Andrés de Betsaida en la literatura apócrifa



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Andrés en el resumen de Gregorio de Tours (III)

El capítulo segundo (c. 2) narra el caso del ciego curado por Andrés. Aunque el relato resume los hechos de forma intencionada, descubrimos en el pasaje una de las actitudes constantes en la conducta de los apóstoles, el enfrentamiento con el diablo. En efecto, el ciego abordó a Andrés para pedirle no la curación, sino su influencia para que los compañeros del apóstol le suministraran vestidos y alimentos. El diablo moraba en aquel ciego y condicionaba sus apetencias. Andrés le dio lo que no pedía, es decir, lo iluminó en el cuerpo y en el alma. Pero también le proporcionó vestidos convenientes y alimentos. Como solía ser habitual en la taumaturgia de los apóstoles, el milagro llevó consigo la conversión a la fe.

Un breve relato cuenta de la resurrección del siervo egipcio del jefe de la ciudad de Amasea (c. 3). El amo se dirigió a Andrés en la seguridad de que solamente le solicitaba una bagatela. Estaba convencido de los poderes ilimitados que moraban en las manos de Andrés. Por eso decía: No te pido nada que te sea difícil, solamente que resucites a mi criado. Andrés, conmovido por las palabras y las lágrimas del suplicante, realizó el milagro no sin antes detenerse en una larguísima prédica. El efecto fue rápido y eficaz. Los testigos del suceso creyeron en Dios y fueron bautizados por el apóstol. La secuencia de los hechos se repetirá de forma insistente y reiterativa: enfermedad o muerte, petición de ayuda, milagro, conversión, bautismo.

Llama la atención en este sentido el capítulo cuarto (c. 4), que refiere el caso de la madre enamorada de su hijo. Es un caso similar, si no idéntico, al de los Hechos de Juan compuestos por su discípulo Prócoro (HchJnPr) 42-44. Allí el nombre del joven es Sosípatro; aquí, Sóstrato, sensiblemente parecido. El relato de Gregorio suaviza en muchos detalles las aristas y las estridencias del texto de Prócoro. Allí la madre espetaba sin complejos a su hijo: “Yo no soy vieja, sino más bien joven y hermosa. Yo seré para ti como una esposa, y tú serás para mí como un marido” (HchJnPr 42,2).

Viéndose rechazada por su hijo, Procliana su madre lo acusó ante el procónsul de que el joven la quería seducir repitiéndole con insistencia “Acuéstate conmigo” (HchJnPr 43,1). Es curioso que Prócoro se acuerda de José, el que padeció similar acoso de parte de la esposa de Putifar, ministro del faraón de Egipto y jefe de su guardia. Las palabras que Procliana ponía en boca de su hijo son las mismas con las que la esposa de Putifar pretendía vencer la resistencia de José: “Acuéstate conmigo” (Gén 39,7).

En el relato de Gregorio, la madre, viéndose rechazada por el hijo, lo acusó también ante el procónsul de quererla seducir. El procónsul, convencido por las palabras de la madre, reforzadas por las lágrimas, proyectó el castigo del joven y el de Andrés, acusado como cómplice del desaguisado. Pero como en otras circunstancias similares, pudieron más los hechos que los discursos, ineficaces para convencer ni a la madre ni al procónsul.

Andrés recurrió a la oración, cuyo efecto fue -nunca mejor dicho- fulminante y contundente. Un gran terremoto con rayos y truenos fueron el argumento decisivo. El procónsul, arrojado de su trono; todos los presentes, caídos en tierra; la madre del joven, alcanzada por un rayo y muerta. El procónsul se postró suplicante ante Andrés, de quien consiguió el cese de los ”argumentos”. Cesó el terremoto, el cielo se apaciguó. Todo acabó en la consecuencia habitual. El procónsul y todos sus familiares creyeron en la palabra de Dios y recibieron el bautismo. Gregorio no menciona más a la madre del joven, que en el relato de Prócoro acaba conversa y arrepentida.

No necesito insistir en la idea de que Gregorio resume, según las opiniones autorizadas de muchos expertos, el libro original de los Hechos de Andrés. En consecuencia, los relatos de milagros, las reflexiones, las actitudes que refleja el texto de Gregorio nos ponen ante los ojos los datos de la tradición sobre el apóstol de Betsaida, hermano de Simón Pedro y koinōnós (socio) de los hijos de Zebedeo. Si, como creemos, los HchAnd tienen una antigüedad que se remonta hasta los alrededores del año 150, tenemos derecho a deducir que la fama de Andrés gozó de una particular devoción y la consiguiente curiosidad de la comunidad cristiana. El resumen de Gregorio suple silencios y llena con abundancia de datos las páginas de la leyenda sobre la persona y el ministerio del Protocleto (el Primer Llamado).
(Iglesia de San Andrés en Torre del Mar, Málaga)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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