“Reimaginando los orígenes del cristianismo” (II) (106-B)


Hoy escribe Antonio Piñero

El libro que comentamos contiene una interesante “Introducción”, una semblanza personal, con su pertinente bibliografía, del estudioso a quien va dedicado, Rafael Aguirre, y tres secciones de artículos (16 en número, con autores todos de muy buena categoría) que giran sobre

I La importancia del método.
II Orígenes del cristianismo.
III Relevancia social y eclesial de los estudios sobre Biblia y orígenes del cristianismo.

La introducción se abre prácticamente con una aclaración necesaria sobre el título del libro:

“Imaginar los orígenes no quiere decir inventarlos, sino prolongar sus efectos creativos en el presente. Es lo que ha hecho cada pueblo en el transcurso de su configuración como tal: los orígenes imaginados le ofrecían las claves de su identidad actual, cómo habían llegado a ser lo que son, por qué debía estar cada cosa en su lugar, etc. Esto significa que al menos en parte los “orígenes” son una elección. Quienes imaginan “los orígenes” primero eligen aquellos hechos del pasado que tienen algún sentido particular, y los recrean en su narración; de este modo la elección de “los orígenes” y su narración constituyen dos puntos esenciales de esta tarea que no es individual sino colectiva, porque se elabora a lo largo de generaciones imaginando y reimaginando” (p. 10).


Creo que está bastante claro lo que pretenden decir los editores del volumen que comentamos. Me temo, sin embargo, que el título del libro lleve a pensar espontáneamente a la gente aquello que es precisamente lo que los editores quieren evitar con su advertencia. En castellano “imaginar y reimaginar” (el último vocablo no está recogido en el Diccionario de la Lengua de la Real Academia, ni tampoco en el diccionario de uso del español de María Moliner) nos lleva casi sin querer al ámbito de la invención o de la imaginación inventiva. Sin embargo, hay que rechazar cualquier "tentación" de este tipo.

Por otro lado, el feo uso del gerundio absoluto (que sólo debe emplearse en español como indicación de un complemente circunstancial) más un complemento directo en el título de la obra me llevó espontáneamente a pensar -cuando me enteré de la existencia del volumen por los catálogos- que los dos editores estaban pensando en inglés o traduciendo (mal) de este idioma.

En efecto, fue una sorpresa que semejante título estuviera en un libro concebido en español. Y por esta sorpresa, deseo insistir ante los lectores en que no se trata estrictamente de ningún ejercicio de pura imaginación o invención por parte de los autores. Todo lo contrario, es un libro excelente que trata de iluminar un poco más los orígenes del cristianismo y aportar elementos interesantes para comprenderlo mejor.

Por ello, exhorto a los futuros lectores de este libro que lean con toda exactitud su “Introducción”, pues me parece muy ilustrativa. “Reimaginar” está tomado en el sentido de “imaginación constitutiva” tal como la utiliza P. Veyne. “Reimaginar” -se argumenta- no cambia la importancia y valor de los hechos del pasado, de la historia en sí. Estos son lo que son. Reimaginar es, en la acepción de los editores, reevaluar la importancia de unos hechos sobre otros, para –por ejemplo- determinar dónde están los orígenes del cristianismo, de Europa o de algunos de sus pueblos.

Precisamente por este deseo de ajustarse a los hechos -pensados desde esta perspectiva de constitución de una memoria colectiva, pero bien ajustada a los realia que ofrecen tanto el análisis de los textos, como la arqueología, la ayuda de cualquier ciencia auxiliar etc.- los editores arremeten con toda razón contra los desmanes cometidos por muchos desaprensivos y arribistas en el uso de materiales históricos.

Por ejemplo, la pésima utilización del texto del Evangelio de Judas, el empleo antihistórico de los relatos, canónicos y apócrifos, sobre María Magdalena y su relación con Jesús, etc. Por el contrario -afirman- un buen uso de este y otro material tiene una importancia extrema eclesialmente. Está en juego la legitimación, o no, de las tradiciones teológicas que ha usado la Iglesia para mostrar su credibilidad.

Concluyo esta segunda entrega con una nueva cita de la "Introducción":

“Es fundamental, sin necesidad de renunciar a su propia identidad que los creyentes hagan lecturas críticas de la tradición recibida, que sean conscientes de los procesos de la recuperación y construcción de la memoria, que incorporen las disciplinas histórico-críticas a sus interpretaciones, que dialoguen con las ciencias socio-históricas para interpretar las tradiciones en su contexto y en el entramado de relaciones en el que nacen y se transmiten… En este intento e sitúa también este libro” (p. 14)


Seguiremos el próximo día comentando alguna cosa más y con la exposición del contenido de los diversos capítulos de este libro.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com
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