Crítica a " Los tres proyectos de Jesús y el cristianismo naciente" (I) (126-02)


Hoy escribe Antonio Piñero

Decíamos en la postal anterior que en la presente presentaríamos algunas dificultades que vemos en su ensayo de reconstrucción histórica.

Tales dificultades o dudas surgen fundamentalmente en el tercer proyecto de Jesús, el más importante, no sólo por ser el final y asumir –según S. Vidal- las líneas básicas de los otros dos anteriores, sino ante todo porque éste es el verdadero puente que une a Jesús con sus primeros seguidores, tanto judeocristianos como Pablo y su “escuela”.

Primera dificultad:

Aunque Vidal sostiene que el tercer proyecto, el que incluye la aceptación previa de su muerte, se venía gestando desde su fracaso en Galilea, o quizás incluso antes, en realidad ese proyecto, supone un tremendo cambio de mentalidad en Jesús, que de facto se realiza en unas 48 horas. No dura más este proyecto: en todo caso dos días escasos: desde la Última Cena hasta su muerte. Muy poco tiempo para un cambio radical de mente, como hemos visto ya por el resumen de la postal anterior.

En efecto, Vidal escribía que los “signos” que Jesús efectuó en su entrada mesiánica en la ciudad, y su consiguiente acción en el Templo, la denominada “purificación”, no se explican de ningún modo desde su intención de morir. No pensaba Jesús en la posibilidad real de su muerte. Por tanto, el marco temporal para un cambio efectivo de mentalidad era mínimo. Considerémoslo desde el punto de vista del evangelista. La acción en el Templo, según Marcos, ocurrió el lunes de la semana de Pasión (“al día siguiente”: Mc 11,12). Luego precisa Marcos que faltaban dos días para la Pascua (14,1) cuando los discípulos preparan la Cena…, ¡y Jesús no muestra aún señales explícitas de su tercer proyecto!, porque -según Vidal- éste sólo parece claro en la Última Cena = el jueves por la noche… Ahora bien, Jesús muere el viernes por la tarde, muy cerca del inicio del sábado, según Marcos: no han pasado ni 48 horas.

En ese breve tiempo, Jesús cambia de mentalidad, asume totalmente y explicita:

• Su muerte como un plan divino, naturalmente desde siempre, eternamente previsto por Dios, aunque estuviere condicionado a la libertad humana del rechazo a Jesús,

• Que esta muerte es salvadora,

• Que esta muerte es expiatoria,

• No sólo por Israel (Jesús había limitado su actividad “a las ovejas de Israel”) sino por todas las gentes,

• Que esta muerte inaugura una nueva alianza sellada con su sangre,

• Que de algún modo con su muerte acaba la función mediadora del Templo, pues ésta la asume el agente mesiánico.

Sencillamente: me parece demasiado cambio ideológico, aunque incoativamente se hubiese pensado tiempo antes. El proceso tan rápido de cambio mental hacia una teología novedosa repecto a su segundo proyecto me parece absolutamente inverosímil.


Segunda dificultad:

S. Vidal acepta implícitamente que el relato de Marcos sobre la Última Cena presenta una tradición antigua, independiente de Pablo, de lo que realmente ocurrió en esa Cena, y que ofrece algunas palabras clave que el Jesús histórico realmente pronunció en ella y que desvelan la teología de su tercer proyecto.

Ahora bien, en mi opinión –y esto lo he argumentado largamente en el otro blog, “Cristianismo e historia”- no está en absoluto probado históricamente, es más no lo creo probable en el contexto judío de la mentalidad de Jesús, que exista una tradición antigua que se remonte al Nazareno mismo sobre la institución de la Eucaristía y todo el tremendo cambio de teología que lleva consigo se hubiera producido. He aquí un resumen de los argumentos que me hacen dudar seriamente de que se pueda probar con razonamientos textuales e históricos la institución de la eucaristía y su entorno teológico por parte de Jesús. Remito a ese otro blog al que desee una ampliación y mejor sustento de estos argumentos:

• 1 Cor 11,23: Pablo escribe: “Yo recibí del Señor lo que os he transmitido…”. Estas palabras no significan una tradición antigua. Más bien lo que supone es que Pablo inaugura una interpretación “profunda” de lo que significaron las acciones de Jesús en su Última Cena. Pablo es sencillamente el receptor de una revelación divina que se lo aclara, aigual que recibió por revelación divina su "evangelio", como repite varias veces. Como tal, él lo transmite a sus comunidades. No transmite ninguna tradición anterior. Pablo inaugura esta tradición. No viene de la comunidad madre de Jerusalén.

En las últimas décadas han sido los argumentos de Joaquim Jeremias, hoy casi “canónicos” sobre todo entre los exegetas católicos, los que defienden que en 1 Corintios 11,23 y en el Evangelio de Marcos se transmite una antigua tradición, y además jersualemita. Estimo, sin embargo, que no son válidos.

El primero hace referencia a la terminología: se afirma que “recibir” y “transmitir” son fórmulas rabínicas consagrada y hacen referencia siempre a la recepción de una tradición humana anterior que luego se transmite.

Este argumento, sin embargo es falso.

- “Recibir y transmitir” aparecen exactamente igual en griego normal, en los cultos griegos de misterios, y la "recepción" puede provenir no de hombres, sino de la divinidad; es decir no se presupone necesariamente una tradición humana, antigua, detrás del "recibir". Puede ser directamente de la divinidad (A. Schweitzer).

- El tratado Abot de la Misná comienza:

“Moisés recibió (qibel) la Torá (la Ley) del Sinaí (es decir, de Dios) y la transmitió (masar) a Josué, Josué a los ancianos, los ancianos a los profetas, y los profetas a los Hombres de la Gran Asamblea…”


Es evidente por este texto capital en el judaísmo que el uso de los términos “recibir”/”transmitir” no significan siempre en el judaísmo "que se recibe una tradición de hombres que luego se transmite". La presunta tradición puede ser una revelación divina. Este es el caso de Moisés y ese es el caso de Pablo, quien lo afirma expresamente: lo he recibido "del Señor". Es y¡un Pablo que por lo demás sostiene repetidas veces haber recibido su “evangelio” por revelación y ser un hombre que tiene continuamente revelaciones (2 Corintios 12).

- Según J. Jeremias el verbo griego paralambánein (“recibir”), o “aprender”, “oír”, si va seguido de la preposición griega “pará” (= “de parte de”) significa que el acto de “recibir” tiene lugar directamente, es decir quien lo transmite es una persona inmediatamente al lado de receptor.

Por el contrario, si el verbo paralambánein (“recibir”) va seguido por la preposición griega “apó” (de significado igual en apariencia = “de parte de”, pero con distinto matiz), tiene el significado en lengua griega de que el acto de la recepción viene de una persona lejana, es decir, que puede haber un eslabón intermedio o interpuesto en la recepción. Así "paralambánein pará" significaría una tradición recibida directamente de la divinidad y "paralambénein apó" una tradición recibida desde agentes intermedios, humanos.

Traducido al caso de Pablo: como en 1 Corintios 11,23, el Apóstol utiliza paralambánein apó, ello quiere decir que está transmitiendo una tradición humana (implícitamente de la iglesia madre de Jerusalén), cuya fuente es el Señor, naturalmente. Pero Pablo no la recibe directamente de éste por revelación, sino por medio de una tradición ya fija. Lo que importa en este argumento no es el verbo griego paralambánein (es válido con cualquier verbo del campo semánico de "recibir en cuanto aprender, recibir noticias", sino el valor dado a las preposiciones "pará" o "apó": la primera significa inmediatez; la segunda, lejanía o mediación. En la primera la recepción de noticias es directa; en la segunda, por medio de otro.

Este argumento es sencillamente erróneo en el griego de la época.

Sólo dos ejemplos :

- Mt 11,29: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (griego máthete ap’ emoû); más inmediatez es imposible y, sin embargo, Mateo no usa pará, sino apó), y

- Otro de un discípulo de Pablo (Col 1,7: “como aprendíais de Epafrodito”: griego, emáthete apò Epafrodítou; igualmente se trataba de un contacto directo e inmediato).

La institución de la Eucaristía es ignorada en los Hechos de los Apóstoles, por el Evangelio de Juan y por un importante documento judeocristiano del año 110, que describe una comida de acción de gracias = “Eucaristía”, la Didaché, o Doctrina de los Doce apóstoles. Este documento, que dibuja una “eucaristía” judeocristiana muy primitiva nada sabe de una institución de la Eucaristía por Jesús. De esto se deduce que los seguidores más directos de Jesús, los judeocristianos, tanto en la iglesia madre de Jerusalén (Hechos de los apóstoles), como en la Diáspora (Didaché) no celebraban la eucaristía pues nada sabían de su institución por Jesús.

La tradición sobre la institución de la Eucaristía no es sólida ni uniforme:

- Marcos y Mateo que incluyen palabras eucarísticas, no mencionan la institución y que la alianza por ella fundada sea nueva.

- El Texto Breve de Lucas (Lc 22,15-19a): menciona sólo las palabras eucarísticas sobre el pan; no hay institución; no hay vino; no hay alianza nueva.

- El Texto Largo de Lucas (Lc 22,15-20: el que más se parece al de Pablo) menciona que la Cena es pascual, trae palabras sobre el pan y el vino, menciona la institución del rito en memoria de Jesús y califica a la alianza de nueva.

Esta variedad e inseguridad de la tradición presenta una conclusión bastante segura: la tradición sobre la institución de la Eucaristía por parte de Jesús no es firme.

Si hubiera habido una tradición firme y asentada, tanto en las iglesias paulinas (Pablo; Mc; Lc), como en las independientes (Jn, pero en el fondo paulina también, pero que ignora la institución), así como en el grupo de los judeocristianos palestinos (tradición de primero capítulos de Hechos y la Didaché) de que Jesús había instituido una nueva alianza, que había pronunciado las palabras eucarísticas, que había instituido un rito o memorial de sus acciones y palabras, etc., habría más claridad y unanimidad entre las fuentes.

· Por último: ni siquiera es firme la tadición de que la Última cena fuera una cena pascual.

Aparte de que no se menciona en ninguna parte el cordero, ni las hierbas amargas ni otros elementos del "séder" o ritual judío por el que se regía meticulosamente esta cena, sólo menciona explícitamente y con toda claridad que es una cena pascual el evangelista Lucas.

- Marcos ciertamente declara como ámbito de lo que ocurre en esta Cena el marco pascual. Pero luego se olvida de él totalmente y actúa como sin no lo fuera. con razón es exegeta católico R. E. Brown en su obra La muerte del mesías ha sostenido que la presentación de la Última Cena como una comida pascual es una dramatización y teologización por parte de Marcos que presenta a Jesús como el cordero pascual a aprtir de una s¡cena solemne de hermanadad o de despedida con sus discípulos.

- Pablo tampoco sabe nada de que esta Cena sea pascual.

- El evangelista Juan lo niega expresamente al principio de su capítulo 13.

Concluiremos en la próxima postal.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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