Las dimensiones (in)morales de la historia de la investigación sobre Jesús (II)

Hoy escribe Fernando Bermejo

Como he señalado en un post anterior, el aspecto con mucho más inquietante e inmoral de muchos trabajos presuntamente históricos sobre Jesús de Nazaret radica en efectuar una inflación del personaje a costa de denigrar –o, en el mejor de los casos, de presentar de modo injusto– la religión judía en la época del Segundo Templo. Teniendo en cuenta la historia multisecular del pueblo judío como pueblo paria expuesto a todo tipo de violencias y victimizaciones, la labor que –de manera francamente amortiguada en los últimos años– realiza la exégesis al uso resulta, desde un punto de vista moral, y sin ambages, repulsiva.

La anterior no es, sin embargo, la única dimensión inmoral que cabe detectar en la historia de la investigación sobre Jesús. Una segunda consiste en el tratamiento caricaturesco, denigratorio y vilificador que la exégesis mayoritaria depara a la independiente desde los tiempos de Reimarus y de Strauss. He puesto de relieve ya, en más de una ocasión, el carácter sórdido y calumnioso de los juicios de Joachim Jeremias (“panfleto lleno de odio”) sobre la obra de Reimarus (juicios no sólo ridículos, sino tanto más abyectos y cobardes cuanto que su víctima, muerta, no podía defender su buen nombre). Estos juicios denigratorios y carentes de toda argumentación se han repetido en numerosas ocasiones y se repiten hoy (por lo general de manera más amable, como los lectores han podido comprobar recientmente, por ejemplo atribuyendo a sus autores “descalificaciones a priori”).

Contra estas infamias apenas es posible defensa alguna: la bajeza moral y la incapacidad argumentativa de quienes las emiten impiden de antemano toda superación. Además, tales bajezas cuentan con la complicidad de buena parte de los círculos de la exégesis (siempre aplastantemente confesional) y con la de ciertas masas ávidas de que se linche –una vez apagadas las hogueras de la Inquisición, ya de modo metafórico, claro– a quienes osan abordar sin espíritu adorador los ídolos de los que dependen esperanzas y creencias.

No obstante, aunque contra tal inmoralidad nada práctico quepa hacer, queda al menos la posibilidad de comprender a qué se debe la injusticia de tales juicios. Haciendo nuestro el dictum de Spinoza –Non lugere nec ridere neque detestari, sed intelligere–, pueden discernirse cuatro diferentes razones para dar cuenta de su aparición:

1) La investigación crítica de la figura de Jesús y los orígenes cristianos rompe el monopolio y el control de las interpretaciones, que históricamente han poseído en estricta exclusividad los círculos eclesiásticos. Así pues, la primera razón para denostar a quienes no se atienen a las directrices de siempre y están libres de la censura y el nihil obstat es que resultan indeseables competidores en el mercado.

2) Esa investigación cuestiona intelectualmente las interpretaciones al uso que vende la tradición. Aunque –como hemos escrito explícitamente en diversas ocasiones– algunos estudiosos confesionales (los mejores) son capaces de hacer investigación rigurosa –ahí está la obra de Johannes Weiss y otras–, hay una enorme cantidad de individuos que escriben sobre Jesús presumiendo de rigor y cientificidad mientras inoculan toda la teología que quieren (en mayor o menor medida) en sus presuntas obras históricas. La mejor investigación independiente ha demostrado la insostenibilidad de muchas de las ideas acerca de Jesús contenidas en obras como esas.

3) La investigación crítica cuestiona moralmente a los autores de las visiones legendarias al uso. Un ejemplo conspicuo es, de nuevo, el desenmascaramiento de las tendencias antijudías de la historia de la exégesis confesional. Además de los estudiosos judíos que la han denunciado, honra a estudiosos de trasfondo cristiano como G. F. Moore o E. P. Sanders el haber llevado a cabo un trabajo inmisericordemente lúcido a este respecto (lo cual, por supuesto, también ha hecho caer sobre ellos, en ocasiones, bien el silencio, bien intentos de desprestigio).

4) No parece poder descartarse que la investigación crítica cuestione también espiritualmente a muchos autores confesionales. El hecho de que personas informadas, trabajando por amor a la verdad y con buena voluntad, alcancen resultados y extraigan corolarios que no sólo difieren de los suyos sino que se les oponen frontalmente, les resultan inquietantes a muchos (en especial a aquellos que no las tienen todas consigo cuando de solidez de fe se trata). Si uno cree en una divinidad buena, interesada en la salvación de todos sus hijos, ¿cómo explicar que quienes investigan con no menos conocimientos y con no menos pasión por la verdad extraigan consecuencias opuestas en asuntos de los que –se dice– depende la salvación humana?

Ante tal múltiple cuestionamiento, la respuesta de espíritus caracterizados por una mayor o menor mezquindad ha consistido, consiste y consistirá en desprestigiar -sin argumentos pero con insidia- a quienes lo realizan. Y todo ello según el sabio principio: "Calumnia, que algo queda".

Por supuesto, las mismas razones enumeradas explican sobradamente otras reacciones visibles en nuestro mundo, así como ciertos comentarios sistemáticamente despectivos y hasta insultantes en este blog, que por supuesto los bloggers no podemos sino comprender y disculpar, incansablemente, no sólo con buen humor sino también con megalopsychía tan aristotélica como evangélica.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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