El valor histórico de los Evangelios, según José Montserrat (IV) (92-04)

Hoy escribe Antonio Piñero

Pido solemnemente disculpas a los lectores porque publiqué el día pasado (martes, 2 de junio 2009) la entrega número V de la esposición del método de José Montserrat, en su obra "El galileo armado", y omití la número IV, que ya estaba editada y preparada. Un tanto pesaroso por este error les ofrezco la cuarta entrega y pido de nuevo disculpas. Los lectores pueden ahora leer las reflexiones metodológicas en el orden en el que las dispuso el autor.

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En ésta postal pondremos los fundamentos finales de la exposición del método, riguroso y escéptico, que puede emplearse también en el examen crítico de los Evangelios. Ya saben los lectores que mi deseo es que por contraste con el método del "recuerdo" empleado por James D. G. Dunn, que hemos expuesto detenidamente en postales anteriores, puedan formarse su propio criterio.

Cedo la palabra a José Montserrat en sus reflexiones sobre el método histórico aplicado a los Evangelios en su obra “El Galileo armado” (Edaf, Madrid, 2007), en las páginas 40 y siguientes en que reflexiona sobre el carácter histórico de los Evangelios y los Hechos de los apóstoles:

"No entra en el propósito de esta obra ofrecer una descripción completa de los documentos en los que se basa la historia de los orígenes del cristianismo. Me remito para esta cuestión a los manuales introductorios que menciono en la Bibliografía, y en particular al más reciente de Antonio Piñero. Aquí me limitaré a algunas observaciones puntuales.


¿A qué género literario pertenecen los evangelios primordiales?*

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* No es fácil hallar una denominación conveniente para la media docena de evangelios de la segunda y de la tercera generación cristianas [Montserrat no conoce aún la publicación de "Todos los Evangelios" por Edaf en 2009]. El término "canónicos" es confesional y demasiado angosto. El término "apócrifo" es equívoco: todos los evangelios antiguos son apócrifos. Adopto la expresión "primordial" para indicar que se trata de los más antiguos escritos evangélicos conservados: Marcos, Mateo, Lucas y Juan.
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"Mis primeros profesores de teología, allá por los años cincuenta del siglo pasado, consideraban verdad de fe divina y católica que los evangelios gozan de plena fidelidad histórica, por cuanto pertecen estricta y propiamente al género literario de la historia. Entre los hechos históricos verificables en los evangelios se hallaban los milagros. La resurrección de Jesús era también un hecho histórico demostrable.

"Mi segunda oleada de profesores, en Roma, en los años sesenta, habían ya desistido de adscribir los evangelios al género simplemente histórico, y los definían como escritos "kerigmáticos", esto es, de predicación, en los que el elemento histórico no era esencial, aunque existía y era fiable. La resurrección de Jesús había dejado de ser históricamente demostrable.

"Los apologetas recientes han comprendido que no es viable negar carácter narrativo a unos escritos que presentan un indiscutible carácter narrativo, y se refugian en expresiones como " los Evangelios no son principalmente obras de historia en el sentido moderno de la palabra" (J. Meier, Un judío marginal I, pág. 65).

"¿Qué es una obra de historia "en sentido moderno"? La historia tal como se conoce y se practica en el mundo occidental se alumbró en sl siglo V aC con Heródoto y tuvo unos primeros máximos exponentes en Tucídides y en Jenofonte. Ya en el siglo II dC, Luciano de Samosata pudo componer un manual del buen historiador, Como se escribe la historia. Veamos ahora si podemos mostrar en este contexto cual era la idea de historia que tenían los autores de los evangelios.

El evangelista Lucas escribe un pequeño prólogo a su obra:

Excelentísimo Teófilo: Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo lo que nos han transmitido los que fueron testigos oculares desde el principio y luego se hicieron predicadores del mensaje. Por eso yo también, después de investigarlo todo cuidadosamente desde los orígenes, he resuelto escribírtelo por su orden, para que compruebes la solidez de las enseñanzas que has recibido" (Lucas 1,14).


"Lucas va a ofrecer "un relato de los hechos", y va a reseñarlos "por su orden". ¿Qué otra cosa es un escrito histórico, sino la relación ordenada de unos hechos? Lucas, pues, anuncia conscientemente que se dispone a hacer obra de historiador. Lo cual es perfectamente comprensible: lo esencial en la vida de Jesús son hechos, no enseñanzas: sus milagros, su muerte en cruz, su resurrección. Ahora bien, los milagros y los hechos maravillosos no son el objeto de la historia científica. Esta clase de narraciones son adcritas por los historiadores universales al género literario de la leyenda. Los evangelios pretenden ser historia, remedan las formas de la narración histórica, pero pertenecen a la literatura de lo maravilloso.

"En resumidas cuentas, dentro del universo confesional eran mis primeros profesores los que tenían razón: si los evangelios narran hechos realmente acaecidos, pertenecen al género literario de la historia. Los sucesivos distingos no han sido más que expedientes para zafarse de dar cuenta del carácter excesivamente fantasioso de las narraciones evangélicas. Los creyentes modernos aceptarían sin reparos los relatos de curaciones manifestadoras de la compasión y de la humanidad de Jesús. Pero caminar sobre las aguas, buscar el dinero para pagar los impuestos en la boca de un pez o secar higueras que no dan higos en abril son ficciones de difícil reducción religiosa. Los intérpretes confesionales se sienten incómodos y pretenden cortar el problema de raíz: no se trata de escritos de historia propiamente dicha. Pero entonces les persigue el texto de Lucas: "una relación ordenada de los hechos…".

"En los últimos años el público ha sido profusamente informado de la existencia de los equívocamente llamados "evangelios apócrifos"*.

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* Prácticamente todos los evangelios son apócrifos, en el sentido de estar atribuidos a un falso autor. El único evangelio de autor ciertamente conocido es el de Marción, del siglo II, conservado en fragmentos latinos.
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"Se trata en general de escritos tardíos. Los más antiguos (conservados fragmentariamente) son el Evangelio de los Hebreos y el Evangelio de Pedro. Hay una serie de evangelios adscritos a las corrientes gnósticas (Evangelios de Tomás, de María Magdalena, de Felipe, de Judas,…). Ahora bien, estos nuevos hallazgos no modifican el panorama de las fuentes históricas acerca de Jesús. Se trata de obras tardías y de contenido doctrinal, con raras referencias a hechos. El más antiguo de los textos coptos es el Evangelio de Tomás, pero su datación sigue insegura (¿primera mitad del siglo II?), de manera que considero que su colocación al lado de los cuatro evangelios primordiales es precipitada.

En la próxima entrega concluiremos con esta latrga cita de José Montserrat, tomada de los porlegómenos de su obra "El Galileo armado" (Edaf, Madrid, 2007).

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es

“El concepto de mesías se desarrolla en Israel gracias a la evolución histórica del país”

Manera de llegar a este comunicación:

Pinchando en la página presente, arriba a la izquierda, donde hay un par de contactos o “links”. Uno de ellos es “Cristianismo e Historia”

Saludos de nuevo.
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