La mujer sirofenicia. Teología básica del judeocristianismo (III) (109-T)

Hoy escribe Antonio Piñero


Una vez concuido nuestro breve análisis del texto cvlave de Gálatas 2,1-10, nos detenemos en el último punto que abordamos al tratar de los rasgos generales de la teología básica del judeocristianismo: el alejamiento de los gentiles por parte de los judeocristianos. Esta postura no era más que un seguimiento de lo que había hecho Jesús al respecto, tal como puede ilustrarse por el ejemplo de la mujer sirofenicia. El texto, bien conocido, es el siguiente:

24 Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido, 25 sino que, en seguida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. 26 Esta mujer era pagana, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. 27 El le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» 28 Pero ella le respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños.» 29 El, entonces, le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.» 30 Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido (Mc 7,24-30).


Los estudiosos discuten si este pasaje corresponde con toda exactitud a un evento de la vida de Jesús, o bien si sólo es histórico en cuanto a su sustancia. Para nuestro propósito no es necesario entrar ahora en esta discusión. Lo cierto es que los argumentos en contra de la posible autenticidad se dirigen a que el entorno del incidente –se argumenta- es judeocristiano y que la actitud mostrada por Jesús se corresponde con la que tenían los seguidores judeocristianos de éste tras su muerte. Por tanto, este tipo de argumentación confirmaría en todo caso el punto de vista que deseamos destacar: cuál fue la actitud del judeocristianismo frente a los gentiles.

Pero sea de ello como fuere, el pasaje ilustraría a la perfección la distancia de los judeocristianos respecto a los paganos (motejados como “perrillos”: griego kynária). Pienso, sin embargo, que la sustancia de lo que se cuenta de Jesús en este pasaje es histórica, porque casa muy bien con el conjunto de la imagen del Nazareno. En mi opinión –y en la muchos otros- tal actitud poco amable al principio con los paganas se basa en un hecho real en sustancia de la vida de Jesús. El que el Maestro, al final, atendiera la petición de la madre suplicante pagana no quita nada a la distinción neta que el incidente establece -por medio de palabras de Jesús- entre judíos (judeocristianos luego) y paganos en perjuicio de estos últimos.

Y lo que nos importa: ¿cómo podría justificarse con recuerdos de Jesús la actitud de la teología de Pablo dirigida expresamente a los paganos? Solamente si se interpretan otras posibles actitudes en un sentido positivo –y dudoso- olvidando el recuerdo claro de este episodio protagonizado por el Nazareno.

Volvemos al texto directamente. ¿Por qué Marcos -que como dijimos tiene en mente lectores procedentes del paganismo recoge una anécdota tan dura para con los paganos? No podemos responder con total seguridad, sino sólo barruntar una respuesta. Pero en primer lugar, hay que felicitarse que Marcos sea tan honesto que recoja incluso hechos de Jesús que en apariencia no le convendrían para su propósito.

Respondemos a la cuestión: podemos pensar que si en una primera lectura –desde el punto de vista de la época de composición del Evangelio- esta perícopa parece desventajosa, podrían consolarse los lectores con la seguridad de que al final Jesús accedió a la curación de una pagana. Eso indicaba que había para ellos un puesto en la Iglesia, aunque menor en principio. Y les indicaba también que era preciso tener fe en el mesías salvador para lograr ser salvados. Es posible que estas dos perspectivas positivas bastaran a Marcos para recoger la anécdota.

Hay al menos otros dos pasajes importantes en los evangelios que muestran esta actitud negativa de Jesús respecto a los gentiles. El primero, de Mateo, 10,5-6, en el que Jesús envía a los Doce a predicar la venida del Reino. Y les dice:

5 «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos;6 dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel.7 Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca”.


En la parábola de los invitados al banquete (Lc 14,16-24/Mt 22,1-14) hay un añadido de Mateo que dice:

“11 «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, 12 le dice: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?” El se quedó callado. 13 Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.” 14 Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos»”.


Muchos comentaristas han visto en este añadido de Mateo una reflexión de los judeocristianos, que eran mayoría en la comunidad para la cual el evangelista escribía. Éstos se preguntarían con inquietud si los paganos –aludidos en la parábola en los que no tenían el vestido de bodas adecuado- eran o no dignos de ser miembros de la Iglesia.

Dejamos la cuestión abierta. Sea como fuere, Mt 7,6 recoge un dicho de Jesús tremendo:

“No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen”.


Es bien sabido que “cerdo/puerco” se aplicaba por los judíos de la época de Jesús a Roma y los romanos, o a otros paganos no israelitas, al igual que “perro”. Esto lo hemos visto ya en esta misma postal. No parece caber muchas dudas de lo que pensaba Jesús sobre los paganos.

Por consiguiente: estas palabras de Jesús (Mt 22,22-14 y 7,6) recogidas solamente por Mateo reflejan, por un lado, la prevención de Jesús ante los gentiles, y por otro la idéntica prevención de los judeocristianos (que recogen la anécdota) ante la llegada de gentiles a la comunidad mesiánica de creyentes en Jesús, los que se iban a salvar.

Al mismo tiempo –y esto es importante- el haber recogido esta anécdota refleja también un rasgo del pensamiento judeocristiano: cómo la existencia de paganos convertidos a la fe de Jesús en su propia comunidad no impedía que los seguidores de éste continuaran totalmente apegados al núcleo de su fe judía.

Lo que distinguía a los judeocristianos de los demás judíos era, en principio, sólo que creían que el mesías había llegado ya. Por sí mismos -pienso- no se habrían lanzado a evangelizar a paganos, como tampoco lo hizo Jesús; eran otros –con cierto disgusto suyo- y con otra teología distinta, abanderados por Pablo, los que lo hicieron.

Seguiremos con ulteriores precisiones a esta teología del judeocristianismo.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es

“La figura del Hijo del hombre en el Libro de las parábolas de Henoc”

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Magíster de "Ciencias de las Religiones"

Universidad PABLO DE OLAVIDE, Sevilla

Véase postal de 26-06-2009

Enlace de Internet para obtener más información:

http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp

Saludos de nuevo.
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