¿Qué es el orfismo? Intento de definición

Hoy escribe Fernando Bermejo

La semana pasada, una amable lectora pedía, a bocajarro, una definición de orfismo. Tiene razón esta lectora en que los posts incluidos hasta ahora en esta serie han querido aproximarse hasta ahora rapsódicamente al fenómeno. Vayamos, pues, al grano, y arriesguémonos a dar una definición del fenómeno.

El estudioso I. M. Linforth, en su obra The Arts of Orpheus (1941), definió el orfismo de manera breve (aunque no simple), afirmando que es “la teología de los misterios y las teletai”. Aunque este autor fue un “orfeoescéptico”, es decir, perteneció a una corriente, de gran influencia en círculos anglosajones y alemanes, que postuló que no habría un fenómeno órfico diferente de otros fenómenos bien conocidos como el pitagorismo, el culto de Dioniso o los misterios eleusinos –y que, por tanto, la etiqueta “orfismo” es vacía y debería ser desterrada del uso científico–, su definición puede seguir siendo utilizada. De hecho, lo es en obras modernas, como la de M. Herrero, Tradición órfica y cristianismo antiguo (Trotta, Madrid, 2007), a la que ya hemos tenido ocasión de referirnos.

Ahora bien, ¿qué significa decir que el orfismo es “la teología de los misterios y las teletai”? Significa que el orfismo representa la elaboración teológica de los elementos míticos y rituales y de la experiencia (de una relación especial con el dios celebrado) que se vislumbra en las religiones mistéricas griegas y sus iniciaciones. Ese proceso intelectual tuvo como resultado, a su vez, una serie de creencias teológicas y antropológicas y de ritos, puestas bajo el nombre de Orfeo.

En la versión órfica del mito dionisíaco, que constituye una idea básica, al principio de los tiempos los Titanes, movidos por la envidia hacia Dioniso, lo matan tras engañarlo, lo despedazan, lo cocinan y lo devoran. Airado por tal comportamiento, Zeus fulmina a los Titanes con el rayo. Y es de la mezcla de las cenizas de los Titanes con la tierra como surgen los seres humanos. En virtud de su origen, éstos tienen una parte terrenal, el cuerpo, pero también un componente divino positivo procedente de Dioniso (aunque también un elemento divino negativo procedente de los Titanes).

Esta antropología dualista, que concibe la existencia como la expiación en el cuerpo (cárcel/sepulcro) del crimen antecedente del sacrificio de Dioniso, contempla la necesidad de liberarse de ella (y de la transmigración). A tal objeto sirve la iniciación en los misterios dionisíacos y la necesidad de llevar una vida de ascesis y estricta pureza (abstención del derramamiento de sangre, de consumir ciertos alimentos, de portar determinadas vestiduras, al parecer de prácticas sexuales…) y de celebrar determinados ritos. El orfismo extenderá a toda la vida la pureza ritual y/o moral que en el culto se restringía a ciertos momentos.

No olvidemos, sin embargo, como ya advertimos anteriormente, que “orfismo” no designa una realidad unitaria y sistemática, una religión de fundador con una autoridad central (como ocurre, por ejemplo, en el caso del maniqueísmo), sino una etiqueta cómoda para designar un conjunto de especulaciones que presentan, eso sí, rasgos comunes -rasgos que, precisamente, parecen justificar la utilización de una categoría común-.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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