Leyendas, mitos, biografías de fundadores de religiones (II) 92-02

Hoy escribe Antonio Piñero


Continuo transcribiendo, como dije en mi postal anterior, otra aproximación metodológica a los Evangelios, la de José Montserrat, muy diversa a la de James D. G. Dunn, a la que hemos concedido la palabra en postales anteriores. Me parece interesante que el lector contraste dos posturas metodológicas muy distintas, que las pondere y examine y se forme su propio criterio. Lo que sigue corresponde a las páginas 31 y siguientes de “El Galileo armado” (Edaf, Madrid, 2007). Cedo la palabra a Montserrat:



“He afirmado repetidamente que la presencia de milagros y hechos maravillosos en la trama de los evangelios impele al historiador laico a clasificarlos como leyendas. Examinemos ahora esta cuestión.

Entiendo por leyenda una narración de carácter maravilloso en la que los hechos históricos se presentan deformados por la ideología o por la imaginación.

“Entiendo por mito una narración que expresa o simboliza hechos acaecidos fuera de la historia, en espacios y tiempos transhumanos.

“El sujeto del mito puede ser un ente divino, que se mueve en su propio espacio y su propio tiempo (a veces en la eternidad) o puede ser un ser humano, cuyo avatar espacial y temporal intersecciona con el universo divino.

“El sujeto de la leyenda es siempre un ser humano o un grupo de seres humanos, cuyas acciones fabulosas transcurren en espacios y tiempos más o menos identificables.

“Las leyendas pueden interseccionarse con los mitos, cuando el personaje humano enlaza con el espacio divino.

“En los evangelios no hay mitos propiamente dichos, sino leyendas que se intersectan con el mito: nacimiento virginal de Jesús por obra del Espíritu Santo, resurrección, apariciones y ascensión a los cielos. De este tipo de narraciones no nos ocupamos en este libro.

“Las leyendas mantienen un enlace, por mínimo que sea, con la historia. La investigación moderna se ha complacido en desgajar microscópicas realidades históricas en algunas de las leyendas más imaginativas e irreales de Occidente. En el siglo pasado se pretendió haber identificado, a través de la Ilíada, el espacio y el tiempo en que tuvo lugar la guerra de Troya. Recientemente se ha puesto de relieve que tras las fabulosas leyendas de la Tabla Redonda se perfila el tremendo desorden social suscitado en Anglia por el desmoronamiento de la autoridad romana en el siglo V y las invasiones de los sajones.

“Pero hay leyendas mucho más sofisticadas, hasta el punto de que han engañado durante largos siglos a los lectores. Un caso notable es el de la Historia Augusta, una crónica de los emperadores romanos de los siglos II y III atribuida nominalmente a seis autores de la época de Diocleciano y Constantino. A finales del siglo XIX se demostró que se trataba de una falsificación, obra probablemente de un solo autor de la época de Teodosio, que pretendía ensalzar a los emperadores paganos frente a los cristianos. Ahora bien, dadas las grandes lagunas de información acerca del Imperio en los siglos II y III, los historiadores modernos no dudan en utilizar los datos de la Historia Augusta, sometidos en cada caso a estricta criba crítica.

“Las biografías de los fundadores de las grandes religiones y de los grandes movimientos espirituales contienen todas narraciones maravillosas (raramente míticas) y por este motivo son consideradas por los historiadores fundamentalmente como leyendas. Tal es el caso de Pitágoras, de Buda, de Moisés, de Jesús y de Mahoma, y en cierto modo de Platón. Ahora bien, como en el caso de la Historia Augusta, estas leyendas contienen noticias históricas más o menos atendibles, que deben ser examinadas y criticadas caso por caso […].

“Los documentos biográficos relativos a Buda y a Mahoma ponen de relieve cual es el método con el que los historiadores de las religiones abordan la cuestión del género literario de las "vidas" de los fundadores de las grandes religiones. El historiador otorgará a las "vidas" de Jesús el mismo trato que a las "vidas" de Buda y de Mahoma, sin privilegio alguno. Es decir, considerará que las "vidas" de Jesús son escritos que pertenecen al género literario de la leyenda, aunque contienen datos históricos válidos, como otras muchas leyendas.

“Privilegio no, pero tampoco uniformidad. Cada corpus fundacional de las religiones tiene sus propias características. El cristianismo presenta tres trazos que lo distinguen de las demás y que invitan por ende a un tratamiento adaptado.

“El primero es el escaso intervalo de tiempo que media entre la muerte del fundador y el inicio de la actividad literaria que le concierne. En el cristianismo, los primeros documentos fundacionales fueron redactados unos veinte años después de la muerte de Jesús (las cartas de Pablo) , y los últimos unos setenta años después (el evangelio de Juan). En las demás religiones, los intervalos mínimos son de un siglo. Sin embargo, el valor de este criterio temporal viene disminuido por la mayor intensidad de los ingredientes maravillosos (milagros) en el caso de Jesús. Las primeras vidas de Buda y de Mahoma son bastante más austeras en este sentido.

“El segundo trazo es la abundancia de datos fiables del entorno histórico del fundador: el Imperio romano y Palestina en el siglo I. El budismo y el islam nacieron en contextos históricos muy escasamente documentados.

“El tercero representa una singularidad. El canon cristiano presenta documentos que la crítica histórica considera auténticos y fiables: las cartas de Pablo. La suma de las referencias de Pablo y de las de los documentos no cristianos (Flavio Josefo, Tácito…) articula un breve pero sólido esqueleto histórico que constituye la base de hechos sobre los que proyectar las diversas teorías interpretativas.

“El islam ofrece también una singularidad: una parte imprecisa de su libro canónico, el Corán, tiene por autor auténtico al fundador. Tal cosa no sucede con el cristianismo ni con el budismo. Sí, en cambio, con el maniqueísmo: Mani (escarmentado, dice, por lo que había sucedido con Jesús y con Buda) escribió su propio canon, que desgraciadamente sólo se conserva en fragmentos.

En el libro sobre ‘El Galileo armado’ usaré de modo consecuente las expresiones "leyenda evangélica", "escritos legendarios", "leyenda cristiana", "leyenda de Jesús" y otras por el estilo, en el sentido aquí definido. Es obvio que me distancio esencialmente de la impostación interpretativa de los investigadores confesionales, y repito que los métodos y los objetivos de unos y otros son absolutamente incompatibles".

Seguiremos con el que creo interesante contraste de las perspectivas entre dos historiadores sobre un mismo tema, recuperar a Jesús de Nazaret, J. D. G. Dunn y José Montserrat. El lector debe seguir reflexionando sobre el método y llegar a sus conclusiones propias.

Saludos cordiales de Antonio Piñero /José Montserrat

www.antoniopinero.com

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En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es

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