¿ Qué significa el descubrimiento de la “tendencia” en los evangelistas? (II) (109-40)

Hoy escribe Antonio Piñero


A principios del siglo XIX hubo una reacción sutil, indirecta hacia la idea de que desde los inicios mismos del cristianismo hubo una división prácticamente inconciliable entre dos comunidades cristianas generada por su muy diversa concepción de la figura y misión de Jesús. Esta reacción fue la “Historia de las formas”.

En verdad este método de análisis de la tradición recogida en el Nuevo Testamento, en los evangelios sinópticos en particular, no pretendía directamente, ni fue creada para ello, oponerse a esta concepción procedente de F. Ch. Baur. Pero lo hizo de hecho. A medida que estudiaba cómo se iba formando la tradición cristiana en torno a Jesús -por quiénes y con qué objetivo, en qué ambientes del cristianismo primitivo- lanzó la idea de que los evangelios apenas contenían material histórico digno de ese nombre.

En efecto, M. Dibelius y sobre todo R. Bultmann y su escuela sostuvieron que lo que había sobre Jesús no eran más que simples frases y anécdotas sueltas, que circulaban entre comunidades e individuos diversos, que toda esa tradición no estaba organizada, y que los evangelistas habían compuesto a su aire y conveniencia todo el marco narrativo integrándolas uen una obra de altura, un evangelio. Y se sostenía que este marco narrativo servía a las funciones de cada iglesia –liturgia, predicación, parenesis o exhortación, etc.- pero no era histórico. En una palabra: lo que transmitía el Nuevo Testamento sobre Jesús apenas se podía denominar histórico en pleno sentido, por lo que era imposible no sólo construir una biografía de Jesús, sino ni siquiera recuperar la mayor parte de sus palabras auténticas, distorsionadas, o descolocadas, fuera de contexto, por el marco narrativo inventado.

Este escepticismo radical de Bultmann servía en el fondo a un propósito piadoso de creyentes esenciales: se afirmaba que la figura de Jesús no podía ser objeto de estudio histórico, pero a la vez que era una figura execpcional, y que importaba cómo esta figura me interpelaba ante Dios para dar personalmente una respuesta existencial a tal interpelación divina. Otorgando una respuesta sincera, adquiría el ser humano la salvación.

Esta postura evitaba indirectamente afirmar que Jesús había sido un rabino judío, esencialmente. En vez de defender que se podía llegar a recuperar gran parte de la imagen tradicional de Jesús, investigando los evangelios, detectando cuál era su “tendencia” o punto de vista editorial…, se defendía de hecho por vía indirecta un aceso espiritual a Jesús: por medio de un escepticismo a ultranza, declarando que la investigación histórica sobre Jesús era imposible, el piadoso creyente de formaba una imagen privada de Jesús como puente o vía hacia Dios que quedaba intocada en el interior de su corazón.

Que todo esto era verdad en la práctica podrían atestiguarlo quienes asistían los domingos a las prédicas/homilías sobre Jesús de Rudolf Bultmann en la capilla de la Universidad de Marburgo: debía de ser emocionante para los creyentes. He leído cómo se la saltaban las lágrimas a Bultmann predicador cuando hablaba del encuentro personal, existencial, con Jesús.

Algunos de los adeptos a la Historia de las formas llegaron a pensar que las pruebas y testimonios que ofrecen los evangelios sobre la judeidad de Jesús podían adscribirse a una fase de “rejudaización” del material evangélico dentro de la Historia de la Iglesia, en el siglo II. Esa rejudaización servía- se llegó a decir- había sido un movimiento artificial. Así pues, al negar toda historicidad, o casi toda, a los evangelios, ee llegó –en ámbitos de la investigación alemana, puntera en ese momento bultmanniano- a una suerte de fase tranquila: como el Jesús histórico estaba fuera de las posibilidades de la investigación histórica, se podía adorar su imagen en el corazón del creyente, por medio de la fe.

Estoy sin duda, simplificando un poco, para que se entienda bien. El proceso iniciado por Bultmann fue un tanto más complejo. Al principio de su carrera, si no me equivoco, Bultmann admitió que el Jesús histórico era totalmente judío, hasta incluso un mesianista judío opuesto a la dominación romana. Y lluego más tarde, fue cunao llegó a la idea de que esta visión no podía probarse históricamente, ni dejar de probarse. Y finalmente, además, concluyó que no importaba. El cristianismo no estaba basado en el Jesús histórico, sino en el Jesús convertido en Cristo, el exaltado por Dios, por medio de la fe.

En efecto, Bultmann afirmó que el Jesús de la fe era totalmente mítico, y que la creencia en su resurrección se había plasmado a base de nociones tomadas de las religiones de misterios -o de salvación- de los griegos. La muerte/resurrección de Jesús salvaba al ser humano confesante que Jesús era el intermediario ante Dios –creía la Iglesia-, de un modo similar a como los paganos creían que obtenían la salvación participando en el destino de un dios que muere y resucita, cuyo destino se ejemplificaba en los misterios de Eleusis.

La figura mítica de Jesús quedaba fuera –de nuevo- de la historia. Pero no importaba: la religión estaba basada en el puro mito, no en la razón. Por ello la figura mítica de Jesús tenía a la vez una importancia religiosa enorme para la interioridad del creyente.

Finalmente Bultmann volvió a su punto de partida: podía sospecharse históricamente –no probarse- que Jesús era un mesianista judío…; es decir ebajó un tanto su escepcticismo sobre el valor histórico de los Evanglios. Pero también era igual; se llegaba a lo mismo: el Jesús histórico quedaba fuera de la investigación histórica, y esta opinión podía convivir perfectamente con la imagen de un Cristo, más o menos como e de la fe ortodoxa, pero interiorizado. Un Cristo, como dijimos, que me interpela para que viva en relación con Dios y me salve.

Es más, como el cristianismo era en sí un fenómeno religioso esencialmente mítico (sus ideas del descenso del salvador y el sacrificio vicario, etc., son esencialmente míticas), Bultmann propugnó que la Iglesia debía emprender un programa desmitificador: el mensaje del Nuevo Testamento sobre Jesús debía ser ofrecido al hombre moderno -por medio de los teólogos- en un lenguaje acomodado a su mentalidad.

Todo esto que estoy delineando ocurría sobre todo en Alemania y en su poderoso círculo de influencia. Para la época de Bultmann -y antes y después- un lector de teología observaba que sólo interesaba lo que se hacía en Alemania. No se citaba apenas bibliografía que no estuviera en alemán (algo, sí, en Inglés, de Gran Bretaña, menos de EE.UU.) y poco más. Parecía como si los teólogos alemanes se autoalimentaran científicamente respondiéndose a sí mismos. Uno escribía un libro, con una teoría; otro contestaba… precisando o rechazando. Se formaron escuelas interalemanas de teología o de historia de la iglesia primitiva y se prescindía del mundo exterior.

Esto hizo que se pudiera formar la idea de que durante un cierto tiempo –y después de la una “primera búsqueda” (“First Quest”) hubo una “No Quest”, no hubo investigación sobre el Jesús histórico. ¡Pero en verdad esto sólo ocurría en Alemania! En Francia, en Inglaterra, en Estados Unidos, entre los judíos… se seguía investigando a Jesús utilizando los métodos históricos de siempre, desde la Ilustración…, como ha puesto de relieve Fernando Bermejo.

Por ello, cuando Ernst Käsemann, el 20 de octubre de 1953, en la Universidad de Marburgo, ante Bultmann y colegas, dictó su conferencia, luego famosa, sobre el “Problema del Jesús histórico” (hay versión española de Editorial Sígueme, dentro de la obra recopilativa de Käsemann , titulada Ensayos exegéticos, Salamanca 1978, pp. 159-189), y afirmó que había que dejar de lado tanto escepticismo, y que había elementos seguros en los Evangelios para reconstruir al menos la base del Jesús histórico, se armó un gran revuelo. Pero insisto, sólo en ámbito de la filología/teología alemana y en las gentes que por ella se sentían influidos. Otros investigadores nunca habían dudado de lo que Käsemann descubría entonces con tantas alharacas. ¡El Mediterráneo estaba descubierto hacía ya mucho tiempo!

Todo esto que estoy contando tiene que ver con el tema central de estas postales: la importancia del descubrimiento de cuál es la “tendencia” (editorial) de cada evangelista y cómo su descubrimiento nos ayuda a precisar cómo el evangelista nos entrega a Jesús, con qué perspectiva, y qué debemos atribuir a la historia y qué a su propia y peculiar visión. Porque llevar hasta el extremo la búsqueda de la "tendencia" de mo do que se niegue en los evangleistas hasta casi el mínimo atisbo de transmitir historia era considerarlos abolutamente "tendenciosos"..., sólo propagandistas de cómo ellos veían a Jesús prescindiendo de la historia. Tal búsqueda de la tendencia era evidentemente exagerada.

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Www.antoniopinero.com

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Hoy, en el otro blog, “Cristianismo e Historia”, de la revista electrónica “Tendencias21” el tema de hoy es:

“Texto completo, reconstruido, de la Primera Carta a los Corintios = Cor A”

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Saludos de nuevo.
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