El conjunto del texto de Gálatas 2,1-10 (109-P)

Hoy escribe Antonio Piñero


Dijimos en la postal anterior que la reacción de las autoridades de la comunidad de Jerusalén para llegar un acuerdo se explica en parte por la fecha, 48 d.C., en la que se celebró el Concilio, y en parte porque Pablo aún no había manifestado con toda su rotundidad su teología que aniquilaba las bases de la religión judía

Por tanto, cuando Santiago, Juan y Pedro (Cefas) le dan la mano en “señal de común acuerdo” (¡ojo! Se suele traducir por “señal de comunión” como si eso implicaran que aceptan la teología de Pablo; de lo que se trata es de la aceptación de dos tipos de misión ya existentes), Pablo no había desarrollado su teología con toda crudeza. En cuanto lo hizo y se sacaron todas las consecuencias, la gente de Santiago se echó hacia atrás. En una palabra: el posible pacto no fue cumplido nunca. Explicitaremos esto al hacer una exégesis más minuciosa del texto de Pablo.

Lo que subyace en lo que relata Lucas en Hch 15 es lo que sabemos ya por otro lado sobre la teología judía y judeocristiana acerca de la “salvación de los gentiles”. Éste era -en una época mesiánica, como la que estaba viviendo en esos momentos- la cuestión fundamental: cómo salvarse porque el fin estaba cerca.

Según esta teología judía, que se había ido formando siglos atrás, los gentiles podían salvarse con una salvación de segunda grado, sin necesidad de circuncidarse (no necesitan hacerse judíos), sino sólo con cumplir el Decálogo y otras normas básicas (“Leyes de Noé”) cuya regla fundamental era abstenerse de las irregularidades en el matrimnio y la vida sexual, de las carnes sacrificadas a los ídolos y no ingerir sangre, principio de vida.

Estas ideas que otorgaban a los gentiles la posibilidad de salvarse –salvo algunos recalcitrantes que exigían una conversión completa- lo había defendido el judaísmo de época helenística desde hacía mucho tiempo. Así que, al proclamarlo Santiago en el Concilio, no estaba diciendo novedad alguna. Escribía en la “Guía para entender el Nuevo Testamento”, p. 270:

El judaísmo –y también los judeocristianos— de aquellos años había pensado en dos sistemas para lograr que los paganos entraran en el verdadero Israel conforme al plan de Dios para los últimos tiempos:

1. El más tradicional y simple: los paganos debían convertirse sin más al judaísmo, es decir, debían todos hacerse prosélitos por medio de la circuncisión y la observancia entera de la Ley. Todos los salvados, gentiles y judíos, bajo la Ley.

2. Otro también tradicional, pero de mentalidad más amplia y que conectaba con ideas defendidas por el judaísmo desde tiempo atrás en época helenística: los paganos podían salvarse de algún modo, con una salvación de segunda clase, sin que fuera necesario que se hicieran judíos totalmente: bastaba con cumplir las denominadas “leyes de Noé”, basadas en la alianza que Dios había hecho con este patriarca y su descendencia (Gn 9,3-13).

De estos mandamientos los principales eran: no blasfemar; no adorar a los falsos ídolos, no cometer pecados sexuales, no matar, no robar, no ingerir la carne con su alma, es decir, con su sangre. Como sabemos, el capítulo 15 del libro de los Hechos es el documento que nos revela la existencia de este modo de pensar respecto a la admisión de los gentiles en el grupo judeocristiano que se consideraba el verdadero Israel.


Es posible que esta postura estuviera bastante cerca de lo que pensaba Pedro tras el altercado de Antioquía: los judíos bajo la Ley; los paganos no circuncisos, sólo bajo la ley de los preceptos de Noé. Los salvados se dividen en dos comunidades distintas, pero al final de los tiempos se harían una sola.

En síntesis: lo que afirman los Hechos de los apóstoles a propósito de la decisión de Santiago expresada en una “carta-decreto” no era novedad alguna. El judaísmo contemplaba la salvación de los gentiles, y en ese sentido nada tenían contra Pablo…, con tal de que “no se pasara”… en su teología en contra de la validez de la ley de Moisés... como de hecho ocurrió más tarde.

¿Por qué entonces presenta Pablo en Gálatas (recordemos: escrita años después) como un refrendo de su teología el “abrazo” que expresaba “el común acuerdo”? Por necesidades de su argumentación en pro de su teología más desarrollada que la de Jerusalén. Pablo también sabe presentar las cosas como le convienen. Por necesidad de fundamentar su teología afirma que “los de Jerusalén”, con Santiago a la cabeza, no se habían opuesto a él en el año 48, cuando aún no había mostrado todas las consecuencias de su teología radical. Pero se calla que lo habrían hecho si hubiesen sabido en ese momento todo lo que más tarde iba a exponer con toda crudeza Pablo en su Carta a los gálatas: su rechazo absoluto al valor salvífico de la ley de Moisés y sus sarcasmos contra la circuncisión y sus valores.

Como conclusión provisional diría: al menos es dudoso que el texto de Gálatas 2,1-10 pueda contradecir la radical oposición entre la teología paulina, completamente desarrollada, y el judeocristianismo, contradicción que mostraremos con todo detalle en las postales siguiente, cuando llegue el momento.

Creo que no se puede afirmar que el judeocristianismo aceptara como norma teológica la “invalidez” absoluta, tal como la proclamará Pablo, de la ley de Moisés. Ésta, como un pedagogo, había cumplido su función hasta la venida de Cristo. Una vez que éste ha venido, ha llegado el tiempo supremo de la salvación. Rigen otras normas. La Ley cumplió su función en el pasado; en el “hoy” mesiánico está ya periclitada; ha venido Cristo y hay ya otra ley: ¡la Ley de Moisés no es ya un instrumento de salvación!

Estas ideas jamás podían ser aceptadas por quienes -como los judeocristianos- habían hecho del cumplimiento de la Ley su norma de vida y frecuentaban el Templo todos los días aguardando al mesías, Jesús, como cumplidor de la esperanza de la liberación de Israel y establecimiento de su reino (Lucas 24,21 y Hch 1,6).

En las postales siguientes vamos a efectuar un análisis, breve y claro, pero un tanto más pormenorizado, de Gálatas 2,1-10 de modo que no parezca que me invento nada.

Seguiremos, pues.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es

“Sobre Melquisedec en los Manuscritos del Mar Muerto”

Manera de llegar a este comunicación:

Pinchando en la página presente, arriba a la izquierda, donde hay un par de contactos, enlaces o “links”. Uno de ellos es “Cristianismo e Historia”

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Magíster de "Ciencias de las Religiones"

Universidad PABLO DE OLAVIDE , Sevilla

Véase postal de 26-06-2009

Enlace de Internet para obtener más información:
http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp

Saludos de nuevo.
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