Reanudamos el tema de la búsqueda de la “tendencia” o sesgo de los evangelistas (IV) (109-45)

Hoy escribe Antonio Piñero


Hemos interrumpido, por la reacción suscitada a nuestro comentario al libro “Qué se sabe… de Jesús de Nazaret”, nuestra miniserie dedicada a la investigación de la “tendencia” o sesgo de los evangelistas (y otros personajes autores de obras del Nuevo Testamento), tema importante porque convencidos de que una vez descubierta esa “tendencia” –siempre en sentido técnico y aséptico- tenemos dos ventajas en la exégesis:

A. Podemos interpretar mejor lo que quiere decir el evangelista o autor en cuestión; también podemos sospechar que la "tendencia" o sesgo puede modificar intelectualmente la percepción o la presentación de los hechos.

B. Podemos descubrir datos históricos bastante seguros en las tradiciones o noticias que el evangelista o autor nos transmita en contra de su “tendencia” o “sesgo”.

En efecto, como norma general puede afirmarse que tal o cual dato tiene altas probabilidades de ser histórico porque ha sido transmitido por la fuerza del dato en sí, aun en contra de las ideas personales o íntimas de quien lo transmite. Por tanto, como “principio” o “herramienta intelectual” puede decirse que el descubrimiento y prueba de la tendencia es una poderosa herramienta histórica en manos del filólogo e historiador.

En síntesis:

1. Hay que analizar un evangelio, u otro texto del Nuevo Testamento, minuciosamente; con ello se deberá descubrir la “tendencia” o sesgo.

2. Una vez que se está seguro de la "tendencia", hay que vovler a analizar el texto pra tratar de identificar y aislar para su estudio concreto los datos o pasajes que contradigan esa “tendencia”.

3. Analizar si esos pasajes o datos pertenecen a un estrato cronológicamente anterior al evangelio o escrito en cuestión. Normalmente será así, pues es improbabilísimo que tal o cual pasaje “antitendencia” haya sido introducido en la obra una vez que la tal sesgo está plenamente operativo. De cualquier modo, todo debe siempre comprobarse y esta rara posibilidad debe ser excluida expresamente.

4. En este tipo de investigación es importante establecer naturalmente, es decir estar absolutamente seguro de que los evangelios no son los primeros escritos del Nuevo Testamento. La prioridad cronológica de las cartas de Pablo sobre los evangelios canónicos debe quedar clara; hay que determinar qué lapso de tiempo hubo entre la composición de tales cartas paulinas y el primero de los evangelios.

5. Por último es necesario probar –o dar por sentado, dado el estado de la investigación y el consenso ya generado-, que el Evangelio de Marcos es el primero que se compuso cronológicamente, y que tanto Mateo como Lucas lo toman como una de sus fuentes, es decir, aunque lo reediten en múltiples ocasiones, lo aceptan como fuente autorizada y vinculante.

Hay que constatar que la mayoría de estudiosos de hoy día son conscientes de lo importante que es este estudio de la “Tendenz”, practicada brillantemente por la filología/teología alemana del siglo XIX, que utilizó y consagró como técnico este sustantivo. Pero, aun siendo conscientes de ello, me temo que no se sacan las consecuencias, por ejemplo respecto al judaísmo de Jesús y el de la iglesia madre de Jerusalén. Tengo la impresión –y con esto me uno a la postal de Fernando Bermejo del miércoles pasado- que la razón es programática, es decir, en el fondo teológica: es muy costoso sacar plenamente todas las consecuencias cuando éstas son contrarias a la tradición recibida.

O bien si se obtienen tales consecuencias, se llega a un cristianismo que rompe en el fondo y en la forma con el recibido, cristianismo que tiene una estructura dogmática muy clara, de la cual no se puede prescindir salvo que se llegue a otro cristianismo absolutamente personal, intransferible a un grupo, no dogmático. Insisto en lo de personal, porque al faltar la estructura dogmática, las opiniones se multiplican.

Este cristianismo personal reflexiona sobre el plan divino manifestado en Jesús, que se descubre por la lectura, también personal, de los evangelios -una lectura en verdad ahistórica (aunque se conozcan bien los métodos histórico críticos actuales).

Normalmente, como resultado de esta lectura de los evangelios Jesús queda:

·Por un lado, como un predicador atemporal de esa interpretación personal del cristianismo, y de un humanismo maravilloso, redentor de las miserias del ser humano, de una ética social y política extraordinaria –que probablemente no corresponde a la del Jesús histórico, muy ligada a las coordenadas histórico-sociales del siglo I en Israel- y,

· Por otro lado, como un simple mediador, historicizado, del encuentro personal con Dios.

Todo esto es muy respetable, pero eso no es el cristianismo formado desde hace veinte siglos.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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Hoy, en el otro blog, “Cristianismo e Historia”, de la revista electrónica “Tendencias21” el tema de hoy es:

“Seguimos comentando el tercer gran fragmento de Corintios A = 11, 2-34”
De nuevo saludos.
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