¿Se formó la tradición sobre Jesús sin ninguna influencia de la fe en su resurrección? (109-F)

Hoy escribe Antonio Piñero


Seguimos comentando las líneas generales del capítulo conclusivo de la obra “Jesús recordado” de James D. G. Dunn. Ya sabemos que según este investigador la fuerza formativa original que modeló la traición de Jesús fue el impacto causado por éste. No me cabe la menor duda de que fue así. Pero la siguiente afirmación (p. 990) no me parece correcta:

“Ese impacto formativo inicial no fue la fe pascual”.

Es cierto que luego Dunn admite que la tradición se manifestó por primera vez en el período posterior a lo sucedido “al tercer día”, y que la

“Tradición llegada hasta nosotros, sobre todo en los evangelios sinópticos, fue sin duda estructurada y comunicada regularmente a la luz de la fe pascual”: todo ello me parece que se corresponde a lo que debió de ocurrir en realidad en esos momentos misteriosos que –como el 'Big Bang' en los inicios de nuestro universo- solo se puede barruntar y reconstruir hacia atrás a partir de indicios ya que el Nuevo Testamento no nos lo dice directamente, sino que tenemos que leerlo entre líneas. Sólo lo sabemos gracias al análisis de determinados pasajes".


Ahí hay una matización interesante. Ahora bien, lo que no me parece del todo acertada es la siguiente afirmación de Dunn:

“Una y otra vez los temas y aspectos característicos de las distintas tradiciones muestran haber sido establecidos sin ninguna influencia de los acontecimientos pascuales y, por tanto, probablemente con anterioridad a ellos” (p. 991).


Este punto de vista de Dunn me parece difícilmente sostenible porque los temas principales de la tradición –Jesús mesías; Jesús hijo de Dios, Jesús, Hijo del Hombre; el sentido de la muerte de Jesús- dependen de un modo radical, en mi opinión de la fe pascual de los discípulos.

Sintetizaré brevemente mi pensamiento, que por otra parte pienso que es conocido:

A pesar de su muerte desastrosa en cruz, muchos de ellos se reunieron en Jerusalén después de su muerte –¡en la boca del lobo!- y decidieron seguir cultivando su recuerdo y seguir su obra. Tenían un poderoso motivo para sentirse unidos una vez superado el período de dudas: ¡Jesús estaba vivo! ¡Había resucitado! ¡Jesús vivía entre ellos! ¡Dios lo había vindicado! Pero era necesario explicarse por qué habían ocurrido cosas en apariencia tan terribles. Había que replantearse la vida sin el Maestro, o mejor con su sola presencia espiritual. Había que fundamentar de inmediato por qué ellos, sus antiguos seguidores, se reunían en torno a la figura de alguien al que la gente de fuera creía un vil ajusticiado por el poder de Roma.

Una vez que esta creencia en la resurrección del Maestro Jesús se hizo sólida y fuerte, sus seguidores comenzaron a intentar aclararse a ellos mismos y a los demás por qué había ocurrido todo lo que había pasado. Para explicarlo no tenían otro medio que ir a las Escrituras sagradas, lo que hoy llamamos el Antiguo Testamento, Escrituras aceptadas por todos, y buscar en ellas si Dios podía revelarles con su lectura alguna razón de tanta aparente sinrazón.

Así fue cómo empezaron los primeros discípulos de Jesús el mesías a hurgar en los textos de la Ley, los Profetas y los Salmos para encontrar algo que explicara la vida, muerte y resurrección de aquél, con la idea de que si Jesús era el mesías habría pasajes en la Escritura sagrada sobre él, pues en ella había anuncios sobre el enviado de Dios, el que “iba a venir”.

Quedaba, pues, claro: ¿qué otra manera mejor que volver los ojos hacia las Escrituras para intentar encontrar en ella alguna luz que explicara lo acaecido?

La primera tarea de la reflexión del grupo fue dar una aclaración plausible al escándalo de la horrorosa muerte en cruz de Jesús; es decir, las primeras indagaciones teológicas del grupo tuvieron como fin explicar este tremendo fracaso… La única aclaración debía estar en los planes de Dios, ignorados hasta el momento, pero éstos tenían que poder vislumbrase en su Palabra. Insisto en que por ello tornaron sus ojos a los libros sagrados como lo había hecho Jesús tantas veces. La escena –ideal y programática— que pinta Lucas en el cap. 24 explica claramente este proceso:

Dos de (los discípulos de Jesús) iban a una aldea que dista de Jerusalén sesenta estadios, llamada Emaús, y hablaban entre sí de todos estos acontecimientos. Mientras iban hablando, el mismo Jesús se les acercó e iba con ellos. Pero sus ojos no podían reconocerlo. Y les dijo: “¿Qué discursos son éstos que vais haciendo entre vosotros…? Le contestaron: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no conoce los sucesos en ella ocurridos estos días?”. Él les dijo: “¿Cuáles?”. Contestáronle: “Lo de Jesús Nazareno, varón profeta, poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados para que fuese condenado a muerte (por los romanos) y crucificado. Nosotros esperábamos que sería él quien rescataría a Israel; mas con todo van ya tres días desde que esto ha sucedido. Nos dejaron estupefactos ciertas mujeres de las nuestras que yendo de madrugada al monumento no encontraron su cuerpo y vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles que les dijeron que Jesús vivía…” Y les dijo: “¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para entender todo lo que vaticinaron los profetas! ¿No era preciso que el mesías padeciese esto y entrar en su gloria?”. Y comenzando por Moisés y por todos los profetas les fue declarando cuanto a él se refería en todas las Escrituras
.

Lo que Lucas pretende decir en este texto absolutamente revelador es que los seguidores de Jesús vieron que la solución al misterio de la muerte ignominiosa en la cruz estaba en verdad en la Biblia…, aunque sólo si se leían de nuevo rectamente sus textos gracias a la inspiración del Espíritu del Jesús viviente.

De este modo todo lo que en concreto –en este caso- se transmita sobre la pasión de Jesús se hará desde ese punto de vista que es absolutamente el de la fe postpascual.

Igual ocurre con los otros temas principales. El próximo día pondré otro por ejemplo, de cómo el Nuevo Testamento nos ilustra sobre este proceso de repensar y reinterpretar los recuerdos de Jesús a la fe de lo sobre él se pensaba una vez que se creía firmemente que Dios lo había resucitado. Es decir: sólo se recuerda a Jesús desde la fe en su resurrección. Me parece que no existe esa pretendida independencia de la formación de "recuerdos" de Jesús independiente de la fe postpascual.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es

“Zorobabel como mesías”

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