La reconstrucción del pensamiento religioso judío en el siglo de Jesús (88-14)

Hoy escribe Antonio Piñero

Antes de seguir ofreciendo algunos textos más que den una idea al lector de las expectativas judías acerca del entorno del reino de Dios en tiempos de Jesús, me gustaría reflexionar brevemente sobre si es realmente pertinente reconstruir este ambiente por medio de textos de diversas épocas, o si ese empeño es imposible.

O bien, si la tarea fuere posible, si hay que distinguir cuidadosamente entre los textos del Antiguo Testamento –algunos de ellos recogen tendencias teológicas realmente antiguas- y otros escritos, como los de Qumrán (Manuscritos del Mar Muerto) o los Apócrifos del Antiguo Testamento (algunos de la época de Jesús, otros un par de siglos anteriores), en la idea de que mezclarlos no es metodológicamente correcto.

Además, y de un modo global puede uno preguntarse si estaba el contenido de algunos de esos escritos -en especial los que hoy son apócrifos- vigentes o no en tiempos de Jesús.

A. De modo general y respecto a los textos del Antiguo Testamento hay que decir que la lectura continua de la “Ley y los Profetas”, más la de algunos “Escritos”, como los Salmos y Proverbios, en la sinagoga los sábados hacía que todos estas obras estuvieran absolutamente vigentes en la mente de todos los judíos piadosos en época de Jesús, sea cual fuere el origen último de sus tradiciones. Evidentemente estas tradiciones se interpretaban a la luz de la mentalidad de la época... -por medio de traducciones del texto hebreo a la lengua del pueblo, el arameo- o por medio de paráfrasis explicativas..., o con el empleo de historias o cuentos de la época para ilustrar su contenido, etc.

Pero la mayoría de las veces se entendía todo al pie de la letra. Un ejemplo doble: Flavio Josefo, tanto en las “Antigüedades de los judíos”, como en la “Guerra de los judíos” habla de dos profetas activos en las décadas que condujeron a la rebelión judía del año 66, por tanto muy pocos años después de la muerte de Jesús, que –movidos por el Espíritu divino, según ellos decían- intentaron realizar hazañas milagrosas de la ¡época de la entrada de los hebreos en la tierra prometida!

Uno de ellos, llamado Teudas (citado en los Hechos de los apóstoles 5,36) dijo que a su palabra las aguas del Jordán, como las del Mar Rojo, se dividirían en dos de modo que sus seguidores pudieran pasar a pie enjuto (Antigüedades XX 97).

Otro, denominado popularmente “El profeta egipcio” se situó con sus gentes delante de las murallas de Jerusalén y afirmaba que a su voz, como ocurrió con la de Josué y los muros de Jericó (véase el capítulo 6 del libro de Josué) se derrumbarían las murallas de la capital (Guerra, II 261 y Antig. XX 169-170)…

Creo que la deducción está clara ampliándola a otros textos: muchas de la concepciones que se percibían detrás de los libros de Josué, Ezequiel, de Isaías, del Éxodo, del Deuteronomio, de los Salmos, etc., estaban vigentes por muy antiguas que fueran entre los piadosos: las concepciones que en postales anteriores hemos ido transcribiendo, para intentar dar cuerpo a las esperanzas que había entre los judíos del siglo I y que podían estar en la mente de Jesús al hablar sobre el reino de Dios, estaban plenamente vigentes. Casi me da vergüenza escribir algo tan elemental.

B. Respecto a la importancia de los hoy -no entonces- Apócrifos del Antiguo Testamento diría simplemente que su teología –desarrollada por escrito al menos desde el siglo II a.C., si no antes- es la verdadera matriz teológica del cristianismo. En el prólogo a mi obra La Biblia rechazada por la Iglesia (Esquilo, Badajoz, 2008) escribía:

Los hoy llamados "Apócrifos del Antiguo Testamento" son el humus en el que se desarrolló la parte de la teología propiamente cristiana que deriva de manera directa de su matriz judía. Esta matriz no es sólo el Antiguo Testamento en sí, sino también la literatura que la rodeaba, la complementaba y en algunos caso la corregía. Es como si los judíos de época de Jesús hubiesen leído su Biblia hebrea no sólo por sí misma, sino acompañada por este tipo de literatura piadosa. Con otras palabras: como si hubiesen leído el Antiguo Testamento teniendo ante los ojos unas lentes o gafas que contorneaban y completaban lo que leían del texto sagrado. Y esta literatura de piedad, que ayudó a la comprensión de los escritos canónicos, es la que hoy llamamos “Apócrifos del Antiguo Testamento”. De ahí su importancia: su texto acompañaba al de la Biblia y conformaba las mentes por igual.


La conclusión se impone también: las concepciones de estas obras nos valen de maravilla para reconstruir tentativamente el mundo teológico de Jesús de Nazaret allá donde no tenemos material suficiente y directo en la literatura evangélica.

C. Y lo que se ha afirmado de los hoy denominados "Apócrifos del Antiguo Testamento" vale con igual razón de los Manuscritos del Mar Muerto, en especial para la teología esenia, subesenia, sacerdotal y afines desde el siglo II a.C. hasta el 68 d.C., fecha en la que fue destruido Qumrán por los romanos.

Por tanto, con Alejandro Díez Macho, Ed. P. Sanders, James G. D. Dunn, P. Sacchi, J. J. Collins y tantísimos otros…, a centenares casi, podemos sostener lo elemental: con toda confianza podemos seguir el camino emprendido en las postales anteriores de ofrecer textos del Antiguo Testamento, de los hoy considerados Apócrifos veterotestamentarios -no entonces- y de los Manuscritos del Mar Muerto -la mayoría de las veces sin la necesidad de distinguir niveles cronológicos entre ellos- para reconstruir el ambiente en el que vivía Jesús.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com
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En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es

“La 'segunda' Carta a los filipenses”


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