Jesús “vuela” sólo (85-06)

Hoy escribe Antonio Piñero


Algún lector del blog ha indicado en sus comentarios que debemos dejar de ocuparnos de las opiniones de autores tan antiguos, o quizá sobrepasado, como D. Flusser y otros, y atender más bien a razonamientos y exposiciones modernas sobre Jesús.

Sin negar la necesidad de estar al día –otro amable lector indica, por ejemplo, la necesidad de comentar el “Jesús recordado” de James G. Dunn, y esperamos hacerlo cuando le llegue el turno-, soy bastante contrario a olvidar los grandes autores del pasado sólo porque sus obras estén cargadas ya de años.

Pienso que en la disciplina de la investigación histórica, como en todas, construimos sobre los hallazgos consolidados por los años y la crítica de nuestros antecesores. No debemos olvidarlos porque sean viejos. Ello significaría que ya no consideraríamos las razones, los argumentos básicos, de Hermann Samuel Reimarus, de Johannes Weiss o de Albert Schweitzer… porque sus libros fueron escritos hace muchos años. Pero sobre ellos nos basamos. Procuro, pues, comentar todo aquello que me impresiona de algún modo, ya sea vetusto o nuevo.

Si la imagen real de las relaciones Juan Bautista-Jesús resultaron deformadas en Marcos, Mateo y Lucas fue por razones teológicas (a saber la necesidad de mostrar también por la narración de historias la función de cada uno: no de maestro/discípulo, sino de precursor/mesías), ciertas interpretaciones de algunos comentaristas modernos también pueden serlo por motivos igualmente teológicos, previos. Pongamos un caso, el de Günther Bornkamm, cuyo libro sobre Jesús de Nazaret ha sido un auténtico éxito.

Aun siendo un autor protestante, discípulo distinguido de R. Bultmann, su obra (ya vetusta) va por la sexta edición en España (editada por Sígueme, Salamanca, en 1975; original de 1956, 6ª edición en Alemania ya en 1968). Bornkamm no se extiende mucho sobre la relación Juan Bautista y Jesús. Afirma lo siguiente:

“El bautismo de Jesús a manos de Juan Bautista es uno de los datos de su vida atestiguados con mayor seguridad. Sin duda, la tradición ha transformado enteramente este acontecimiento en un testimonio de Juan sobre Cristo; así no podemos deducir de él qué significaba este bautismo para Jesús mismo ni el papel que desempeñó en sus decisiones y en su evolución interior, pero no se puede negar el alcance de este acontecimiento".


Ello da una mayor importancia al hecho de que Jesús, sin poner nunca en duda la misión ni la autoridad de Juan, no continúe su obra y la de sus discípulos en la estepa cerccana al Jordán, sino que inaugura su propia actividad en Galilea también él como profeta del reino inminente de Dios. El instrumento de su acción no es ya el bautismo, sino la palabra y la mano compasiva” (p. 57).


La cita denota una postura que hoy se considera correcta en la investigación, pero también una cierta tendencia –perceptible sólo como transfondo- a resaltar la originalidad a todo trance de Jesús.

Esta tendencia es un producto de la mentalidad de la teología liberal alemana que intenta presentar a un Jesús sumamente original que rompe con el judaísmo. Tal tendencia está ciertamente “superada” hoy, aunque algunos –también según los lectores- nos pasemos de la raya en insistir en ella.

Volvamos ahora al comentario de la obra de David Flusser en su capítulo sobre Juan Bautista y Jesús. Acerca de la pregunta del Bautista (ya estuviera en la cárcel o no, según cada evangelista) a Jesús mismo acerca de quién era él y la respuesta de éste, opina Flusser que el discutido pasaje de Mt 11,2-6 es auténtico en su fondo esencial. Pero hace algunas precisiones. Veamos primero el texto:

Juan, que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a decirle: 3 «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» 4 Jesús les respondió: «Id y contad a Juan lo que oís y veis: 5 los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; 6 ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!»


Opina Flusser que, tal como está el texto, la pregunta del Bautista no puede ser auténtica porque “el que ha de venir” es una expresión apenas concebible en arameo o en hebreo (J. P. Meier, en Un judío marginal II/ 1 p. 178 y II/2 p. 995 acepta que tal frase no es ningún título mesiánico utilizado por el judaísmo de la época). Pero tras esta afirmación sostiene que es muy probable que el fondo de la cuestión formulada por el Bautista fuera histórico.

Ahora bien, como Jesús responde utilizando varios pasajes de Isaías (29,18 "Oirán aquel día los sordos palabras de un libro, y desde la tiniebla y desde la oscuridad los ojos de los ciegos las verán,"; 35,5 "Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán"; 61,1 "El espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad"), opina Flusser que hay que eliminar de la respuesta de Jesús –como no históricas- las palabras “y los leprosos quedan limpios” y “los muertos resucitan”, ya que no aparecen en los textos de Isaías citados.

El argumento no me parece sólido, si es que se acepta el conjunto general del dicho de Jesús como histórico. Y por una razón: no se ve estrictamente por qué Jesús sólo podía utilizar un pasaje profético estrictísimamente, sin añadirle o quitarle algo, sobre todo si se trata de un texto combinado. Y es que en época de Jesús, aunque se tenía muy claro que los profetas eran “Escritura inspirada”, el texto era aún fluido, no estaba fijado canónicamente de modo absoluto y había cierta libertad en la cita. Por ello hay que discutir el pasaje global de Mt 11,2-6 entero desde el punto de vista crítico, y si se admite que es histórico, normalmente hay que aceptarlo entero... (¡incluido la opinión de Jesús sobre sí mismo que él había resucitado a algún muerto!... sea como fuere que se pueda entender hoy día).

Por último, Flusser es de los que señalan que con esta respuesta Jesús se considera ciertamente un “profeta escatológico” es decir, del final de los tiempos, pero no se declara a sí mismo “mesías”.

Esta opinión está de acuerdo con la de la mayoría de los intérpretes que opina de Jesús que o bien no se declaró mesías nunca (aunque otras personas lo pensaran de él) o bien que lo hizo sólo al final de su vida especialmente desde –o inmediatamente- de su entrada triunfal en Jerusalén.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com

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En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es

“Disputa entre Pedro y Pablo en Antioquía”

Manera de llegar a este comunicación:

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Saludos de nuevo
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