Sigue el comentario a “Jesús recordado” de James D. G. Dunn (III) (109-C)

Hoy escribe Antonio Piñero

Seguimos con el comentario a “Jesús recordado” de James D. G. Dunn. Dijimos en la postal anterior que es muy dudoso –diría que falso- que hubiera un solo cristianismo al principio, tras la muerte de Jesús y que puede uno formularse la pregunta siguiente, con palabras del mismo Dunn: “¿Es el cristianismo del Nuevo Testamento simplemente el depósito de esa única forma de un cristianismo primtivo (y añado: por hipótesis, el auténtico) o bien perduró y/o se impuso a formas rivales cristianas?” (p.31).

Junto con James Robinson y Helmut Koester (Unity and Diversity in the New Testament: An Inquiry into the Character of Earliest Christianity = “Unidad y diversidad en el Nuevo Testamento: examen del carácter de la cristiandad más primitiva”; SCM, Londres 1977; 2ª ed. 1990) opino que la segunda alternativa es la correcta, de acuerdo con mi postal anterior.

Y ahora vayamos a una visión del contenido del "Jesús recordado".

La primera parte consiste en una reflexión metodológica sobre cómo acercarse al Jesús histórico y a la unión de ese Jesús con el Cristo de la fe. Lo más importante de este repaso de la historia de la investigación se halla, en mi opinión, en la tesis de Dunn acerca del Jesús histórico: propiamente hablando no es alcanzable este Jesús a través de las fuentes que poseemos. La cuestión del Jesús histórico puede asemejarse al resultado de una operación con una cebolla: a base de quitarle capas y capas y capas no se llega a un núcleo de la cebolla en sí, sino que te quedas sin cebolla. El Jesús histórico no es separable del Jesús recordado. Y éste es el que afecta a la fe.

En mi opinión, esta postura de Dunn es muy discutible y el pedestre pero ilustrativo ejemplo de la cebolla no es válido: todo el empeño de casi toda la investigación independiente sobre Jesús intenta mostrar que es posible.


La segunda parte sostiene, consecuentemente, que sólo es posible acceder a Jesús a través de los Evangelios. En este apartado, Dunn estudia las fuentes sobre Jesús; la tradición y la cuestión de Jesús como fundador, o no, del cristianismo; el contexto histórico: el judaísmo en la época de Jesús, en concreto el judaísmo galileo. Quizá lo más importante de esta sección sean las aclaraciones en torno a las “suposiciones engañosas acerca del ‘judaísmo’”, y el moderado optimismo manifestado en que cabe esperar un cierto éxito a través de una búsqueda de Jesús por medio de la selva de tantas fuentes a veces dispares. Esta postura no es contradictoria con lo expuesto anteriormente. siempre será un Jeús recordado que es en el fondo el único Jesús accesible, según el autor.

La tercera parte aborda el tema de la “misión de Jesús”: sus comienzos con el bautismo de Juan; el Reino de Dios, a quiénes dirigió Jesús su mensaje (con otras palabras: ¿fue Jesús un nacionalista judío, o su predicación iba dirigida a todas las gentes?). Y por último, la ética de Jesús o las exigencias del discipulado.

La cuarta parte -¿Cómo se veía Jesús a sí mismo?- aborda problemas importante que hemos tratado con cierta amplitud en este blog: Jesús como mesías, como “hijo de Dios” y como “Hijo del Hombre”. En líneas generales las soluciones adoptadas por Dunn son bastante parecidas a las nuestras en el fondo, y son modestas, quizás para algunos decepcionantes por su mesura.

Respecto al “Hijo del Hombre” -cuestión espinosa en la que nosotros hemos insistido en rechazar como productos de la teología postpascual, no históricas, las predicciones de la pasión y la resurrección- J. Dunn intenta salvar algo más que la mera afirmación de que signficaba un ejercicio de modestia (= "Hijo del hombre" equivalente a "éste que os habla"):

Jesús vivió con la “intensa esperanza de acabar siendo reconocido como el hombre que estaba desempeñando la decisiva función de traer el Reino a su realización y consumación” (p. 859).


La quinta parte, “La culminación de la misión de Jesús” trata de la muerte y resurrección del Nazareno. Este último tema es difícil desde el punto de vista de un historiador, puesto que la resurrección –no comprobable ni repetible empíricamente- no parece que pertenezca al ámbito de la historia. J Dunn, del que pienso que es fervoroso creyente anglicano, muy cercano a posiciones católicas, se muestra muy prudente en este último punto. Cito su conclusión que interpreta la resurrección de Jesús como “metáfora”:

“Como admite también Pannenberg, difícilmente se puede evitar el recurso a la categoría de ‘metáfora’ para definir el concepto de resurrección. Ha quedado señalado que la metáfora es el poder de redescribir una realidad inaccesible a la descripción directa (P. Ricoeur), o bien una ‘realidad que describe sin pretender ser directamente descriptiva’ (M. Soskice). Esto no lo tienen en cuenta quienes pretenden ver la resurrección de Jesús como un medio de expresar algo distinto, que pueda decirse más fácilmente y con menos embarazo intelectual que ‘Dios resucitó a Jesús de entre los muertos’. Porque decir que la ‘resurrección de Jesús’ es una metáfora equivale a reconocer que tal frase expresa algo que de otro modo no podría ser dicho”.


Terminaremos en la nota, o notas, siguiente con un balance general del último capítulo del libro que estamos comentando en que Dunn ofrece una perspectiva general conclusiva del “Jesús recordado”.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es

“Lugar y fecha de composición de la Carta a filipenses (y II)”

Manera de llegar a este comunicación:

Pinchando en la página presente, arriba a la izquierda, donde hay un par de contactos o “links”. Uno de ellos es “Cristianismo e Historia”

Saludos de nuevo
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