Los Apóstoles de Jesús en la literfatura apócrifa



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Andrés de Betsaida en la literatura apócrifa

Entre los apóstoles de Jesús de Nazaret, a quienes la piedad cristiana ha dedicado particular atención y señalada devoción, aparece con lumbre particular Andrés de Betsaida, pescador de profesión y hermano de Simón Pedro. En la raíz de ese interés está su presencia en las páginas del Nuevo Testamento, destacada en ciertos pasajes y perfilada en detalles grabados en la memoria de la historia cristiana. La personalidad de Andrés aparece reflejada en variadas obras de la literatura apócrifa y en múltiples reelaboraciones de la tradición que transmite su memoria. Reviste una significativa importancia el dato de que son los Hechos Apócrifos de Andrés (HchAnd) los más antiguos de todos los conservados, ya que fueron compuestos con toda probabilidad hacia la mitad del siglo II. Su autor parece un recién llegado a las filas cristianas y no ha asimilado todavía ciertos detalles típicos de su mentalidad, como en su momento veremos.

Pero su protagonismo se prolongó en obras de carácter diverso, aparecidas tanto en oriente como en occidente. Esta transcendencia literaria tiene su fundamento en el detalle que destacan sus primitivos Hechos Apócrifos cuando en el título subrayan su carácter de apóstol Protocleto, es decir, el primer discípulo que fue llamado al apostolado. El término está compuesto de dos palabras griegas: prôtos (primero) y klētós (llamado). Tras este dato sigue el recuerdo agradecido de que fue Andrés quien llevó hasta Jesús a su propio hermano, con quien estaba unido no solamente por lazos de familia sino por sus actividades profesionales. Ambos eran pescadores y ejercían su profesión en el mar de Galilea, en cuyas riberas estaba Betsaida, lugar de su nacimiento.

1. Andrés en los evangelios canónicos

Andrés fue, en efecto, el primero de los discípulos que fue llamado por Jesús al apostolado. Así lo expresa con evidente intención el autor del cuarto evangelio, colega con toda probabilidad de Andrés en varias circunstancias de su vida. Ambos eran pescadores, ambos vecinos de Betsaida, ambos fueron discípulos del Bautista, ambos se sintieron atraídos por Jesús en las mismas circunstancias, ambos tuvieron experiencias paralelas en la convivencia con Jesús.

Un apreciable servicio de Andrés a la causa cristiana, narrado con abundantes detalles por el cuarto evangelista, es el mencionado detalle de que fue él quien llevó hasta Jesús a su hermano Pedro. Está, pues, justificado el interés de los cristianos de a pie por conocer detalles de su vida y su ministerio, escasos por lo demás en las páginas de los evangelios.

Vale la pena recoger el texto de la escena de su vocación, tal como aparece en el cuarto evangelio: “Al día siguiente, estaba de nuevo Juan y dos de sus discípulos. Y fijando los ojos en Jesús que pasaba, dice: «He aquí el cordero de Dios». Oyeron sus dos discípulos lo que decía, y siguieron a Jesús. Se volvió Jesús, y al ver a los que le seguían, les dice: «¿Qué buscáis?» Ellos respondieron: «Rabbí (que quiere decir Maestro), ¿dónde habitas?” Y les contestó: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, y vieron dónde moraba, y permanecieron con él aquel día. Era como la hora décima. Es decir, la hora décima de las doce en que se dividía el día, equivalente a las cuatro de la tarde.

Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían escuchado a Juan y seguido a Jesús. Encuentra en primer lugar a su mismo hermano Simón, y le dice: «Hemos hallado al Mesías (que quiere decir Cristo)». Y lo condujo hasta Jesús. Fijando Jesús los ojos en él, dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan, tú te llamarás Cefas (que quiere decir Pedro)» (Jn 1,35-42). Cuando el evangelista cuenta a continuación la vocación de Felipe, comenta: “Era Felipe de Betsaida, de la ciudad de Andrés y de Pedro”. Era, pues, natural que entre Andrés y Felipe existiera una relación especial por las razones mencionadas de paisanaje, vocación y profesión.

La vocación de Andrés al apostolado tiene otra versión diferente en los tres evangelios sinópticos. Las narraciones de Marcos y Mateo contienen una redacción sensiblemente paralela entre sí. El texto de Mateo dice: “Caminando (Jesús) junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón el llamado Pedro y Andrés su hermano, que estaban lanzando la red al mar, pues eran pescadores. Y les dice: «Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres». Ellos, al instante, dejando las redes, le siguieron” (Mt 4,18-19 par.). La versión de Marcos no añade a la de Mateo ningún elemento diferente. Sin solución de continuidad, se narra la vocación de Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, que estaban en la barca reparando las redes con su padre.

El texto de Lucas se aparta de los de Mt y Mc en detalles concretos. No dice que Jesús caminaba o pasaba a lo largo del mar (thálassa) de Galilea. Habla de que las turbas estaban expectantes porque querían oír la “palabra de Dios”. Jesús no pasaba, sino que estaba junto al lago (límnē) de Genesaret. Allí vio dos barcas, cuyos pescadores, bajados a tierra, estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, que era la de Simón, y desde allí dirigió la palabra a las turbas como desde una cátedra improvisada. Terminada la alocución, pidió a Pedro que remara mar adentro y echara las redes para la pesca. Pedro explicó a Jesús que toda la noche habían estado bregando, y no habían pescado nada, pero que cumpliría las órdenes del Maestro. Y el resultado de la operación fue tan generoso y espectacular que tuvieron que hacer señas a los compañeros de la otra barca para que les ayudaran. Era tal la cantidad de peces que las dos barcas corrían el riesgo de hundirse. Pedro se postró ante Jesús y le dijo: “Señor, apártate de mí, porque soy un hombre pecador”. “No tengas miedo”, le dijo Jesús, “desde ahora serás pescador de hombres”. Lo mismo que Pedro, habían quedado espantados por el milagro los otros compañeros de Simón Pedro, entre ellos, los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan (Lc 5,1-11), pescadores a quienes una pesca tan abundante había provocado una reacción de espanto.

El suceso es el mismo que está reflejado en la escena de la vocación en los evangelios de Mateo y de Marcos. El vaticinio de que los apóstoles serían en adelante pescadores de hombres es común a los tres sinópticos. Es también común la presencia de las dos barcas, aunque en el pasaje de Lucas no se dice nada de Andrés. Sin embargo, Simón y Andrés eran pescadores en la barca que abandonaron cuando fueron llamados al apostolado. Como lo eran también Santiago y Juan, quienes igualmente lo dejaron todo para seguir a Jesús. Lo que deja bien claro Lucas es que los pescadores, testigos de la pesca milagrosa, dejaron las barcas en tierra y siguieron al que les llamaba para una pesca transcendente. Santiago y Juan eran socios (koinōnói) de Simón, por lo que de acuerdo con los datos conocidos por la escena de la llamada en Mateo y Marcos, lo eran también de Andrés. Y por la lógica de los textos, Andrés fue testigo y quedó sobrecogido de espanto ante el milagro de la pesca. (En la imagen, icono ruso de san Andrés).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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