"Reimaginando los orígenes del cristianismo" (106-A)



Hoy escribe Antonio Piñero

Quiero comentar hoy, y algún otro día más, un libro en homenaje al distinguido estudioso del Nuevo Testamento, Rafael Aguirre, profesor emérito de la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto al cumplir los 65 años. Creo que muchos de los lectores de este blog conocen a Aguirre, además de por sus publicaciones, por sus columnas de comentarios recogidos muchas veces en esta página de Religiondigital. La ficha del libro es la siguiente:

C. Bernabé y C. Gil (editores), Reimaginando los orígenes del cristianismo. Relevancia social y eclesial de los estudios sobre Orígenes del cristianismo, Editorial Verbo Divino, Estella,2008, 559 pp. ISBN: 978-84-8169-771-1.


Como primera presentación del libro me detendré un momento en unas breves pinceladas del nacimiento y progreso de los métodos sociológicos y el Nuevo Testamento, para que el lector sitúe la obra que comentamos en el ámbito de una perspectiva histórica dentro de la investigación del Nuevo Testamento y los inicios del grupo cristiano. Tomo datos de la obra El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos, que escribí en 1995 junto con Jesús Peláez (El Almendro, Córdoba).

Desde la elevación del corpus del Nuevo Testamento a la categoría de Escritura sagrada (proceso largo que se inicia a finales del siglo I y que no adquiere consistencia y visibilidad hasta la obra de Ireneo de Lyon, Contra las herejías, en el último cuarto del siglo II) se introdujo la tendencia, al menos subconsciente, de apartar al Nuevo Testamento como algo divino, inspirado, de todos los condicionantes sociales e históricos.

Los textos del Nuevo Testamento que se consideraron portadores de una revelación atemporal fueron examinados hasta bien entrado el siglo XX en sí mismos, en su papel y trascendencia para la fe, la salvación y la vida de la Iglesia, prescindiendo de su contexto histórico-social, y olvidando en la práctica su relación con la vida concreta de las comunidades en las que surgieron.

El despertar de los estudios laicos y básicos de sociología a partir del siglo XIX, por parte de Carlos Marx - Friedrich Engels y Émile Durkheim (1858-1917) condujo pronto a su aplicación al ámbito de lo religioso. Friedrich Engels fue uno de los primeros al afirmar que

“el cristianismo fue originalmente un movimiento de gente oprimida: apareció como la religión de los esclavos y libertos, de gente pobre despojada de sus derechos, de personas subyugadas o dispersas por Roma”.


Karl Kautsky (1854-1938) escribió un amplio análisis socio-histórico del cristianismo primitivo, titulado El origen del cristianismo (Der Ursprung des Christentums; de 1908) en el que explicaba el origen de esta religión por la teoría de las privaciones: el anhelo de salvación de las clases más pobres y desposeídas producía como una suerte de “epifenómeno” (la idea como algo que en verdad sólo existe como expresión de los condionantes socio-económicos de la vida) el hambre de la religón que ofrecía la posibilidad de esa salvación. El cristianismo fue presentado por Kautsky como un movimiento proletario, el cual llegó a ser incluso durante un breve lapso de tiempo un grupo legítimamente comunista, según Kautsky.

Aunque tales ideas no se admitan hoy de ningún modo, su libro fue en su momento un revulsivo para los creyentes. Casi simultáneamente, o un poco más tarde, Max Weber aplicaba la sociología al estudio de las religiones, y en concreto al judaísmo y al cristianismo. Las perspectivas de los estudios sociológicos se hacían vivas en la comprensión del cristianismo en sus inicios. En concreto, el impacto de su definición y estudio de la función de los "carismáticos" en las religiones fue ampliamente recibido por los cristianos.

Por el mismo tiempo, el historiador Ernst Troeltsch, en su obra Las doctrinas sociales de los grupos e iglesias cristianas de 1908, hacía ya una tipificación sociológica de los grupos cristianos que se utiliza hasta hoy día.

En este lento avance de las ciencia sociales en el estudio del Nuevo Testamento no debe dejar de mencionarse a la llamada “Escuela de Chicago” (que nace en torno a los años 20 del siglo pasado) que trabajó tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, más en este último. Fueron figuras sobresalientes Shirley J. Case (The social origins of Christianity: “Orígenes sociales del cristianismo”: 1923)y S. Matthews que escribió El triunfo social de la iglesia antigua (The social Triumph og the Ancient Church) de 1934.

Realmente la penetración efectiva de la sociología en los estudios del Nuevo Testamento se debió –quizá curiosamente para algunos- a la implantación del método de la Historia de las Formas, cuyos iniciadores fueron Martín Dibelius y Rudolf Bultman en torno a 1920.

La idea básica de esta, entonces, nueva postura metodológica venía de la sociología de la literatura, concretamente de la noción de que las distintas formas o géneros literarios surgen en situaciones existenciales determinadas. El “contexto vital” (en alemán “Sitz im Leben” que ha pasado a ser un término técnico) es en realidad un concepto sociológico. No denota un momento histórico preciso y único, sino una situación típica y duradera.

Así lo expresó Rudolf Bultmann:

“La tarea de la historia de las formas se basa en la convicción de que la literatura que expresa la vida de una comunidad, también por tanto la del grupo cristiano primitivo, surge de condiciones de vida y de necesidades concretas de la comunidad. Así nacen determinados estilos, determinadas formas y géneros que tiene cada uno su contexto vital… El género literario o la forma… es un concepto sociológico” (Historia de la tradición sinóptica; original alemán, Gotinga 7ª edic. 1067, pág. 4).


Pero la Historia de las formas tuvo una seria limitación al tratar de buscar la base social de los Evangelios sólo en la vida y en la fe de la iglesia primitiva. Convirtió así el “contexto vital” genérico en un “contexto vital de la vida religiosa”, dejando aparte casi por completo la información concreta histórica, social o económica acerca del origen de las tradiciones que sometía a estudio.

Oscar Cullmann afirmaba hace ya tiempo que uno de los “defectos más serios de la escuela de la historia de las formas era la ausencia de una base sociológica” (1925). En efecto, resulta imposible estudiar la formación y transmisión de las tradiciones cristianas sin considerar la naturaleza, composición, problemas, contexto vital, factores de la vida real (económicos, políticos, culturales y no sólo religiosos) de los grupos que generaron el Nuevo Testamento y el cristianismo primitivo en general.

Y aquí -en este ambiente intelectual totalmente concienciado de la aproximación multidisciplinar al Nuevo Testamento- es donde encaja el libro que comentamos, aunque éste supone ya, com o es natural, que los estudios sociológicos del cristianismo primitivo están felizmente asentados en la investigación de los orígenes cristianos y que están dando unos frutos excelentes. Gracias a ellos conocemos en verdad la complejidad del cristianismo primitivo.

El próximo día, tras esta breve introducción, seguiré exponiendo el contenido del libro. Creo que es ésta la mejor manera de realzar su importancia.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com

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