Los tres proyectos de Jesús y el cristianismo naciente. Un libro de S. Vidal (I) (126-01)


Hoy escribe Antonio Piñero

El siguiente libro de Senén Vidal que deseo comentar me parece muy importante. Considero que es un intento serio, bien reflexionado y documentado, de responder razonada y argumentativamente a una de las cuestiones siempre candentes desde el siglo XIX: la conexión entre el Jesús de la historia y el cristianismo primitivo, sobre todo Pablo. ¿Es posible salvar la brecha, o el “salto teológico” entre el Maestro Jesús y el discípulo (hoy diríamos “virtual”) Pablo?

He aquí sus datos:

Senén Vidal, Los tres proyectos de Jesús y el cristianismo naciente. Un ensayo de reconstrucción histórica, Editorial Sígueme (Colección “Biblioteca de estudios bíblicos” 110), Salamanca 2003, 377 pp. ISBN: 84-301-1489-0.


Lo más sugestivo e importante de este libro es el descubrimiento y exposición de que la misión de Jesús, o sus “proyectos” en torno al reino de Dios, sufrieron una evolución durante su vida pública. Este reino/reinado de Dios era para Jesús un acontecimiento totalmente histórico y real, pero su implantación en la tierra no era automática, mágica por así decirlo, sino que dependía de la respuesta que los seres humanos dieran a los encargados por Dios, hombres también, de anunciarlo o proclamar su venida. S. Vidal opina que el esclarecimiento de los tres proyectos de Jesús ayuda a su vez aclarar algunos puntos oscuros tanto de la misión de Jesús como del nacimiento del cristianismo.

Primer proyecto:

Vidal recalca que los proyectos de Jesús siempre giran en torno al núcleo de su pensamiento durante su vida pública: la implantación del reinado divino. Por ello el primer proyecto de Jesús fue adherirse al movimiento de quien ya estaba anunciando esa venida: Juan Bautista. Jesús se siente atraído por el contenido de la predicación del Bautista, se hace bautizar por él y acepta con ello plenamente sus puntos de vista. Si hubiera tenido ya Jesús un proyecto propio claro, no habría asumido el bautismo. Que fue discípulo del Bautista se deja traslucir por debajo de la noticia de la permanencia de Jesús en el desierto. Así pues, en este primer proyecto, Jesús acepta la teología de Juan, que a su vez se enmarcaba en la trama de la esperanza escatológica del judaísmo de la época, a saber: se acerca el juicio divino final y el pueblo elegido está en el camino de la perdición. Se impone un nuevo comienzo.

Juan escenifica su proyecto predicando en el desierto (este escenario es como un primer signo: el pueblo debe iniciar un nuevo éxodo hacia la tierra prometida, la salvación); luego ofrece al pueblo otro signo: el bautismo. Éste significa el nuevo ingreso de Israel en la tierra prometida. La etapa definitiva de este proceso era que finalmente se habría de implantarse el reino de Dios. Comenzaría por un “gran juicio purificador”, que luego desembocaría en un estadio de paz y vida plena (el gran shalom) para Israel.

Segundo proyecto:

El segundo proyecto de Jesús representa en realidad el primero auténticamente propio del Nazareno. A raíz de la crisis del proyecto de Juan Bautista, provocada por la interrupción violenta de su vida, es decir, su asesinato por Herodes Antipas, Jesús inició una misión independiente con nuevas ideas, más afinadas, sobre cómo sería el reino de Dios, aunque conservando siempre la estructura básica de la teología del Bautista. Jesús descubrió que a raíz de la desaparición de Juan, Dios había decidido adelantar su actividad liberadora del pueblo con una dimensión nueva. Y que el agente encargado de proclamar esta decisión divina era él. Aquí hay que situar los inicios de la conciencia mesiánica de Jesús.

Este segundo proyecto se habría de hacer realidad en dos etapas. La primera sería la misión en los poblados de Galilea y su entorno, el terreno más preparado por su gente pobre y sencilla para ser receptores del Reino. La segunda y definitiva se realizaría en Jerusalén. El proceso culminaría con el disfrute de Israel, junto con todos los pueblos, de un gran estado de paz y bienestar, de plenitud vital, en una tierra transformada.

La base de este proyecto era la creencia en la restauración o renovación de Israel, decidida por Dios, cuyo símbolo eran los “Doce discípulos” = las doce tribus de Israel que iban a ser restauradas. La escenificación de las tareas misionales no sería ya en el “desierto” –como ocurrió con el Bautista- sino en la tierra israelita; el agente principal de la proclamación era Jesús. El centro geográfico de la predicación, Cafarnaún. La renovación del pueblo tendría un carácter global, instaurándose una forma de vivir de las gentes conforme a la voluntad de Dios manifestada en la Ley. Como muestra se instauraba la nueva "familia espiritual", la que escuchaba en Jesús la voluntad divina. Las curaciones y exorcismos de Jesús eran el signo de la presencia liberadora de Dios.

La etapa definitiva de este segundo proyecto tendría lugar en Jerusalén, en donde se renovarían las instituciones del pueblo de la Alianza y surgiría un nuevo templo, del agrado pleno de Dios. Los antepasados fieles a la Ley resucitarían para participar en las dichas del Israel renovado. Todos los pueblos gentiles participarían también en el Reino, pues por la mediación de Israel ingresarían en la estructura del Reino. El final sería, como en el caso de Juan Bautista, el gran shalom definitivo, cuyo símbolo es el banquete mesiánico.

Tercer proyecto:

El tercer proyecto de Jesús, el más breve e importante, surge al fracasar la misión en Galilea. El rechazo a los planes de Dios encarnados en el rechazo a Jesús, le revelan la voluntad divina de que hay que adelantar el proceso de la venida del Reino concentrándose en Jerusalén. No era una huida de Galilea, en donde había fracasado, ni tampoco una marcha a la capital con el designio de morir allí. Suponer que Jesús fue a Jerusalén precisamente para morir, convertiría su actuación en la ciudad en un espectáculo burlesco, que jamás pretendió Jesús. Los signos que éste efectuó, a saber su entrada mesiánica en la ciudad, y su consiguiente acción en el Templo, no se explican de ningún modo desde su intención de morir.

Así pues, lo que había que intentar en este tercer proyecto es que se instaurara plenamente el reino mesiánico –cuyas ideas de base eran iguales a las del segundo proyecto- irradiándose desde el centro espiritual de Israel, no desde Galilea. Pero la libertad humana existe, por lo que cabían dos posibilidades.

La primera es que el pueblo y su autopridades aceptasen sus pretensiones de agente mesiánico, regio, un mesías real, como conviene llamarlo. Ello explica que Jesús fuera condenado y ejecutado como pretendiente a rey mesiánico. Del mismo modo, la acción en el templo, aunque simbólica, tuvo un carácter mesiánico regio. La entrada en Jerusalén fue también el símbolo de los inicios de ese Reino, que Dios por su cuenta habría de implantar plenamente de modo inmediato. A pesar de las oscuridades de los Evangelios, éste era el pensamiento de Jesús, pues el Nazareno contestó afirmativamente a la cuestión sobre su pretensión mesiánica regia ante las autoridades judías y romanas. La acción en el Templo fue el desencadenante de su prendimiento, condena y muerte.

La segunda: al sentir Jesús que iba a fracasar esta posibilidad por la oposición y rechazo de las autoridades y dirigentes del pueblo judío, se abrió ante él la segunda posibilidad: Dios podía exigir su muerte para que llegara el Reino. Integrar su muerte violenta dentro de su proyecto mesiánico constituyó propiamente la gran novedad de ese tercer proyecto de Jesús. De hecho, el Nazareno había ido madurando ya en su interior esta segunda posibilidad desde la muerte de su maestro Juan, y desde que herodianos y escribas le habían amenazado de muerte en Galilea.

Así, paradójicamente, la muerte del agente mesiánico habría de convertirse en el nuevo camino misterioso para la realización definitiva del reino de Dios. Esto supone que Jesús creía en su propia resurrección para participar en el Reino, creencia nada especial, sino común entre los judíos piadosos. Además, en la Última Cena aparece cómo Jesús tiene ya claro que su muerte debía tener valor de “salvación” y de “fuerza de expiación”. Además, con la nueva mediación de él como agente mesiánico que muere, “quedaba superada la mediación del culto en el Templo”. La muerte de Jesús supone también que se “renovaba la alianza de Dios con el pueblo; el “compromiso decisivo de Dios con Israel” se haría realidad por este medio.

La asunción de su muerte dentro de su proyecto cambió también el sentido de inmediatez de la venida del Reino: en la mente de Jesús se trasladó su realización desde el presente hacia un futuro impreciso, aunque definitivo. Además, si el agente mesiánico debía resucitar, ello implicaba la “posterior entronización por parte de Dios como soberano y juez mesiánico”. A partir de esta conciencia se explican los dichos de Jesús sobre el Hijo del Hombre “que hablan de su futura parusía. No se explican sin algún apoyo en el Jesús histórico”

Y concluye S. Vidal:

“El cristianismo antiguo no configuró un nuevo proyecto, sino que asumió el último proyecto de Jesús, el que contaba con su muerte, un acontecimiento que para la comunidad cristiana ya había sucedido. Lo que hizo fue explicitarlo y desarrollarlo”.


Hasta aquí la síntesis del pensamiento de Senén Vidal. En la próxima postal expondremos algunas dificultades que vemos en su ensayo de reconstrucción histórica.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

En el otro blog, “Cristianismo e historia” de la revista “Tendencias21” el tema es el siguiente:

“¿Se inspiró el Evangelio de Mateo en el antiguo Testamento para modela la historia de los Magos?”

Saludos de nuevo.
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