La construcción teológica de un Jesús “totalmente pacífico” (79-08-O)

Hoy escribe Antonio Piñero


Hemos tratado en postales anteriores –espero que en educada controversia- el sentido del bautismo en Juan Bautista y en el cristianismo posterior, y hemos afirmado la posibilidad de que los Evangelistas canónicos manipulen (nadie duda que probablemente de buena fe) el material recibido a favor de una visión posterior de la figura y misión de Jesús.

A este propósito me viene a la mente otra discusión, ya incoada en este blog, sobre la autoconciencia mesiánica de Jesús. En concreto: en qué grado la función de “agente mesiánico” -que al parecer asumió Jesús al menos al final de su vida- implicaba o no la idea de un “Jesús guerrero”.

Recordarán algunos lectores cómo me he apartado de la concepción de un “galileo armado” defendida por mi colega y amigo José Montserrat, tras los pasos de S. G. F. Brandon y H. Maccoby. Deseo añadir una breve reflexión sobre este tema, porque viene a cuento si mi interpretación de Jesús son lucubraciones sin datos, sin argumentos, y "sacadas de la manga".

El “ruido de sables” en los Evangelios es evidente, y se muestra en ese material de ciertas tradiciones orales sobre dichos y hechos de Jesús que con honestidad recogen los evangelistas, aunque fueran en contra de sus intereses teológicos. Lo resumo:

· Jesús tiene un “celoso de la Ley”, un celota, como discípulo: el llamado Judas cananeo o celota (Lc 6,15; cf. Hch 1,13);

· Condena el pago del tributo al Emperador (Lc 23,2-14; el episodio de Marcos sobre este tributo es deliberadamente ambiguo;

· Da la instrucción a cada discípulo de comprar una espada (Lc 22,36): “Quien no tenga espada, venda su manto y cómprese una”;

· Jesús dice también: “No os imaginéis que vine a poner paz sobre la tierra; no vine a poner paz, sino espada” (Mt 10,34).

· Este Jesús parece admitir algunas preguntas que le hacen los discípulos como: “¿Señor, herimos con la espada?” (Lc 22,49-50). El texo evangélico dice que rechaza la propuesta, pero ésta se formula como una posibilidad dentro del grupo. El conato de agresión en Getsemaní y el soldado romano que pierde la oreja (Mc 14,47) indica que los discípulos del Galileo iban bien armados pues se enfrentan a un numeroso grupo de soldados romanos (¿?) y de la policía del Templo.

· No podemos obviar tampoco el sabor a un mesianismo davídico, guerrero, antirromano de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, hecho que parece histórico. Fue en parte Jesús quien dispuso los detalles de esa entrada; él era absolutamente consciente de la reacción que podría provocar entre sus compatriotas judíos.

· La violencia empleada en el Templo para expulsar a los mercaderes hizo que los romanos vieran en Jesús un personaje con pretensiones mesiánicas, es decir un posible rey de Israel, nada favorable a los señores extranjeros que lo dominaban.

· En los Evangelios no hay condena expresa alguna de la violencia antirromana. La acusación ante Pilato se centró en estos tres puntos: Jesús revoluciona a nuestra nación y prohíbe pagar tributos al emperador y dice que es el ungido (mesías) rey (Lc 23, 2).

· Tras la acusación, la condena a muerte en la cruz, un suplicio reservado a los sediciosos, y el titulo de la cruz que se coloca sobre la misma afirmando que el crucificado era el rey de los judíos, “confirman esa imagen de mesías davídico, si no de un absoluto carácter guerrero, sí al menos de claro tono desafiante”

Un comentario oportuno, sencillo pero bien claro, podría ser el siguiente:

“De estos datos resulta lógico deducir que Jesús, al menos al final de su vida, se consideró a sí mismo el mesías de Israel, y el modelo con el que se identificó fue el más familiar en el imaginario de sus compatriotas, el de un rey de estirpe davídica que asumiría el gobierno, civil y militar, del pueblo elegido tras liberarlo del yugo extranjero” (Javier Alonso, en La verdadera historia de la Pasión [editor A. Piñero], Edaf, Madrid, 2008, p. 133).


¿Cómo se explica entonces que los Evangelios nos presenten un “Jesús humilde y manso de corazón”, uno que huye de la política y no se implica en los asuntos de este mundo? El Evangelio místico, el de Juan, llega incluso a hacer decir a su personaje: “Mi reino no es de este mundo” (Jn 18, 36).

No me parece que sea difícil aclararlo. Cuando el Evangelio se expande por el mundo grecorromano ha tenido ya lugar la Gran Revuelta de los judíos contra Roma, que terminó en el año 70 con la ruina total de Judea, la destrucción de su capital Jerusalén y el incendio del Templo. Unas siete legiones romanas con sus tropas auxiliares hubieron de emplearse a fondo a lo largo de tres años (más si se piensa que la rendición de Masada fue en el 73) para reducir a los belicosos judíos.

Las pérdidas fueron enormes también entre los romanos mismos y la fama de los judíos en el Imperio resultó muy dañada: ser judío estaba muy mal visto después del año 70 en el Mediterráneo. En estas circunstancias, ¿cómo se iba a proclamar al mundo la imagen de un mesías judío, Jesús de Nazaret, cuyo imagen del reino de Dios implicaba implícitamente la exclusión por la fuerza de los romanos y los griegos, los paganos en general puesto ue por hipótesis no se habrían convertido a las exigencias del Reino, y cuyos beneficios tanto materiales como espirituales les estaban vedados?

Por eso, tanto Pablo y los evangelistas posteriores apagaron, difuminaron, soterraron todo lo posible en su proclamación una posible imagen de un mesías violento que podía deducirse de la tradición acerca del Galileo. La imagen de un salvador violento no era aceptable entre las masas del Imperio por muy ansiosas de la salvación que estuvieran.

Por ello la tradición evangélica -honesta al transmitir datos que no le convenían- insistió en los aspectos menos polémicos del mensaje del Galileo, y presentaron una figura pacífica, amistosa, sin aristas, y ampliaron ante todo los rasgos de su predicación sobre el amor a los enemigos construyendo una imagen de un Jesús pacífico, manso y humilde de corazón. Y éste es el dibujo transmitido hasta hoy... el que queda sobre todo en una lectura superficial y rápida de los Evangelios..., pero que sin duda no es la imagen completa de Jesús.

Saludos cordiales de de Antonio Piñero

www.antoniopinero.com

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