Ángeles y Demonios como seres intermedios entre la divinidad supertrascendente y los seres humanos (93-05)

Hoy escribe Antonio Piñero


Tema: En torno a la idea de Dios en el Antiguo Testamento. Cambios y avances en las nociones acerca de la divinidad.


Un punto importante que caracteriza el desarrollo de la idea de Dios en la época posterior al Exilio es la creciente importancia de la creencia en ángeles y demonios, como seres que de algún modo forman una corte espiritual en torno a la divinidad. Naturalmente estas nociones son muy antiguas en Israel, pero en esta época adquieren un matiz especial.

A la vez que se iban venciendo los restos que aún quedaban de politeísmo, en la religión del pueblo judío se abría camino la imperiosa necesidad de llenar el hueco, cada vez más hondo y extendido, entre los seres humanos y una divinidad muy distante y lejana.

I. Como hemos dicho, la creencia en ángeles es antiquísima en Israel y está testimoniada en los estratos más antiguos del Antiguo Testamento (basta con hojear el Génesis), pero a lo que ahora nos referimos no es la simple creencia en ángeles y espíritus malvados, sino al inmenso desarrollo que tal convicción experimenta en estas épocas.

En primer lugar, en el Helenismo se madura una especulación sobre la esencia y clases de los ángeles, antes inexistente, y se construye una auténtica angelología (que dura hasta hoy).

Segundo: se otorgan nombres y funciones precisas a los ángeles, separando determinados grupos de otros (por ejemplo los siete arcángeles: Miguel, Rafael, Uriel, Jeremiel, etc.) dotados de precisos cometidos.

Tercero: se concibe que Dios delega en estos personajes una buena parte del gobierno del mundo. Todo aquello que de la acción divina para con los hombres pueda herir la moderna sensibilidad postexílica y helenística se traslada al cometido de los ángeles. Se crea la figura del ángel de la guardia de cada ser humano y de las naciones. A través de esos custodios, o de los ángeles encargados de los elementos, es como Dios ejerce ahora su providencia sobre el cosmos y la naturaleza: Dios ya no gobierna directamente, sino por medio de intermediarios.

El monoteísmo, sin embargo, no queda sacudido y quebrantado por la tendencia a reforzar el cuerpo angélico, sino más bien reforzado por estas potencias secundarias al servicio del Dios único. Recordemos que hemos mencionado ya en una postal anterior el caso del libro de los Jubileos de principios del s. II a.C. (ya no es Dios en persona el que presenta los diversos animales a Adán para que le ponga nombre, sino que lo hace un ángel en su lugar: 3,1).

Añadamos otro ejemplo: la teofanía del encinar de Mambré a Abrahán, que nos narra el Génesis, pasa a ser una mera angelofanía; en el mencionado Libro de los Jubileos la aparición de Dios se cambia a un sueño (cf. Gn 15,1-16 y Jub 14,1-16). Dios queda excluido de una aparición con rasgos demasiado antropomórficos.

La devoción por los ángeles alcanza proporciones tan extraordinarias en la época que consideramos, que en algún caso se percibe un cierto culto a esos espíritus, contra el que luchan los teólogos ortodoxos. Reflejos de este peligro llegan hasta los escritos cristianos, como ocurre, por ejemplo:

• Con el presunto Pablo de la Epístola a los Colosenses, que previene expresamente contra el culto a los ángeles,

• Con los primeros capítulos de la Epístola a los Hebreos, también de un discípulo de Pablo, aunque más alejado del maestro, cuyo tema es que el Hijo (Jesús) es superior a los ángeles,

• En el Apocalipsis, donde en 19,10 puede leerse: "Entonces -rememora el vidente- me postré a los pies del ángel para adorarlo (es decir al espíritu angélico que le mostraba las visiones), pero él me dijo: Cuidado, yo soy un siervo como tú y tus hermanos..." Es decir, no me adores.


II. Lo mismo debemos afirmar del creciente desarrollo de la demonología en el judaísmo de la época, aunque este progreso está ligado también a otra concepción muy judía, el dualismo o pugna entre las fuerzas de Dios y de las tinieblas, la lucha entre Miguel y Belial o Satán, entre el bueno y el mal Espíritu, dualismo cuyo origen, desde el punto de vista de la Historia de las Religiones, es un tanto oscuro y discutido. Este dualismo y la creencia en demonios se compagina igualmente en la mentalidad del pueblo con un monoteísmo estricto.

La creencia en los demonios invade con fuerza el pensamiento y la religión judía del Helenismo tardío, como vemos por sus ramificaciones que alcanzan hasta los textos evangélicos. Es inútil que nos detengamos ahora a describir clases y funciones de demonios, que por cierto también han sido objeto de exposición en este blog, hace bastante tiempo.

Sólo diré que la demonología que aparece en un escrito judío del final de esta época, la Vida de Adán y Eva, apenas se diferencia en nada de lo que las gentes piadosas y sencillas opinan hoy sobre la personalidad y funciones del Diablo y sus satélites. Apenas ha cambiado en XX siglos, ni siquiera con el paso del judaísmo al cristianismo.

Seguiremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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• En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es:

“El reino mesiánico en el Henoc eslavo y en los Oráculos Sibilinos”

• Información sobre la película acerca de Jesús de Nazaret, titulada “El discípulo”:

www.eldiscipulofilm.com
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