Elementos apocalípticos en la predicación de Jesús (110-16 )

Hoy escriben Florentino García Martínez y Antonio Piñero

Tema: comentario de amplio espectro a la publicación del tomo VI "Apocalíptica" de los "Apócrifos del Antiguo Testamento", de Editorial Cristiandad, Madrid, julio 2009.

Dejando de lado conceptos centrales de la predicación de Jesús cuyas raíces en la apocalíptica judía son indiscutidos, como los nociones de

• “Reino de Dios”,
• “Hijo del Hombre”,
• “Día del juicio”,

conceptos que sin adentrarse en el mundo de los círculos apocalípticos del siglo I de nuestra era son incomprensibles (pero cuyo tratamiento ahora supondría decenas de páginas), hemos escogido el centrarnos en tres concepciones a las que generalmente no se presta tanta atención como a las tres anteriores, para que nos sirvan de ejemplos que nos muestren hasta qué punto la predicación de Jesús se hallaba influida por el pensamiento apocalíptico, y su “teología”, por la “teología” de la tradición apocalíptica. Estos conceptos son:

1) El mal en el mundo
2) La escatologización de las palabras de los profetas
3) El presente como el final de los tiempos.


Hoy trataremos del primero: el mal en el mundo y su origen

Una de las ideas más antiguas de la tradición apocalíptica es la atribución de la existencia del mal en el mundo a la acción de un agente exterior a la historia y al hombre. Este agente suele ser el “Diablo y sus huestes” (como bloque), que aparece en el Antiguo Testamento desde muy antiguo en la forma de múltiples demonios, con variadas clases y funciones, y con múltiples jefes que llevan nombres diversos.

Esa complejidad del mundo demoníaco se va reduciendo poco a poco a lo largo de los siglos de composición del Antiguo Testamento hasta llegar a la noción, más sencilla, de un solo jefe con diversos nombres, Satán, Satanás, Diablo, Belial, y de una sola clase de demonios o diablos a las órdenes de este jefe.

Solamente en una fase final de la apocalíptica judía, y como reacción sin duda al peligro de dualismo que esta explicación conllevaba, el origen del mal se situará en el cor malignum, el yetzer ra'a (hebreo = la “mala inclinación” del ser humano) que aparece ya con toda claridad en el Libro IV Esdras (finales del siglo I d.C.).

Según la teología judía de la época de Jesús, después del pecado de Adán (no se explica cómo) el hombre nace con dos inclinaciones bien fijadas “en su corazón”, la inclinación al bien y la inclinación al mal. Propiamente esto no significa ninguna doctrina del “pecado original”, que sólo se formará en el cristianismo y mucho más tarde, sino sólo algo parecido…, que no llega a dar el paso a formular la doctrina de la culpa original. Hasta hoy día el judaísmo no ha dado este paso (ni lo dará); pero el cristianismo sí, desde san Pablo (Romanos 5) y, sobre todo, con su desarrollo teológico desde san Agustín en su famosa disputa con el (luego) hereje Pelagio.

De la unión de los ángeles caídos con las hijas de los hombres en el Libro de los Vigilantes (recogido en el Libro I de Henoc: impreso en la colección “Apócrifos del Antiguo Testamento” de Editorial Cristiandad) hasta el “Príncipe Mastema” del Libro de los Jubileos (de la misma colección de apócrifos) o a los “ángeles de las tinieblas” y a Melki-resha de Qumrán, a Belial o al Satán de los evangelios, el origen de la existencia del mal y su presencia y dominio sobre el hombre está ligado a estas figuras sobrehumanas y a su pésima acción e influencia negativa sobre los mortales.

Dentro de la tradición apocalíptica, este tema está también íntimamente unido –para alivio de los creyentes- con el de la futura destrucción del mal, con el triunfo final de Dios y el castigo definitivo de los causantes del mal, los demonios malos junto con Satanás, su jefe, y también de los hombres que se dejan influir por ellos y eligen la maldad.

Ahora bien, el mismo esquema, la misma mentalidad, aparece en la predicación de Jesús. Como para la tradición apocalíptica, para Jesús el mal en el mundo es ante todo una personificación de las fuerzas demoníacas; como para la tradición apocalíptica, también para Jesús el resultado final de la batalla contra el mal está asegurado de antemano y se concluirá con el triunfo de Dios (la instauración del reino/reinado de Dios).

La diferencia más notable es que, para Jesús, esta destrucción ha comenzado ya en cierta manera con su propia actividad, de ahí que sus curaciones y expulsiones de demonios son vistas como un comienzo de este triunfo sobre el mal, encarnado en Satanás. Cuando Jesús dice:

Lc 11, 20: Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios

Lc 10,18: “Yo estaba viendo al adversario, que caía del cielo como el rayo”,

• o cuando el autor del Cuarto Evangelio cree interpretar correctamente el pensamiento de Jesús y le atribuye las siguiente palabras: “Ahora es la condena de este mundo; ahora el jefe de este mundo va a ser expulsado afuera” (Jn 12,31),

Jesús nos dice que Dios ha quebrado ya la fuerza del mal y ha comenzado su marcha victoriosa en este mundo.

Sin embargo, como nos indica la última petición del Padrenuestro: “Pero líbranos del mal” (Mt 6,13), la victoria definitiva se ve aún en una perspectiva lejana y la vida de los discípulos se sigue comprendiendo como una lucha sin cuartel contra este mal.

Concluiremos pronto.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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• Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del mismo tema. en el día naterior, de lo siguiente: "El tercer gran fragmento de la Primera carta a los corintios (reconstruida)"

• Magíster de "Ciencias de las Religiones" Universidad PABLO DE OLAVIDE, Sevilla (Véase postal de 26-06-2009)

Para obtener más información:

http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp

Saludos de nuevo.
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