“Redención por el sufrimiento y muerte del Salvador” (109-11)

Hoy escriben Antonio Piñero/ José Montserrat


Tema: “La Escuela de la Historia de las religiones y el paulinismo” (6). “Rasgos principales de la teología básica del paulinismo” (VIII). Precisamos –como prometimos en la postal anterior- el punto 5 de la síntesis de Maccoby sobre la doctrina nuclear de Pablo en torno a la salvación del ser humano.

Comenta José Montserrat Torrents, en la obra colectiva Orígenes del cristianismo (El Almendro, Córdoba 2ª edición de 1995, 78), editado por mí hace tiempo:

“La presentación de Jesús como salvador de los individuos que opera a través de su propio sufrimiento y de su propia muerte es un elemento que, genéricamente, tiene obvio paralelos en la religiosidad pagana contemporánea y particularmente en los cultos de las religiones mistéricas del entorno helénico…

En este entorno ciertas modalidades de soteriología individualista habían confluido en la figura-tipo del personaje divino que muere, vuelve a la vida y hace partícipes a sus devotos de la victoria sobre la muerte.

Puede por tnto hablarse de una misteriosofía genérica que existía en la religiosidad pagana y que extendía su influencia más allá del ámbito de los cultos particulares, siendo discernible, en la literatura y aun en el lenguaje corriente.

No hace falta más para situar al cristianismo en su lugar específico dentro de la historia de las religiones. Pablo como primer teólogo cristiano supo captar la tensión soteriológica del entorno religioso que existía en las ciudades del Imperio romano, y adaptó a este concepto las categorías judaicas de la mesianidad. Es decir, cayó en la cuenta de que los conceptos de mesianismo puramente judíos eran válidos, según él y sin duda, pero no iban a ser entendibles por el público pagano del Imperio al que había que dirigirlos para que aceptaran la salvación que Dios –por medio de los primeros cristianos- les ofrecía.

No son discernibles en la soteriología cristiana ingredientes procedentes de ningún culto mistérico en particular. Es decir, no se puede probar que el cristianismo copiara y adoptara ingredientes concretos de algún culto mistérico en particular. Las fantasiosas especulaciones de los comparatistas de primeros del novecientos del siglo pasado oscurecieron esta cuestión y fueron objeto de fáciles refutaciones por parte de los historiadores confesionales. Los primeros seguidores de la Escuela de la “Historia de las religiones” exageraron, sin duda, a la hora de dictaminar apodícticamente que el cristianismo copiaba de un modo directo de los cultos paganos.

Ahora bien, si se reduce sin embargo a sus términos más fundamentales, esta adscripción del cristianismo como un “culto mistérico” –o si se desea como un culto nuevo cuya ideología es muy parecida a la de los cultos mistéricos- adquiere solidez y cumple de sobra su cometido: ofrecer una caracterización del cristianismo primitivo (paulino) absolutamente irreductible a su adscripción al judaísmo. Porque debe admitirse que hay elementos fundamentales en el cristianismo naciente que no son en absoluto judíos.

Ahora bien, esta característica específica afecta únicamente a las comunidades dependientes en algún modo de la corriente paulina. El cristianismo de la comunidad de Jerusalén, el cristianismo petrino, y en general todas las variantes que se limitan a poner a Jesús en el marco del estricto mesianismo judaico (es decir, son grupos que siguen siendo estrictamente judíos, pues su única diferencia notable es afirmar que el mesías Jesús había venido ya) no sobresalen del magma genérico del judaísmo del s. I, y en decurso de la historia inmediata desaparecen reabsorbidas en él. El judeocristianismo tuvo poco futuro en la historia de las religiones mediterráneas porque ofrecía una teología que no era para nada nueva.


Este desenlace es perfectamente esperado, pues asignaban a su mesías una tarea histórica que quedó incumplida. Sólo las comunidades que supieron trasladar la expectación a la metahistoria sobrevivieron al colapso mesiánico, y éstas son las iglesias de la tradición paulina, las que produjeron los evangelios canónicos, la escuela johánica, los hechos, la carta a los hebreos, la carta de Clemente, la escuela paulina…”.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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En el otro blog, “Cristianismo e Historia” (en la revista electrónica “Tendencias21”, el tema de hoy es:

“El mesías sacerdotal (IV)”
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Magíster de "Ciencias de las Religiones" Universidad PABLO DE OLAVIDE, Sevilla (Véase postal de 26-06-2009)
Para obtener más información:
http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp

Saludos de nuevo.
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