La familia carnal de Jesús. ¿Es tendencioso y sesgado el Evangelio de Marcos? (X) (112-10)

Hoy escribe Antonio Piñero


Prometí en mi postal anterior de esta miniserie que hoy sintetizaríamos el comentario respecto a la relación de Jesús con su familia en autores judíos del siglo XX, estudiosos del Nazareno. En síntesis es el siguiente:

Es notablemente asombroso –opinan- cómo el Evangelio de Marcos desprestigia los lazos de Jesús con su familia carnal cuando se piensa en la alta estima que de tales lazos tenía la “iglesia” o grupo de seguidores de Jesús en Jerusalén, pues se supone que éstos, acaudillados en principio por los apóstoles son los que mejor conocían a Jesús y la tradición que de su recuerdo emanaba. Por este aprecio al vínculo de Jesús con su familia, y por la tradición en las comunidades "mesiánicas" de ser regidas por los parientes del "fundador" (así los Macaeos y el hijo de Judas el galielo), los apóstoles Pedro y Juan ceden el gobierno de la iglesia madre de Jerusalén a Santiago el hermano del Señor. Pero, a la vez, recordemos que en el Evangelio de Marcos se describe a un Jesús que no muestra ninguna solidaridad con su familia, justamente cuando en el versículo anterior, Mc 3,21, se afirma que esa misma familia misma opinaba que “estaba fuera de sí”.


Un paréntesis:

Un amable comentarista se ha hecho eco de una traducción alternativa, en nota a 3,21, de los autores de la Biblia de Jerusalén en vez de “Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: «Está fuera de sí”, habría que traducir “porque se les decía…” Esto significaría: otros, no la familia pensaba que Jesús estaba loco; la familia, considerando que no es verdad, pero que la actuación de Jesús se prestaba a esa opinión, intenta apoderarse de él y quitarlo del espacio público para que cesen las murmuraciones”.

Mi opinión es que esta traducción es posible sintácticamente, pero mucho menos verosímil en la “marcha” o ritmo de la frase escrita en griego por Marcos, y que ese sentido propuesto va menos con la conjunción griega “gar” (“pues, porque”) que engarza ambas frases. La prueba está en que los editores de la Biblia de Jerusalén –en extremo católicos y más bien de tendencia conservadora; son dominicos- no la escogen; imprimen lo que hemos copiado arriba; simplemente sitúan esta otra posible traducción en nota a pie de página y sin ningún comentario de apoyo.

Continuamos con la opinión de los estudiosos judíos (Brandon, por ejemplo):

De este cuadro se sigue que nos vemos obligados a admitir que el autor del Evangelio de Marcos cuenta que su familia trata a Jesús de loco e intenta retenerlo, lo que causa en el lector una mala impresión de esa tal familia. Se concluye que al evangelista preocupa no sólo informar a sus lectores que importa muy poco ser pariente de Jesús, sino hacerlo con un sesgo de verdadera animosidad contra su parentela. Ello podría reflejarse no sólo en Marcos sino también, por ejemplo en Lucas, quien además de ser suficientemente duro con la familia de Jesús, difumina todo lo que puede el papel de Santiago como dirigente del grupo jerusalemita.

En efecto, esto supondría que Lucas, o bien está en contra del “principio dinástico” como sistema de elegir el dirigente del grupo, o bien sabe perfectamente que la teología de Santiago no era del todo compatible con la de Pablo. Lucas intenta ante todo armonizar y dar una imagen de unidad de la Iglesia más antigua.

Es muy posible que tal actitud antifamilia de Jesús se deba a que los evangelistas están pensando en los años en los que la iglesia madre de Jerusalén era muy poderosa espiritualmente, y controlaba ideológicamente con mano férrea (recuérdese el incidente de Antioquía entre Pedro y Pablo, porque el primero siguió las directrices de la iglesia madre Dios separación de comunidades: judíos y paganocristianos no podían comer juntos) a otras comunidades judeocristianas…, entre ellas a la de Roma.

Aunque ideológicamente el grupo de Santiago estuviera enfrentado a la misión paulina, ésta no podía menos de aceptar la realidad de que este personaje era el que mandaba en Jerusalén. La manera indirecta de mostrar esta disputa de fondo, de puntos de vista teológicos, era presentar en una luz poco favorable a la familia carnal de Jesús… en momentos en los que ella, encarnada en Santiago, el hermano del Señor, mandaba y controlaba el grupo más poderoso de cristianos.

Es cierto, sin duda, que cuando Marcos escribe su evangelio, en Roma, hacia el 71, después de la caída del Templo, un evangelio dirigido a lectores romanos y occidentales en general, es muy posible que el grupo judeocristiano de Jerusalén hubiera ya perecido físicamente con el resto de judíos que se mantuvieron en Jerusalén hasta el desastre final… con la aniquilación de la capital y su templo (año 70).

O, bien, si se acepta lo que dice Eusebio de Cesarea que “huyeron a la ciudad transjordana de Pella”, avisados por una visión celeste del desastre que iba a ocurrir (Historia Eclesiástica III, 5,2-3), es muy posible que ese grupo de supervivientes perdiera toda importancia en la cristiandad, así como las comunidades judeocristianas de Galilea, de Samaría o de otras partes de Judea (véase Hch 8,3: los helenistas perseguidos tras la muerte de Esteban se había dispersado por otras partes de Judea y de Samaría) fueron arrastradas por el desastre de esa Gran Revolución antirromana.

Sea cualquiera la hipótesis que se acepte, parece sensato suponer que la iglesia de Jerusalén seguía –en el momento de difundirse el evangelio de Marcos- gozando de gran prestigio como depositaria de la tradición más cercana a Jesús…. Y hasta el momento de su dispersión o aniquilación había ejercido un gran control entre las comunidades judeocristianas, la de Roma, por ejemplo. La prueba de ello es el envío de las “normas noáquicas de comportamiento(que se creían prcedentes de tiempos de Noé, Génesis 9)” (Hechos de los apóstoles 15) a todas las comunidades, incluida Antioquía, normas que Lucas, erróneamente, presenta como decisiones del Concilio de Jerusalén, pero –lo hemos discutido ya en este blog- que fueron un producto de una decisión posterior. Esas normas provocaron la agria disputa entre Pedro y Pablo en Antioquía (Gálatas 2,11-14).

En síntesis: como se ve por las cartas genuinas de Pablo, la iglesia de Jerusalén no gozaba precisamente de simpatía entre los cristianos paulinos, cuya teología era radicalmente diferente. El Evangelio de Marcos se veía en la obligación de contrarrestar esta influencia. De ahí la insistencia de Marcos en presentar, y quizás exagerar, el antagonismo Jesús/su familia, que en tiempos de Pablo se había transformado en la oposición iglesia de Jerusalén (con Santiago, el hermano del Señor a la cabeza)/iglesias paulinas. Posteriormente en el del Evangelio de Marcos, el antagonismo seguiría existiendo igualmente. Por ello también silencia el Evangelista cualquier escena o incidente que llevó a la reconciliación de Jesús y su familia. Sin explicación ninguna nos enteramos de que fue así por el inicio de los Hechos de los apóstoles.

Seguiremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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En el otro blog, “Cristianismo e historia” de la revista “Tendencias21” el tema es el siguiente:

“La historia de los reyes magos. El desarrollo de la leyenda”

Saludos de nuevo.
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