Los apóstoles de Jesús en la literatura apócrifa



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Pedro en los HchPePl del Pseudo Marcelo (y V)

Nerón desistió de polémicas y ordenó al prefecto Agripa que hiciera morir a Pedro y a Pablo con los mayores tormentos. Agripa explicó a su jefe que Pablo parecía inocente, Pedro, en cambio, era reo de homicidio con la agravante de irreligiosidad. Estimaba, pues, que Pablo había de ser decapitado, mientras que Pedro debía morir crucificado, decisión que agradó al emperador.

Pablo fue decapitado fuera de las murallas, a unas tres millas de distancia de la ciudad, en una finca denominada "Aguas Salvias". Pedro, al llegar junto a la cruz, pronunció una breve alocución en la que recomendaba la forma de su crucifixión: "Por tanto, ya que no soy digno de estar en la cruz de la misma forma que mi Señor, dad la vuelta a mi cruz". Los soldados dieron inmediatamente la vuelta a la cruz y le clavaron los pies hacia arriba. Tras las palabras de Pedro, se adivina la reflexión conocida por otros relatos de la escena. Cristo bajó del cielo a la tierra, por lo que fue crucificado con la cruz recta. Pedro tiene que subir desde la tierra al cielo, por lo que la postura lógica de su crucifixión había de ser con los pies hacia arriba. Y así lo hicieron los soldados.

Puesto ya en la cruz, se reunió una gran multitud de gente que protestaba por la ejecución de Pedro y amenazaba al mismo Nerón. Pedro les disuadió recordando que había llegado su hora, anunciada ya por Jesús en el episodio del Quo vadis? Y expiró dando gracias a Dios y rogando por el rebaño de sus fieles que dejaba en la tierra. Unos varones ilustres, de aspecto extranjero, junto con el conocido Marcelo, "tomaron a escondidas el cuerpo de san Pedro y lo depositaron debajo del terebinto, cerca del arsenal en un lugar llamado Vaticano".

El autor del apócrifo cuenta el triste final de Nerón, cuya desgracia había sido vaticinada por los citados varones forasteros, como consecuencia del martirio de los santos apóstoles. Dice así la relación: "Nerón cayó en desgracia de todo su ejército y del pueblo romano, hasta el punto de que decidieron lincharle en público hasta que, como merecía, muriera en el linchamiento. Cuando Nerón se enteró, se apoderó de él un miedo y un terror incoercible. Tanto que huyó, y no se lo volvió a ver más. Contaban algunos que, como andaba errante huyendo por las selvas, murió de frío y de hambre, y que fue devorado por los lobos" (86,1).

"Unos orientales tomaron los cuerpos de los santos apóstoles con la intención de transportarlos al oriente. Pero hubo un gran terremoto en la ciudad. Muchos de los romanos salieron corriendo y los alcanzaron en un lugar de la Vía Apia, llamado Catacumbas. Es el lugar llamado tradicionalmente Locus ad Catacumbas, en las conocidas catacumbas de San Sebastián, junto a la Vía Apia. Allí fueron guardados los cuerpos de los santos durante un año y seis meses, hasta que se les edificaron lugares honorables en los que fueron depositados. El cuerpo de san Pedro es objeto de veneración con ceremonias e himnos en el lugar Vaticano, cerca de los arsenales. Se supone que el autor tenía ya conocimiento de la construcción de las basílicas de San Pedro en el Vaticano y de San Pablo en la Vía Ostiense en tiempo del emperador Constantino (s. IV). El cuerpo de san Pablo, en efecto, fue depositado en la Vía Ostiense, a dos millas de distancia. En ambos lugares, por las oraciones de los santos, se producen abundantes favores en favor de los fieles en el nombre de nuestro Señor Jesucristo" (87,1-2).

El apócrifo de la Pasión de los santos Pedro y Pablo termina con una referencia al día de su fiesta común: "Se terminó la carrera de los santos apóstoles y mártires de Cristo, Pedro y Pablo, el día 29 del mes de junio". "Por la gracia y la benignidad de nuestro Señor Jesucristo, a quien con el Padre y el Espíritu Santo sea la gloria, el poder y el honor ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén (88,1).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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