El "impacto" del cristianismo paulino (109-L)

Hoy escribe Antonio Piñero

Estamos razonando acerca núcleo del argumento sobre los “recuerdos” acerca de Jesús (IV). Vamos a centrarnos ahora en la más que posible diferencia del “impacto” de cada uno de los dos tipos básicos de cristianismos que existían en el último tercio del siglo I.

Una prueba indirecta de esa diferencia de peso específico entre los dos grupos fundamentales de cristianismos que cultivaban los recuerdos de Jesús, el Jerusalén y el antioqueno y, poco más tarde, “paulino” lo tenemos en la evolución posterior del cristianismo inmediatamente después de la catástrofe del 70. Ya dijimos que la comunidad judeocristiana desaparece casi de la historia y que el grupo paulino parece campa a sus anchas. Ello se traduce en una disimilitud absoluta de peso específico entre los dos grupos a lo largo del siglo II.

Hay dos maneras de cuantificar esta diferencia:

a) El estudio de la teología de los primerísimos cristianos reflejada en las colecciones de escritos denominadas “Padres apostólicos” y “Apologetas cristianos del siglo II”. Aparte de la Didaché, y del sabor judío que pueden ofrecer los Fragmentos de Papías, seguidor del milenarismo propagado por el Apocalipsis de Juan, ninguna otra obra recogida en estas dos colecciones de escritos cristianos primitivos –fuera del Nuevo Testamento- muestra una clara teología judeocristiana.

Ésta queda reducida a los evangelios apócrifos de los ebionitas, nazarenos, hebreos “egipcios” (recogidos por Clemente de Alejandría), restos de los elcasaítas y los que están detrás de las fuentes primitivas de la literatura pseudoclementina de los siglos II y III (unos “Viajes o Períodos” de Pedro, relacionados de algún modo con los Hechos Apócrifos de Pedro)


b) Un análisis de la composición del Nuevo Testamento. Aunque este corpus de escritos tiene una historia muy amplia de formación -que dura hasta finales del siglo IV en las Iglesias occidentales y hasta el siglo X en algunas de las iglesias orientales- puede decirse que estaba constituido en lo fundamental en el último cuarto del siglo II (entre el 180 y 200) a base de obras que se compusieron casi todas ellas en el siglo I (única excepción quizás 2ª Pedro, redactada hacia el 120).

Pues bien si analizamos qué tipo de obras del siglo I entraron a formar del canon del Nuevo Testamento veremos que, aparte de la Epístola de Santiago y la brevísima de Judas –puramente judeocristianas-, no hay ningún otro escrito neotestamentario que la crítica y los historiadores de la literatura cristiana primitiva dejen de considerar como representante de un punto de vista teológico de corte fundamentalmente paulino. Incluso –como creo que dijimos ya- el Apocalipsis y el Evangelio de Mateo, tan judeocristianos, tienen una interpretación de la muerte de Jesús, una teología de la cruz, que es paulina.

Así el Nuevo Testamento se compuso del modo siguiente:

• Sólo son admitidos cuatro evangelios (hay más o menos unos 70 si contamos los apócrifos conservados) y es observable que los cuatro interpretan a Jesús, su muerte y su redención siguiendo las pautas paulinas. Luego veremos con más detenimientos cuáles son estas pautas.

• De entre todos los “apóstoles” sólo se han conservado cartas de Pablo; de ningún otro más, a pesar de las apariencias. Las demás cartas, que llevan los nombres de Pedro (2), Juan (3), de Santiago y Judas (1) son falsas, no salieron de la pluma de los “autores” a los que han sido adjudicadas. Sin embargo, en vida de Pablo se copiaron sus cartas y se difundieron enormemente.

• La escuela paulina consiguió colocar en el Nuevo Testamento siete cartas pseudoepígrafas paulinas (es decir, que llevan el nombre de Pablo, pero que fueron escritas en realidad por sus discípulos) por seis de los otros apóstoles.

Salvo la de Santiago y Judas, las tres cartas de Juan y las dos atribuidas a Pedro aceptan también los esquemas teológicos paulinos básicos acerca de la "teología de la cruz".

Incluso el Apocalipsis, escrito judío donde los haya, es paulino en su modo de interpretar el sacrificio de Cristo en la cruz: él es el Cordero de Dios que fue “degollado” por la salvación de todos los que creerán en él.

Éste es el resultado de cómo veía la Iglesia de finales del siglo I que eran sus escritos fundacionales. Parece bastante claro que el Nuevo Testamento –que pasa hoy por ser el escrito básico del cristianismo- no representa la posible variedad de los dos grupos fundamentales del cristianismo primitivo, sino de un cristianismo, sobre todo del paulino. El judeocristianismo estricto está bastante mal representado.

Y ahora, extrapolando hacia atrás estos resultados de finales del siglo II, podemos volver a afirmar sin miedo a exagerar que en torno al año 70 d.C. –último cuarto del siglo I- sólo había dos interpretaciones fundamentales de Jesús, sólo dos, la judeocristiana y la antioquena-paulina… desigualmente repartidas geográficamente, con mayor representación paulina y con un peso específico también mayor por parte de los paulinos.

Y ahora en concreto respecto a los Evangelios que transmiten los recuewrdos de Jesús: me parece que no sería una conclusión desmesurada ni partidista suponer que los autores evangélicos estarían encuadrados mentalmente en una de estas dos corrientes del cristianismo primitivo, y que su teología respecto a Jesús sería o una u otra: o judeocristiana o paulina. Me parece plausible imaginar que el autor del primer evangelio cronológicamente hablando pudiera enmarcarse o bien

• En ninguna escuela
• O bien en alguna de las dos mencionadas.

En principio la primera alternativa parece muy poco plausible, pues de no estar enmarcada en una u otra no habría gozado de la difusión de la que gozó, y del éxito… tanto que fue la fuente principal de los evangelios siguientes, Mateo y Lucas, que se escribieron a continuación.

Y es curioso observar –por un lado- que el de Mateo, bastante judeocristiano en algunos aspectos, tiene una estructura y perspectivas esencialmente marquianas. Aunque modifica su fuente en muchos momentos, Mateo la sigue en los esencial. Luego parece imponerse la conclusión de que el Evangelio de Marcos fue bien acogido en grupos de un cierto tinte judeocristiano. Y fue acogido también entusiásticamente por el grupo lucano, al que la tradición unánimemente relaciona con Pablo.

De aquí deduzco que el Evangelio de Marcos en la misma obra ofrecía material para nutrir las dos corrientes.

Una vez llegados aqui, me parece que sería conveniente que el siguiente paso en nuestro razonamiento fuera la delimitación más concreta de las líneas fundamentales del judeocristianismo y del paulinismo. De este modo podríamos ver con más detalle en donde se podría enmarcar al autor evangélico Marcos, ya que hemos argumentado que no es verosímil postular que fuera por libre, es decir que no perteneciera a grupo alguno.

Seguiremos, pues, con los rasgos fundamentales de la teología sobre Jesús del judeocristianismo. Será también importante hacer alguna observación sobre si esta teología conecta bien o mal con el Jesús de la historia –que por otros métodos- es reconstruida en sus líneas esenciales por muy diversos estudiosos, incluso católicos, por ejemplo R. E. Brown y sobre todo John Paul Meier, por citar los más conocidos, entre otros.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

………….……………

En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es

“El mesianismo entre los judíos a partir del siglo II a.C.”

Manera de llegar a este comunicación:

Pinchando en la página presente, arriba a la izquierda, donde hay un par de contactos o “links”. Uno de ellos es “Cristianismo e Historia”

Saludos de nuevo.
Volver arriba