¿Es tendencioso y sesgado el Evangelio de Marcos? (VIII) (112-08)

Hoy escribe Antonio Piñero


En el Evangelio de Marcos sigue luego un breve episodio que ha hecho derramar ríos de tinta a los intérpretes porque es enigmático: la cuestión del mesías como hijo de David. En boca de Jesús pone Marcos unas palabras en las que éste sitúa en grave dificultad la posición de los “escribas” (12,35) –y la de todo el judaísmo de la época de Jesús..., que creía firmemente en la promesa de Dios a David por boca del profeta Natán en 2 Sam 7,16:

“Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará firme, eternamente”.


Tal promesa se entendía como que el mesías, cuando pareciera sobre la tierra, sería descendiente de David.

Sin embargo, Jesús parece cuestionar abiertamente esta doctrina:

“David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: = Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?»


Y -señala Marcos- las gentes judías se sentían contentas de que Jesús cuestionase esta noción tan admitida:

“La muchedumbre lo oía con agrado”.


La perícopa acaba ahí y el evangelista no proporciona a los lectores solución alguna a la aporía, ni por parte suya ni por palabra salida de labios de Jesús.

¿Cuál sería entonces la impresión de los lectores romanos, u occidentales, al leer esta breve discusión de Jesús con los escribas? Opino que sería la siguiente: Jesús se distancia del mesianismo davídico. Las autoridades romanas nada tenían que temer acerca de él. Los peligrosos para el Imperio son los escribas que promueven esa doctrina… que pronto conducirá a una Gran Revuelta con grandes derramamientos de sangre…, ¡una revuelta que cuando el evangelio estaba siendo leído acababa de pasar!

Seguimos, pero pasamos por alto ahora el gran discurso escatológico de Jesús del capítulo 13 de Marcos. Sólo señalar que al comienzo del capítulo siguiente (14,1-2), el evangelista Marcos insiste de nuevo en la actitud insidiosa y criminal de los jefes judíos:

“Faltaban dos días para la Pascua y los Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderlo con engaño y matarle. Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo”.


No bastaba con “prenderlo”, sino además “con engaño”.

De nuevo la impresión de los lectores de Marcos es: resulta que las autoridades judías son hostiles al Redentor desde los inicios mismos de su vida pública; sostienen que sus capacidades de sanación y exorcismo proceden de Satanás/Belcebú; se alían con sus enemigos naturales, los herodianos para matar a Jesús… y conseguirán hacerlo al final, obligando malamente a un gobernador romano, que se resiste, convencido íntimamente de la inocencia de Jesús, pero que sucumbe a sus presiones. Jesús, por su parte, se distancia de los jefes de su pueblo, prueba su independencia frente a las normas legales (observancia del sábado, quebrantada; leyes de pureza despreciadas, etc.) y en todo se mantiene enfrentado al judaísmo oficial… sólo le sigue el pueblo... por ahora…

Así sería, en líneas generales la impresión que obtendría el lector del Evangalio. Pero -is sigue leyendo- tampoco el pueblo judío sale bien parado en el escrito de Marcos. El evangelista se ocupará de mostrar a sus lectores cristianos y gentiles (¿romanos?) que ese pueblo tampoco es de fiar; al final –por un cambio brusco y casi inexplicable- abandonará a Jesús, se unirá a sus malvados jefes, apoyará a un sedicioso contra Roma para que sea liberado (Barrabás) y contribuirá poderosamente con sus presiones a la condena del inocente Jesús.

Esta actitud del pueblo, al final, aparece sutilmente preparada en el Evangelio de Marcos en algunas secuencias anteriores. En primer lugar, en el capítulo 3, los miembros de la propia familia de Jesús son incapaces de entenderlo (3,20-21):

“Vuelve (Jesús) a casa. Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: «Está fuera de sí”.


Observe el lector que este episodio del rechazo de Jesús por su familia está íntimamente unido en la narración del Evangelio a la acusación, por parte del los jefes, de que Jesús es un poseído del demonio:

“Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: «Está fuera de sí.» Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios»” (3,21-22, unidos sin solución de continuidad = rechazo de la familia/rechazo de los escribas).


Finalmente Jesús, a su vez rechaza a su familia carnal, judía, y funda una “familia espiritual” basada en hacer la volunta de Dios, no la de los hombres:

“Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.» El les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?» Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»”.


Si los “escribas”, según Jesús/Marcos cometen un pecado contra el Espíritu Santo al acusar a Jesús de endemoniado… ¿qué pecado comete la familia de Jesús al acusarlo de loco? ¿Qué ulterior impresión obtiene el lector de Marcos cuando contrapone, al menos en apariencia, familia carnal no cumplidora de la voluntad de Dios a la familia espiritual, cumplidora de la voluntad de Dios? El rechazo a Jesús por parte de escribas y familia carnal es notable… ¡y la respuesta de Jesús... no menos! El Nazareno queda “descolgado” y alejado del pueblo judío representado en su familia y sus jefes.

En el capítulo 4 Jesús se niega a explicar al pueblo el sentido profundo de la parábola del sembrador y lo hace sólo a sus íntimos:

“Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. El les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, ‘para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone” (4,10-12 con una cita de Isaías 6,9-10): “Dijo: «Ve y di a ese pueblo: “Escuchad bien, pero no entendáis, ved bien, pero no comprendáis.” Engorda el corazón de ese pueblo hazle duro de oídos, y pégale los ojos, no sea que vea con sus ojos. y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se convierta y se le cure”.


Desde luego estas palabras son durísimas para el pueblo judío al cual predica Jesús.

Cuando éste visita su patria chica, Nazaret, el pueblo no lo entiende, lo desprecia. Jesús se maravilla de su falta de fe en su misión divina:

“Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio.» Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de” (Mc 6,4-6).


Y en el capítulo 7 del Evangelio de Marcos vuelve a la carga Jesús contra el pueblo –al que une con sus jefes espirituales, los fariseos- y lo acusa de observar sólo ritos externos, no la sustancia de la Ley. Entonces vuelve a lanzar contra el pueblo las palabras condenatorias de su profeta preferido, Isaías:

“Dice el Señor: Por cuanto ese pueblo se me ha allegado con su boca, y me han honrado con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí, y el temor que me tiene son preceptos enseñados por hombres” (29,23).



Finalmente, como dijimos, la plebe cambia bruscamente de campo, y muda sus afectos sin razón alguna –esa plebe tan temida repetidas veces por los jefes de los judíos, como hemos opuesto de relieve anteriormente, que sienten pánico de enfrentarse a ella porque defiende a Jesús-, prefiere al asesino Barrabás (Mc 15,11), y por instigación de los sumos sacerdotes reclama la muerte de Jesús por crucifixión.

Por último, las mismas gentes, representada por unos cuantos osados que pasaban por allí se burlan del Jesús crucificado, moribundo, por haber dicho que el Templo iba a ser destruido para ser purificado, y que Dios edificaría otro, puro, no hecho por mano humana, un templo que cumpliera perfectamente su función en un futuro próximo (Mc 15,29-30).

Toda esta imagen trágica refuerza en los lectores la figura del justo erróneamente condenado mientras los jefes del pueblo y este mismo se regocija: Jesús rechazado por los judíos, porque se había apartado de ellos ¡al adoptar un mesianismo pacífico y sufriente que iba contra toda las tradiciones de su propia nación!

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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En el otro blog, “Cristianismo e historia” de la revista “Tendencias21” el tema es el siguiente:

“Historicidad del Evangelio de la infancia. Inverosimilitues en el relato de los magos en san Mateo”
Saludos de nuevo.
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