“Tantas opiniones cuantos investigadores” (79-08-N)

Hoy escribe Antonio Piñero

A propósito de nuestro tratamiento sobre el bautismo de Jesús ha surgido también entre los lectores la controversia

· Sobre la auténtica posibilidad de conocer datos fehacientes sobre el Jesús histórico, y en qué número;

· Sobre la diversidad de las opiniones entre los investigadores que abordan este tema (“cada uno tiene su imagen de Jesús”), y

· Sobre lo poco que sabemos del Jesús histórico.

Me gustaría en esta nota ofrecer mi opinión sobre estos temas.

1. En primer lugar una proposición bastante simple, pero importante: no es indiferente tener o no tener en cuenta los resultados aceptados ya por consenso entre los investigadores sobre cómo fue el Jesús histórico. Creo que tiene muchas consecuencias sobre la fe en Jesús. No es lo mismo aceptar como histórico que Juan Bautista fue simplemente el precursor consciente de Jesús y éste el mesías enviado "desde lo alto", que aceptar que Jesús fue de algún modo discípulo del Bautista y que su marco teológico esencial fue básicamente el mismo que el que tuvo Jesús al principio de su ministerio.

2. Después y en medio de la posición radicalmente escéptica de la Historia de las Formas, con Rudolf Bultmann a la cabeza (escuela que por sí misma salió de este escepticismo radical, si no véase el Jesús de Günther Bornkamm, publicado por Sígueme, Salamanca) siempre hubo un buen monto de investigadores que defendieron que a través del material –denominado “furtivo” por Puente Ojea- recogido honestamente por los Evangelistas se puede reconstruir los suficiente del Jesús de la historia.

Nuestro colega Fernando Bermejo ha presentado una lista impresionante en su artículo otras veces mencionado de la Revista Catalana de Teología: “Historiografía, exégesis e ideología. La ficción contemporánea de las ‘Tres búsquedas’ del Jesús histórico" (XXX/2 (2005) 349-406 y XXXI/1 (2006) 53-114. No sé si este trabajo estará disponible en Internet.

3. Sobre la diversidad de las imágenes del Jesús histórico entre los investigadores “actuales” (desde finales del siglo XIX hasta hoy), debo manifestar que entre los investigadores serios, sean confesionales o no, hay mucha menor disensión sobre la imagen y figura de Jesús que lo que se imagina la gente corriente. En líneas generales, las visiones sobre el Jesús histórico que llaman la atención,

A) o bien están defendidas por diletantes –al estilo de “Jesús vivió y murió en Cachemira”- no creídos por casi nadie o por unos pocos que tienen mayor interés por las novelerías que por el trabajo serio,

B) o bien son sorprendentemente escasas y defendidas por pocos en comparación con el número de los que se dedican a estudiar al Jesús de la historia: por ejemplo el “Jesús sapiencial de corte filosófico cínico”, defendida sólo por muy pocos autores de lengua inglesa. El lector sólo tiene que ir a las notas del texto de J. P. Meier, Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico (versión española de Verbo divino), que es –creo- el referente de hoy entre la investigación católica, para ver cómo esta investigación confesional está bastante de acuerdo con las líneas generales sobre Jesús que defienden los investigadores independientes.

Las disensiones se refieren en algunos casos a temas básicos, es cierto, como por ejemplo el trasfondo latente sobre cómo hay entender “hijo de Dios” aplicado a Jesús que conlleva o no la divinidad de Jesús, o a la posibilidad de los milagros “contra las leyes de la naturaleza”, pero en líneas generales las divergencias son más bien de detalle dentro de una cuadro básico de intelección del Jesús de la historia. Lo que ocurre entre los inestiogadores católicoas que una cosa es lo que escriben en los libros científicos, y otra lo que predican en sus sermones.

Los estudiosos confesionales suelen rellenar la laguna entre éste y la intelección cristológica / teología posterior de los discípulos del Nazareno por medio de la teoría de que en la vida de Jesús había ya una “cristología implícita” que permitía eos desarrollos tan llamativos. Pero aceptan las diferencias entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe.

4. Sobre lo poco que sabemos del Jesús histórico, deseo manifestar que es cierto…, pero que sabemos lo suficiente como para enmarcarlo en su tiempo y entenderlo correctamente. En mi libro Jesús y las mujeres (Aguilar, Madrid 2008) hay unas pocas páginas, al principio, donde se recoge en unos pocos puntos, menos de treinta, los rasgos del Jesús histórico en los que está de acuerdo la inmensa mayoría de la investigación de hoy (pp. 24-24).

Podría decir que si en todo esto hubiera alguna discusión, afirmaría que hay relativamene poca en lo que no fue Jesús. Éste ha sido también un tema de diálogo entre Fernando Bermejo y yo varias veces, y es posible que él algún día se anime a tratar este tema interesante ya en el blog, ya en un libro. Por el momento debo referirme a otro ensayo suyo, “Un fenómeno curioso: la tesis de la irrelevancia de la investigación sobre el Jesús histórico” en el libro Existió Jesús realmente. El Jesús de la historia a debate, Raíces, Madrid, 2008, 231-257.

5. Por último y para no alargarme: como se ve, defendemos ideas que han sido ya publicadas, que pueden ser leídas, discutidas, rebatidas, confirmadas… todas con argumentos. No nos sacamos “nada de la manga”.

Normalmente lo que hacemos es meros análisis de textos del Nuevo Testamento, o del judaísmo de la época dentro del marco general que nos proporciona el conocimiento del siglo I, gracias a una serie de fuentes exteriores al cristianismo y otros subsidios: los descubrimientos arqueológicos, por ejemplo, ayudan y mucho sobre la debatida cuestión de si existía o no Nazaret en el siglo I, o si su existencia es un puro invento.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

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