallido ¿Qué ha reflexionado sobre esto?

Recuerdo la noticia y la carta, muy valiente, que hizo mi antecesor. Gracias a la carta se puso atención a esta parte del Pueblo de Dios. Desde luego habrá que tenerla en cuenta y seguir, de alguna manera, haciendo alusión a ella. Eso es lo que surge del corazón del Buen Pastor, hacer, describir y decir, estoy convencido, será para bien y si es una confrontación, a quien sea.

¿Inclusive comprometiendo la misma vida?

Inclusive comprometiendo la vida. No podemos dejar de ser conscientes de esto. Se requerirá de la fuerza del Espíritu Santo, hay que proponer la Verdad, no buscando el choque o agredir a las personas sino que brille Cristo, que brille Su Verdad y Su Nombre.

Los obispos de México dijeron Basta ya! Una carta muy fuerte donde se dice que, como mexicanos, no podemos seguir soportando tanto sufrimiento, corrupción y sangre. Nuestras urgencias como nación son graves, ¿qué le dice al Pueblo de Dios que está en Apatzingán?

En primer lugar me uno como Obispo electo a esta propuesta. El miércoles pasado mi Obispo, don Felipe Salazar, en El Cubilete, proclamó esta carta y lo felicito porque la hizo con mucha fuerza y valentía: Basta ya! Felicito al Episcopado Mexicano y me uno a él desde ahora, moralmente, y de todo corazón. Si nos toca dar una palabra y no la decimos, tenemos que dar cuentas a Nuestro Señor.

Se había juzgado al Episcopado de pasivo y de tener una reacción tardía. La carta llega en un momento oportuno. Sin embargo, ¿podría ser una confrontación con la autoridad? ¿Estará en el ánimo de exhortar?

Yo creo que es un acto muy evangélico, no busca la confrontación con la autoridad sino que caiga en la cuenta de lo que está haciendo o dejando de hacer para que se viva en la paz y en la justicia o la paz en la justicia. Pienso que es una denuncia y ésta busca el bien de las personas o instituciones, no el mal. La palabra de todo profeta no deja de ser buena nueva que es anuncio y denuncia aunque duela porque es en la búsqueda de la Salvación y para que las personas reaccionemos a la conversión y al cambio.

Mucha gente ya no tiene esperanza, vive en el sinsentido de la vida, en el miedo, temor y zozobra presentes en muchos lugares, particularmente en Michoacán donde usted será uno de sus pastores. La vida de muchos ha cambiado y sus circunstancias son muy dramáticas. Y así le pregunto, ¿vale la pena ser cristiano? ¿Vale la pena seguir creyendo?

Claro, desde luego que sí. Vale la pena ser un hombre de fe, creyente de Cristo, vale la pena ser cristiano católico. Vale la pena vivir como creyente, ser signo de esperanza en un mundo desesperanzado, ser signo claro y creíble de que la vida se puede vivir de otra manera, dejar todo aquello que nos ha hecho perder el sentido de la vida, dejar de creer en Dios y en Jesucristo, Nuestro Salvador. Vale la pena esperar sobre todo cuando la esperanza se fundamenta, no en realidades humanas, sino en su fuente, Jesucristo; en Él todo puede ser posible, cambiar la situación. Voy a este Estado, con mucho gusto a Apatzingán y con amor, preparándome espiritualmente, invitando a mi comunidad a orar por Apatzingán. Voy con la seguridad puesta en Cristo, de que puedo poner mi granito de arena y suscitar esperanza, la fe en este pueblo que la tiene, pero que muchas veces está opacada o muchos la habrán perdido. Voy a poner un granito de arena unido a los obispos de la Provincia de Morelia, unido a mi presbiterio sobre todo. No voy solo, Cristo, primero, es el que va conmigo, pero no solo porque estaré en el Colegio Episcopal de la Provincia, con los sacerdotes de mi diócesis que, para mí, son voz muy autorizada y a los que quiero estar escuchando siempre e invitarles al discernimiento y que seamos pastores según el Corazón de Cristo, no según las ideologías que nos invitan a ser líderes de cualquier clase. Hay que ser líder, pero líder-pastor, no perder nuestra identidad, imagen del Buen Pastor que se ha arriesgado no obstante nuestras debilidades y carencias, nos asume para ser sus pastores. “Yo mismo buscaré a mis ovejas”, “Yo mismo apacentaré a mis ovejas”, dice la Palabra de Dios, “Yo mismo las llevaré a buenos pastos” y quiere hacerlo a través de la debilidad de estos pastores. Hay un reto muy interesante para nosotros y desde ahí quiero ir viendo mi ministerio episcopal, unido a mi presbiterio quienes tienen el espíritu de Cristo, Buen Pastor.

En conclusión, usted va como hermano y servidor.


Hermano y Servidor de esa comunidad.

¿Cuándo toma posesión de la diócesis?

Primeramente Dios el día 12 de febrero a las 12 del día será la santa misa allá en Apatzingán.

¿Qué le agradece a la diócesis de San Juan de Los Lagos y al pueblo de Tepatitlán?

El miércoles pasado, en la Montaña, con toda la comunidad, aproveché para bendecir con el Santísimo y agradecí a la diócesis. ¿Qué le agradezco? La diócesis me ha dado todo, haber nacido de una parroquia, del Josefino de Allende, Jalisco, una parroquia pequeña del municipio de Jesús María dentro de la diócesis; haber sido formado en la familia y después en la segunda familia del seminario desde 1970 cuando empecé mi secundaria. Me ha dado todo, mi formación como sacerdote y formación permanente con algunas salidas a misiones a Oaxaca, Chiapas, Veracruz. Gracias a los obispos que nos han encabezado, al presbiterio que nos va formando en el andar diario para sentirnos parte. Tengo que agradecerle todo lo que soy, Dios me lo ha dado a través de esta diócesis y la seguiré queriendo donde esté. Si me voy, es porque Dios nos dice, a través del Papa, “hay que salir”, tener aptitud de salida porque Dios lleva nuestras vidas.

Vale la pena conocer su sentir como cristiano y hermano de muchos que somos en el bautismo para entender que los designios de Dios son misteriosos. Tal vez, en su corazón y razón, aun no quepa el porqué Dios lo escogió para ser Obispo, pero ahora tiene una responsabilidad muy seria y mayúscula para una sociedad que exige de testimonios de vida y apacentar a todos los que necesitan de esperanza. ¿Tiene alguna cuestión final que agregar?

Desde luego hay muchas cosas en mi corazón, pero yo quiero decir esta palabra a todos los feligreses de aquella diócesis cuya ciudad todavía no conozco, pero espero hacerlo pronto. Quiero decirles a todos los que lean esta entrevista que yo quiero ir para todos y por todos sin excluir a nadie porque Nuestro Señor Jesucristo nos busca, tiene palabras de vida para todos, de conversión y acogida. Saludo mucho a los enfermos, a los ancianos, y pido que ofrezcan su sufrimiento para bien de esta Iglesia, de Michoacán y de México. Tienen mucho valor en las enfermedades asumidas y ofrecidas. Quiero ser de todos, buenos y malos, justos e injustos, santos y pecadores. Pido que me abran el corazón porque lo único que iré buscando es el bien de todos desde Cristo y Su Reino de paz, no de guerra ni de violencia. Es un Reino de amor, no de odios sin fin, es de Verdad y ahí tenemos que instalarnos, no en la mentira ni apariencias; el Reino de Cristo es un Reino de fraternidad, somos hermanos y no tenemos por qué buscar actitudes de Caín a Abel para acabarnos; el perdón, sobre todo, nos llevará a formar una comunidad verdaderamente cristiana, verdaderamente católica, una comunidad de fe y de fraternidad.

Yo espero que mi palabra y mi presencia, que no son mías, sino de Cristo, ayuden a suscitar esperanza y a vivir la vida que Dios ha pensado para nosotros. Saludo y bendigo a todos, cuenten ya con mi oración constante para esa bella comunidad de Apatzingán.
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