Los apóstoles de Jesús en la literatura apócrifa



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Pedro en los evangelios gnósticos

El que fuera protagonista destacado en los libros canónicos y en los apócrifos no podía faltar a la cita con la tradición recogida también en la literatura gnóstica. Las arenas de Egipto han proporcionado el testimonio de un cristianismo con perfiles muy especiales. El gnosticismo, como tendencia que alcanzó cimas elevadas en el siglo II, fue una forma de considerar los hechos cristianos desde nuevas perspectivas. Su visión del mundo en fórmulas dualistas, su exagerada oposición entre el espíritu y la materia, su interpretación de las Escrituras con criterios alegóricos dejaron una estela luminosa en la iglesia copta. El cristianismo copto representa una manera de entender el mensaje cristiano en el alto Egipto, tan diferente en aspectos importantes de los puntos de vista corrientes en Siria o en Roma.

El "Evangelio según María"

Uno de los códices más interesantes, devueltos por las arenas de Egipto, es el que lleva como titulo Evangelio según María (Magdalena). En este evangelio y en otros similares descubrimos la importancia que pudo tener esta mujer en la iglesia primitiva. El códice, conservado en Berlín desde 1896 y conocido con las siglas BG 8502, es la versión copta de un original griego de mediados del siglo II. En 1917 fue hallado un fragmento de un papiro griego de principios del siglo III con pasajes de este evangelio. El documento presenta a María Magdalena como reveladora de Jesús y objeto de particulares enseñanzas de parte del Maestro. Y aunque el códice ha sufrido sensibles pérdidas, ofrece dos partes importantes. En una de ellas, el Resucitado responde a preguntas de sus discípulos. La segunda recoge una visión de María y su comunicación a los apóstoles. Cf. A. Piñero, (ed.), Todos los evangelios, "Evangelio según María", 451-455, p. 7.

Pedro, mencionado hasta siete veces entre otros apóstoles, es el que tiene mayor relieve como autor de preguntas y destinatario de las correspondientes respuestas. Con una consulta solemne, dirigida al Salvador, pretende Pedro conocer "cuál es el pecado del mundo". El Salvador responde que no hay pecado sino cuando los hombres realizan las obras de la naturaleza. El apócrifo se está refiriendo a la parte material del hombre. Una de las oposiciones más destacadas en el hombre según las teorías gnósticas es la del espíritu y la materia. Pero el autor habla en ese pasaje del gran pecado que es el adulterio.

Los apóstoles se sentían afligidos y desolados, pero fueron consolados y reanimados por María. Pedro agradeció el gesto y se dirigió a María como a la persona "que el Salvador quería más que al resto de las mujeres" (p. 10) para pedirle que les manifestara lo que el Salvador había revelado. "Dinos las palabras del Salvador que recuerdes, que tú conoces y nosotros no, y que nosotros no hemos oído". María reaccionó con prontitud y generosidad: "Lo que se os ha ocultado yo os lo anunciaré".

María les habló de una visión, en la que el Señor la definía como bienaventurada porque no se turbaba al verlo. Y le explicaba que el que ve una visión "no la ve ni en alma ni en espíritu, sino que el Intelecto que está en medio de ellos es el que ve la visión". Ante las palabras de la mujer, reaccionaron varios apóstoles, como Andrés, Pedro y Mateo. Andrés preguntaba a sus condiscípulos qué pensaban sobre lo que el Señor había tratado con María. Y ponía en duda la realidad de la relación que ella hacía del encuentro.

Pedro habló sobre las mismas cosas comentando que el Salvador nunca había hablado con una mujer sin que ellos lo supieran. Se preguntaba, pues, si las revelaciones de Jesús a María Magdalena significaban que la apreciara más que a los apóstoles. El caso es que María se sintió desconcertada ante la actitud de Pedro y le interpeló para reafirmar la realidad de sus manifestaciones: "Pedro, hermano mío", le dice. ¿Piensas acaso que yo he pensado sola estas cosas en mi corazón, y que miento en lo que se refiere al Salvador?" (p. 18).

Mateo echó en cara a Pedro su actitud frente a María con un tono un tanto destemplado: "Pedro, desde siempre has sido colérico. Ahora te veo ejercitándote contra la mujer, al modo en que lo hacen los adversarios. Si el Salvador la ha hecho digna, ¿quién eres tú para rechazarla? Con seguridad el Salvador la conoce bien, por eso la amó más que a nosotros".

No mentía María cuando exponía las revelaciones que había recibido del Salvador. La postura displicente de Pedro con relación a la Magdalena era la misma que recogen varias obras gnósticas, tales como el Evangelio de Tomás, lógion 114. Por ella lo reprendía Mateo, quien señalaba el dato de que Pedro adoptaba una actitud contraria a la mujer. Pero Matero hacía ver a Pedro que si el Salvador favorecía a María Magdalena y la consideraba digna de su aprecio, era porque la conocía muy bien. Es por eso, decía Mateo, por lo que "la amó más que a nosotros".

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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