“¿Es la apocalíptica judía la matriz de la teología cristiana?” (II) (110-04 )

Hoy escriben Antonio Piñero/ Florentino García Martínez


A propósito de la publicación del tomo VI, “La apocalíptica” de la colección “Apócrifos del Antiguo Testamento”, de Editorial Cristiandad, Madrid, 2009, seguimos con la publicación del artículo de F. G. M., cuyo título es idéntico al de esta comunicación.

Tiene la palabra Florentino:

El Evangelio de Mateo sirve igualmente a Käsemann para precisar la teología de esta apocalíptica postpascual nacida en la comunidad cristiana, pero que no es de Jesús. Ella habría sido la primera en introducir dentro del cristianismo una teología de la historia, con su visión de la "historia de la salvación" y de la "historia de la condenación", que marchan paralelas y que dividen el tiempo en dos eones/mundos distintos, una teología de la historia que en definitiva hizo posible una “historia evangélica”, es decir, basada en los evangelios. Escribe Käsemann:

Por el contrario, es válido también afirmar que fue la apocalíptica en primer lugar la que posibilitó el pensamiento histórico del cristianismo (Anfänge 175).



Textos como Mt 19,28-29 [“28 Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. 29 Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, ermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna.”];

Mt 10,13-14 [“13 Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. 14 Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies”];

Mt 7,2 [“Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá.”]

y otros permiten a Käsemann atribuir a esta apocalíptica cristiana postpascual la introducción de la concepción de un ius talionis ("ley del talión" de los últimos tiempos)escatológico que transforma la parénesis o exhortación puramente moral en una amenaza escatológica (Anfänge 172-174, 176.78);

Mt 10,26 [“«No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse.”]

le lleva a atribuir a esa teología cristiana -no de Jesús- la primera formulación de “la ley apocalíptica de la transformación de todos los valores en el tiempo final” (Anfänge 178),

y Mt 10,23 [“Cuando os persigan en una ciudad huid a otra, y si también en ésta os persiguen, marchaos a otra. Yo os aseguro: no acabaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre”]

le lleva a atribuirle la reintroducción del tema de la reunión de las doce tribus en los últimos tiempos (Anfänge 184).

Sobre todo, Käsemann encuentra en Mateo los elementos claves de esta apocalíptica postpascual: la espera ferviente de la parusía del Señor, la defensa acalorada de la ley mosaica y la oposición decidida a la misión a los gentiles.

Käsemann se esfuerza en precisar los orígenes de esta apocalíptica postpascual, aunque reconoce que éste es uno de los problemas principales de su hipótesis. Escribe:

El problema en verdad más difícil se plantea inmediatamente al principio: ¿desde cuándo existe una apocalíptica cristiana en estricto sentido? (Thema 260).


Como fiel bultmanntiano, Käsemann defiende que toda teología es postpascual e intenta desligar completamente esta apocalíptica de la predicación de Jesús sobre la inmediata cercanía de Dios. Para él, esta idea tan de Jesús de un Dios cercano y amoroso es incompatible con la espera de la venida del Hijo del Hombre, la restauración de las doce tribus en el reino mesiánico y la espera de la parusía (“Si tuviera la obligación de unir ambas cosas sería para mí no poder comprender” = dice Käsemann en Anfänge 180), que son característicos de la apocalíptica postpascual.

Aunque su entorno era apocalíptico, Jesús rompe claramente con él mediante la predicación de un Dios clemente y no justiciero y su proclamación del primado del amor fraterno. Nada extraño que, para Käsemann, este Jesús ni bautice, ni construya una comunidad como “resto” y núcleo del pueblo de Dios mesiánico, ni mantenga otros preceptos de la Ley excepto el del amor fraterno. Escribe Käsemann:

A partir de esta maravillosa “escatología” jesuánica, para la cual toda la vida se complementa “delante de Dios”, se puede comprender perfectamente el que Jesús -en cuanto podemos percibir- no tanteara, no fundara ninguna comunidad como resto santo, núcleo del pueblo de Dios mesiánico, ni tampoco radicalizara la ley salvo la exigencia de la obediencia y del amor (Thema 262).


Los discípulos, por el contrario, tras la experiencia pascual, interpretan y conceptualizan esta experiencia con las categorías de la apocalíptica judía de su entorno:

1. La espera del inmediato retorno del Señor constituye el elemento central de este “entusiasmo postpascual”, como lo llama Käsemann: puesto que el mesías de la apocalíptica judía debía manifestarse en Jerusalén, es allí adonde se dirige la primitiva comunidad;

2. Puesto que este mesías era esperado como Hijo del Hombre celeste, la espera de su retorno constituye el tema central de su esperanza;

3. La misma resurrección de Jesús es vista no como un milagro aislado, sino como el comienzo de la resurrección de los muertos esperada en la apocalíptica y como un signo anunciador de la llegada del Reino;

4. La comunidad, unida en su esperanza, se considera el resto sagrado de la antigua alianza que debe reunir de nuevo a las doce tribus y anticipa ya la nueva alianza escatológica; puesto que la apocalíptica interpreta los “signos” (el éxtasis o las curaciones, por ejemplo) como signos del Espíritu del final del mundo, la experiencia pascual del Espíritu le lleva a consi¬derarse como viviendo ya en los últimos tiempos;

5. La idea veterotestamentaria del pueblo de Dios, interpretada apocalípticamente, forma la base de su primera cristología, etc. (Thema, pp. 262-265)

En resumen, los orígenes de esta apocalíptica postpascual no serían otros que la interpretación y recreación por los discípulos de la profunda experiencia pascual mediante las categorías heredadas de la apocalíptica judía.


Seguiremos. Espero de nuevo que esta exposición –aunque densa- sea interesante porque estamos en plena exposición del modo de hacer exégesis de algunos discípulos de Bultmann, muy influenciados por el maestro: separan nítidamente la teología de Jesúss de la de sus discípulos por meido de la crítica histórica, y atribuyen a la "comunidad primitiva" la formaulación de una teología -en este caso apocalíptica- que Jesús jamás habría aceptado como suya.

En el fondo late un presupuesto claro: salvar la figura de un Jesús maravilloso, no contaminado con algunas nociones del judaísmo del momento, que predica un Dios también maravilloso, y que hace posible que toda la vida del cristiano se concentre en ese encuentro personal con Dios a través de Jesús. Pero los discípulos de Jesús jamás comprendieron estos puntos de vista y crearon lo que hoy se llama el protocatolicismo".

Como se ve, este método histórico crítico es infinitamente más radical que el que hoy practicamos, que es un modelo de prudencia en comparación suya.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

………….……………

En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es el mismo, pues estamos comentando en los dos este libro.

....................................

Magíster de "Ciencias de las Religiones"

Universidad PABLO DE OLAVIDE , Sevilla

Véase postal de 26-06-2009

Enlace de Internet para obtener más información:

http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp

Saludos de nuevo.
Volver arriba