La imagen “política” de Jesús del Evangelio de Juan (109-35)

Hoy escribe Antonio Piñero


Aunque el Evangelio de Juan sea mucho más tardío que el de Marcos y tenga su propia teología, hay un pasaje –respecto a la figura de Jesús- interesante y que parece auténtico: durante su ministerio en Galilea, Jesús produjo entre las gentes, por sus milagros y predicación, una impresión tal, que el pueblo decidió “proclamarlo rey”. Pero Jesús escapa de esta presión, y se retiró solo a la montaña (Jn 6,15).

El Evangelio de Juan da a entender, pues, que Jesús era el objeto "involuntario" de la excitación religiosa-política que había suscitado. Que esta excitación del pueblo fue seria y con consecuencias socio-políticas notables se deduce también de dos pasajes del mismo Evangelio de Juan. El primero:

“47 Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. 48 Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación»” (Jn 11, 47-48).


Nótese que aquí las autoridades judías se muestran preocupadas de los efectos políticos de la actuación de Jesús y de los riesgos del pueblo ante los romanos por ello. No hay una sola palabra de crítica de su doctrina –por ejemplo, que Jesús ofendiera los principios del judaísmo-, ni tampoco –ni asomo de ello- de pensar que su actuación fuera una “blasfemia”.

Este punto de vista sigue latente en la escena de la comparecencia de Jesús ante Pilato (Jn 18,33-39; 19,12-22). Aunque el evangelista afirme y ponga en boca de Jesús que su realeza es de orden espiritual (“No de este mundo”), lo cierto es que los judíos insisten en que su realeza es política:

“Los judíos gritaron: «Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César»” (Jn 19,12).


Así pues, el Evangelio de Juan dice con toda claridad lo que los Sinópticos andan más o menos ocultando: los tres evangelios sinópticos se muestran de acuerdo en que Jesús se mantuvo apartado de la actividad política…, aunque se proclamara mesías por aclamación, al menos al final de su vida.

Ahora bien, desde el punto de vista Sinóptico es imposible -o muy difícil- comprender cómo y por qué muchos judíos concluyeron que Jesús era el mesías-rey si es que él, Jesús, se mantuvo siempre y voluntariamente aparte de la política del Israel de su tiempo, y si es que pensaba que había que pagar el tributo al César, es decir que reconocía la soberanía de los romanos sobre Israel.

¿Cómo pudo Jesús escapar al entusiasmo religioso-político de la plebe si jamás dejó de ejercer su ministerio público, hasta su muerte? Y si nunca respondió a las expectativas del pueblo judío, ¿cómo afirman los Sinópticos que durante su semana crucial en Jerusalén, la última de su vida según los Evangelios, Jesús mantenía intacto su prestigio y que todo el pueblo estaba con él (Mc 11,18)? … Hasta que, sin explicación alguna por parte de los evangelistas sinópticos, el pueblo se vuelve en contra de Jesús y pide su muerte a gritos.

En verdad, algo no casa en la explicación de los Evangelios Sinópticoa que el Evangelio de Juan lo pone de relieve, quizá contra su voluntad, con toda su crudeza.

Por otro lado, los Evangelios y los Hechos de los apóstoles dan constancia, como de pasada de algunos dichos significativos que sugieren que los discípulos no se equivocaban al considerar mesías a su Maestro, y que Jesús mismo pudo quizás de hecho haber dado a sus discípulos motivos para que estos lo pensaran:

“Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel” (Lc 24,21)


y los que estaban reunidos en torno a Jesús antes de su ascensión preguntan:

“Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?” (Hch 1,6).


Por ello, una crucifixión de Jesús por motivos políticos por parte de los romanos (Jesús con una predicación religiosa sí, ciertamente sí, pero con graves implicaciones políticas) encaja mucho mejor que la imagen que da el Evangelio de Marcos: Jesús es condenado en el fondo por blasfemia por las autoridades judías, que consiguen doblegar al Prefecto quien crucifica a un Jesús inocente, ¡después de haber dado muestra pública (episodio del tributo al César) de aceptar el poderío político de Roma!

Creo que con toda razón –y tomando sólo como dijimos al principio de esta miniserie el caso de la muerte de Jesús como principio de reflexión- que tal como cuentan los evangelistas la muerte de Jesús y sus motivos, hay razones serias para dudar que su relato sea objetivo.

Más bien parece está movido por una agenda teológica previa, que lleva a considerar los hechos de Jesús –al menos aquí, en su muerte-, desde una perspectiva que no encaja.

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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• En el otro blog, “Cristianismo e Historia” (en la revista electrónica “Tendencias21”, el tema de hoy es:

“La fundación de la comunidad paulina de Corinto (II)”
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