Sobre la película “Ágora” de Amenábar (y III) (95-03)

Hoy escribe Antonio Piñero


En la película se nombra de pasada al grupo de 500 monjes procedentes de la región desértica de Nitria (El Natrun) que residían en Alejandría y que formaban parte de la protección personal de Cirilo y de las patrullas de las que hablábamos en la postal anterior. Y no es improbable que fuera una grupo de tales personajes (en la película aparecen quizá como monjes, todos vestidos iguales, o casi iguales) los que acabaron con Hipatia. La película es delicada al respecto, y en todo caso dulcifica la muerte de la filósfa: no hay más que comparar la escena previa de la lapidación con lo que cuenta Sócrates Escolástico.

Como dijimos, la presión de los monjes y otros fanáticos cristianos sobre los paganos era intensa en Alejandría incluso antes de ser declarado el cristianismo “religión lícita” por el emperador Constantino. La Vida de san Antonio, de Atanasio de Alejandría, ofrece un reveladora pintura de ello. Cuenta R. Stark en su obra –comentada en este blog- La expansión del cristianismo, Trotta, Madrid, 2009, 167 que

“durante la última persecución, en el año 311, algunos cristianos fueron detenidos en Egipto y llevados a Alejandría. Tan pronto se supo, una gran cantidad de monjes ascetas, incluido Antonio, dejaron sus celdas y fueron a la ciudad para apoyar a los futuros mártires. Una vez allí, Antonio estuvo “ocupado en la sala del tribunal estimulando el entusiasmo de los cristianos contestatarios frente al poder mientras eran llamados a declarar, recibiéndolos y escoltándolos luego camino a su martirio, y permaneciendo con ellos hasta que expiraban” (Vida de san Antonio).

Finalmente el “estímulo” de los monjes resultó tan agobiante para los jueces, que “dieron órdenes de que ningún monje se presentara en la sala”. Como Antonio “deseaba ardientemente sufrir el martirio”, pero consideraba malo hacerlo de un modo voluntario, desobedeció la orden, haciéndose notar visiblemente en el tribunal al día siguiente.


La figura de Hipatia, a tenor de la veneración que le profesaba su discípulo Sinesio de Cirene, está bien representada en la película. La lista de obras que le atribuye la tradición es importante: un Comentario a la “Aritmética” de Diofanto; un comentario al “Cono o Secciones cónicas” de Apolonio de Perga; un comentario al “Almagesto” del astrónomo y geógrafo Ptolemeo; otro comentario al “Canon astronómico” del mismo Ptolemeo; un comentario a la geometría o “Elementos” de Euclides, y alguna más, probablemente, también comentarios a la filosofía de Platón y Plotino. Ello indica que era un espécimen nada común de mujer para la época. Sócrates Escolástico afirma que era hija de un filósofo llamado Teón:

“(En aquel tiempo) hubo una mujer en Alejandría, de nombre Hipatia, hija del filósofo Teón que consiguió tales logros en el ámbito de la literatura y la ciencia, que sobrepasó a todos los filósofos de su tiempo. Fue considerada sucesora de la escuela de Platón y Plotino, por lo que explicaba los principios de filosofía de estas escuelas a sus alumnos que acudían a sus clases desde otras ciudades. Por su dominio de sí misma y facilidad de palabra, dones que consiguió gracias al cultivo de su mente, aparecía en público frecuentemente en presencia de los magistrados, no considerando indigno acudir a las asambleas de los varones. Por su extraordinaria dignidad y virtud todos los hombres la admiraban en alto grado” (VII 13).


Por último, y respecto al mensaje a los espectadores pretendido por Amenábar y su coguionista Mateo Gil, pienso que no se restringe al que es evidente, y que captan –espero- todos los espectadores, a saber un alegato enérgico contra el fanatismo y la violencia por motivos ideológicos. Es cierto que en algunos momentos el guión se recrea en el fanatismo cristiano, pero también es verdad que los dos guionistas (Amenábar y Mateo Gil, creo recordar) pintan primero cómo los cristianos mismos sufren el fanatismo pagano: el del sacerdote de Sarapis, junto con sus fieles escogidos, apoyados moralmente por el padre mismo de Hipatia, quienes incitan al acuchillamiento de los cristianos, y el fanatismo de los judíos, quienes acaban a pedradas, en una vergonzosa y traicionera celada, con la vida de muchos cristianos. Los guionistas desean que el espectador salga más convencido aún de lo que entró que es inútil matar por imponer las ideas. Quizá esto sea también un guiño hacia la situación del País Vasco.

Aparte de este alegato antifanatismo, me parece que hay dos más: uno, no especialmente resaltado en la película, pero existente, contra el oportunismo y deseo de poder de las clases altas, gobernantes de la ciudad, que –aun manteniéndose como paganos-, ceden ante las presiones político-religiosas de los cristianos para conservar el poder y el estatus (escena en las que todos acaban arrodillados ante Cirilo, menos el prefecto Orestes).

Y el último alegato, pero no por ello menos importante, es que con la vida de Hipatia y el sometimiento de los paganos al cristianismo se apaga una época de la humanidad en la que, a pesar de mil fallos, carencias y crueldades, existía la libertad y el deseo para buscar la verdad por medio de la filosofía, el ánimo de investigar y de hacer progresar la ciencia por la observación y la reflexión. Todo ello se vio sometido al imperio de una religiosidad extrema, que quema los libros que no estaban sometidos al dogma de la religión y que sustituye el dominio de la razón por el del dogma seguido al pie de la letra y fanáticamente.

A este respecto, escribe José Montserrat en su recomendable obra El desafío cristiano. Las razones del perseguidor, Anaya & Mario Muchnik, Madrid 1992, p. 255:


Las ideas y las creencias acaban siendo los hechos más dinámicos del acontecer histórico. Y la concepción cristiana de la divinidad redundaba en la más intransigente intolerancia mientras que el espíritu religioso del paganismo había cristalizado en el ideal de la tolerancia… (¡que la película muestra también sus fallos!)

Las religiones que imponen un mediador con Dios historificado (judaísmo, cristianismo, Islam) son intolerantes por necesidad lógica… aunque en la práctica pueden llegar a adoptar actitudes de tolerancia estratégica. Las religiones que remiten su dogmática a predicamentos metafísicos (budismo, hinduismo upanishádico, paganismo tardío) son tolerantes. El drama de los cristianos en el Imperio Romano fue que debían mostrarse intolerantes por necesidad… todo el aparato político religioso del Imperio que se sostenía sobre bases religiosas, pasaba a ser enemigo irreconciliable de la religión cristiana.



Ciertamente esto ocurrió. La decadencia económica y social del Imperio, provocada por un autocolapso, unida a las invasiones de los bárbaros, junto con el dominio omnipresente de una religión que en esos momentos exigía una anuencia total y que no permitía otro pensamiento que el suyo, provocó una época de hierro y oscuridad para la humanidad que duró siglos…, hasta que lentamente comenzó a disiparse con las luces del Renacimiento, en los países donde el brillo de las letras paganas, que parecían ya enterradas, comenzó a surgir de nuevo. Este mensaje creo que es también importante en la película. Como todo buena obra de arte, tiene por ello varias lecturas.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com


En el otro blog, "cristianismo e historia", el otro tema es:

"Breve comentario al segundo fragmento 10,1-22 de Cor A, carta perdida de Pablo, pero reconstruida".

Saludos de nuevo
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